Las momias de Guanajuato
Las manos en cruz sobre el ombligo
a veces calcetas en los pies
la piel como húmedo cartón
con un rictus cansado o tierno
en sus ataúdes tras un vidrio
Como vagones bien amarrados
uno después de otro en las crujías
de este monasterio-paquebote
que en un promontorio encalló
junto al abismo de los vivientes
Que suben a verlos en familia
los viejos para estudiar las poses
que harán en los últimos instantes
para sentir lo que es ya no sentir
cabellos pegados a los huesos
Los jóvenes queriendo conocer
los rituales y las reverencias
que van a tener que ejecutar
cuando el desovillarse del hilo
del sufrimiento haya al fin cesado
Los niños para hacer el exorcismo
del miedo que puede embargarlos
al ver la transformación del rostro
de los que más hondo los querían
y que pensaban encontrar siempre
Para diluir la amargura
de esta vida que intensificada
por lutos y dramas los espera
los padres les ofrecen menudas
momias con sabor a caramelo
Y cuando venga el día de muertos
se les hará masticar un cráneo
quizá relleno de chocolate
el nombre inscrito en color sutil
encima del arco de las cejas
Así sus esqueletos se vuelven
sabor y ternura y después
buscarán sin saberlo ellos mismos
bajo la vestimenta y la piel
el de sus compañeros de juego
En sus camas cuando sean grandes
al recomenzar sus casamientos
a cada repique de campana
intentarán hacer de sus suaves
cajas torácicas una sola
Y sus corazones singlarán
entrelazando arterias y venas
en los remolinos de la sangre
en espera de que sus despojos
los seque una tormenta tropical
Versiones de José Luis Rico |