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La fascinación por correr
Norma Ávila Jiménez
Cuando mi jefe me dijo que corría cien kilómetros cada semana, realmente me sorprendió su disciplina deportiva. Aunque no es atleta olímpico, corre maratones cada que puede. Cuánta fascinación por las endorfinas, moléculas que se generan al hacer ejercicio y culpables de hacernos sentir un placer casi orgásmico. Ojalá en el mundo hubiera más endorfinodependientes; la vida sería menos complicada.
En estos días, en Londres está congregado un buen número de estos viciosos de la reacción rápida, la fuerza y la resistencia, entre ellos nuestros representantes en atletismo. En ese deporte, Ana Gabriela Guevara –quien obtuvo en Atenas el segundo lugar en los 400 metros planos–, ha sido la única corredora nacional causante de que el águila y la serpiente sean observadas por millones en el planeta. Las otras nueve preseas han estado a cargo de los marchistas.
La tenaz Ana Gabriela
Además de su entrenamiento, ¿qué otros factores influyeron en el éxito internacional de Ana Guevara, historia que no han repetido otras corredoras mexicanas? Sin duda, su biotipo. Quien fuera su entrenador, el cubano-mexicano Raúl Barreda Mauri, en entrevista asegura que la estatura ideal para competir en los 400 –en el caso de las mujeres–, está entre 1.70 y 1.74 metros. “Ana mide 1.73 metros, lo que le permitió la amplitud óptima en la zancada; esta carrera está determinada por la frecuencia y la longitud del paso.” Barreda no tiene el registro exacto de cuántos pasos daba Guevara cuando competía en esa prueba, pero como ejemplo cita a Usain Bolt, quien en los cien metros da cuarenta y un pasos en 9.58 segundos (cinco por segundo). Como diría mi mamá, “va en chinga leringa”.
Cuando las atletas son más altas –puntualiza–, su movilidad es menor porque los ángulos marcados por sus extremidades son mayores; “necesitan más fuerza para avanzar”. En este punto recuerdo lo que el físico del Centro de Radioastronomía y Astrofísica de la UNAM, Javier Ballesteros, me subrayó cuando el último Mundial de Futbol iba a arrancar: “Por su estatura, un jugador europeo pesa cuarenta por ciento más que uno de México, es 1.25 por ciento más fuerte y su zancada es más amplia; pero al mismo tiempo, su masa es mucho mayor, se eleva al cubo, por lo tanto, su velocidad es menor.” Para los 800 metros no hay una estatura ideal, asegura el profe Barreda, quien actualmente entrena para esa prueba a Gabriela Medina, que se quedó a centésimas de calificar para Londres 2012.
Tener un peso de 63 kilogramos, una notable musculatura –quién no recuerda cómo mostraba su bíceps remarcando su poderío en la pista–, y sólo siete por ciento de grasa, fue determinante en los logros de la sonorense, asegura Barreda. Está dentro de los parámetros ideales señalados por la cineantropometría, disciplina que evalúa las medidas, proporciones y formas que debe tener el cuerpo de un atleta, de acuerdo con el deporte que practica. Cito otros ejemplos de biotipos: un maratonista es de estatura media a baja, estructura ósea ligera, piernas delgadas y fibras “lentas”, que facilitan a los músculos su contracción por tiempo prolongado. Un corredor de cien metros tiene huesos largos, cadera angosta, músculos bien marcados y fibras “rápidas”, que suministran grandes cantidades de energía a los músculos durante segundos.
Su experiencia le permite a Barreda Mauri enfatizar asimismo la preparación mental; ésta siempre acompañó a Ana Gabriela. “La baja estatura es algo que en ciertos casos se puede compensar con ese trabajo. Los velocistas requieren de muchísima concentración.” Y no sólo los velocistas. En una entrevista para Canal 22, Felipe el Tibio Muñoz, rememoró las palabras que el nadador estadunidense Mark Spitz –ganador de siete medallas de oro en Montreal ‘72–, le señaló durante una justa deportiva: “En las competencias, el noventa por ciento del trabajo es mental; el otro diez por ciento ya lo trae uno, por el entrenamiento.”
¿Cuándo ganaremos otra medalla olímpica en carreras? Cuando la fascinación por correr se arrope con presupuesto, investigación y tecnología. Parece un sueño guajiro. Ojalá me equivoque.
¿Dopaje genético?
En 1989, la entonces Comisión Nacional del Deporte echó a andar el proyecto Pinotepa Nacional en la Costa Chica de Oaxaca y Guerrero, para, con el fin de entrenarlos, reclutar a jóvenes de características negroides que fueran rápidos y fuertes. Este proyecto, basado en el planteamiento de la superioridad de la raza negra en el atletismo, se interrumpió por falta de presupuesto. Sobre dicho proyecto, Barreda opina que la raza no determina al buen corredor. “Me han invitado a Veracruz para detectar talentos con esas características, pero pienso que también hay blancos con genes que les permiten desarrollar la velocidad.”
¿Tendrá razón? En 2003 científicos australianos publicaron una investigación cuyo resultado relaciona el gen ACTN3 (actinina alfa 3) con el rendimiento deportivo. Según un artículo difundido por el periódico El País, hay estudios que relacionan este gen con la velocidad, resistencia y fuerza de los jugadores de rugby, los futbolistas, patinadores y nadadores. Asimismo, informa, se ha demostrado que está presente en un ochenta y cinco por ciento de la población africana, mientras que en Europa sólo lo tiene la mitad. Esto aparentemente subrayaría la primacía de la raza negra en varios deportes. Sin embargo, el ACTN3 no es el único gen involucrado: Stephen M. Roth, director del Laboratorio de Genómica de la Universidad de Maryland, aseguró al New York Times que hay más de doscientos genes relacionados con el alto rendimiento. Además, hay que añadir el tipo de entrenamiento y el ambiente en el que se desenvuelve el deportista. Por lo tanto, aún no es posible determinar el predominio de una raza en el atletismo.
Lo que sí está a la vuelta es el síndrome Gattaca. ¿Será posible que se induzcan genes a los atletas? Tal vez algunos de los que están en Londres ya están compitiendo con ese dopaje, indetectable hasta el momento.
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