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Maternidad y naturaleza teatral
Una vez más, por favor, de Michel Tremblay (Quebec, 1942), dirigida por Mario Espinosa, es un recorrido fascinante a través de los infinitos matices, contradictorios, paradójicos, autoritarios, cómplices, de la relación con el espíritu de lo materno.
Se trata de un trabajo de equipo hecho con la alegría que implica construir un festín teatral en torno a una actriz querida. Orquestal, es la mejor definición que encuentro para los que han hecho posible este montaje: Gloria Carrasco en la escenografía, Ángel Ancona en la iluminación, Estela Fagoaga en el vestuario, en el maquillaje y peinados Amanda Schmelz, y el diseño sonoro y video de José Serralde. No sólo se mencionan por un afán de darles un crédito merecido, sino por su capacidad de crear un ambiente de complejidad a la puesta que completa los afanes tan logrados del director.
En el personaje de la madre, una actriz extraordinaria, de gran trayectoria y ejemplo vital y técnico: Angelina Peláez (Nana), celebrada y en homenaje de la CNT. El hijo/narrador/testigo es Arturo Beristain, solvente, cuyo personaje marca el tempo de la representación con esa serenidad que da la experiencia.
Una vez más… muestra un tipo de amor capaz de generar unos discursos originalmente polémicos, de gran belleza e indagación poética en las situaciones más ordinarias que sucumben bajo el poder de la metáfora, la analogía, la comparación, y que son vestidos permanentemente con una polifonía vocal que crece conforme se expande el diapasón verbal de los recuerdos del dramaturgo que en Arturo Beristain tiene a su alter ego, su deplazamiento.
Beristain materializa al dramaturgo en el mismo acto de crear, de convocar a su madre y discutir con ella el sentido de sus palabras, sus órdenes, sus deseos. Es un vital juego de espadas que sólo podrían sostener dos vigorosos espadachines como ellos. Beristain de una gran sabiduría, dueño de su cuerpo, de su tiempo, maestro en el matiz y el tono.
Angelina Peláez se sabe homenajeada y no cede a la autocomplacencia ni al mimo. Da lo mejor de sí en un trazado que si bien se le debe a Mario Espinosa, también es evidente que tiene mucho de la actriz, quien utiliza su cuerpo como un paisaje verbal y plástico que dice, subraya y da énfasis.
Se sabe que esta indagación tiene una fuerte carga autobiográfica; la madre de Tremblay murió de un cáncer devastador y el dramaturgo se quedó con muchas cosas por decirle, que volcó en esta obra y las convirtió en una ficción que universaliza esa necesidad de dialogar con ese objeto perdido para construir con lo mejor que le dio un conjunto de cualidades creativas que le permiten recuperar la sonrisa.
Perversión y crímenes estéticos
En las antípodas de este festejo están Los Cenci, dirigidos por José Luis Moreno, en la que participa un viejo actor: Sergio de Bustamante, modelado por las telenovelas y cada vez más lejano al teatro, aunque se impuso como miembro de la CNT a través de un pleito legal que le permite tener un sueldo considerablemente alto sin tener que devengarlo. Al menos ese es el sentimiento humillado de muchos miembros de la CNT, que lo perciben amenazador e intocable (él mismo vocifera sobre sus contactos en Conaculta y en el INBA, que vaya que lo sostienen; tanto que, contra el reglamento, factura telenovelas en TV Azteca. Sucede lo mismo con la Secretaría de Cultura del DF).
Hay quienes equivocadamente señalan el montaje de Los Cenci como una mímesis de Cachirulo. Nada más lejano: el teatro de Enrique Alonso tenía una profundidad y una propuesta coreográfica que no tiene Los Cenci, con sus actores (extras de televisora) sin matices, sin dirección, alineados frente a un posible público que tendrá que recordar las representaciones de la secundaria donde los actores, incluso los que sostenían un diálogo, no se miraban: sólo contemplaban, declamadores, el horizonte.
Shakespeare en el Zócalo
Casa llena en La Corrala del Mitote, donde se escenifica La historia de Enrique IV, Rey de Inglaterra, primera parte, bajo la dirección de Hugo Arrevillaga Serrano, traducida por Alfredo Michel Modenessi, con la versión ágil y radicalmente en español de José Ramón Enríquez, que declaran/declaman (a veces)/gritan los ocho actores que se multiplican por dos para cumplir con la tarea que Shakespeare le prodigó a dieciséis personajes que deben dar cuenta de esta historia de rebeldía y lealtad. Concluye este fin de semana y se va a Londres y Edimburgo al Festival Shakespeare, pero regresa y habrá de nutrir el Festival Cervantino.
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