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Maru Enríquez
Hace unos días participamos en el llamado Concierto por Maru, organizado para apoyar a la cantante Maru Enríquez, quien sufriera un repentino y delicado problema de salud. Fue en la sala Silvestre Revueltas del Centro Cultural Ollin Yoliztli, al sur de la ciudad. Entre los proyectos invitados estuvieron los bien conocidos Jaime López, Guillermo Briseño, Alfonso André y Cecilia Toussaint, más un par de bandas noveles: Ritalín y Jerez Dulce, liderada por Luz Romo, hija de la propia Maru y del desaparecido compositor Marcial Alejandro.
Bien organizado pero mal promocionado, nos llamó la atención que, incluso siendo martes de lluvia y coincidiendo con una de las presentaciones de Radiohead en el Foro Sol, la asistencia fuera tan baja. El cartel ameritaba más eco. La explicación es simple: casi nadie se enteró. Ello nos hizo pensar en una “positiva” cualidad de México que, en el ambiente artístico por lo menos, muchas veces termina, si no mal, sí debilitada: la solidaridad espontánea, la buena reacción a corto plazo pero que tiembla al enfrentarse a planeaciones de mayor aliento. Nos referimos a esos paliativos momentáneos que podrían resultar mejor si se pensaran un poco más.
No deseamos restar relevancia a lo ocurrido ni ser injustos, pero no es la primera vez que se falla a sabiendas de que el éxito o fracaso incide directamente en la causa por la que se lucha. En el pasado hemos visto conciertos con objetivos parecidos (recaudar o tributar), en torno a figuras como José Cruz, líder de Real de Catorce (por cierto organizado en el mismo sitio, pero en 2007), el Señor González (sucedido hace tres años en El Vicio), Alex Otaola (en el Vive Latino 2010) y Rita Guerrero (en el Teatro de la Ciudad durante el mismo año), entre varios más. Pocos, dicha la verdad, han logrado cumplir cometido. En fin, realmente esperamos que sirvan estas experiencias para entender que la sola intención no produce efectividad. Dejando de lado estos aspectos (y otros, como la falta de apoyos gubernamentales para músicos importantes caídos en problemas), recordemos hoy quién es Maru Enríquez, por qué vale la pena acercarse a su trabajo y, de paso, ayudarla.
Mujer bella y de voz expresiva, inició su trayectoria en los años setenta en la Peña del Nahual, abrevando del blues, el rock y la canción popular mexicana, para formar la banda –más tarde colectivo– La Nopalera, al lado de Marcial Alejandro. Con este conjunto editó los trabajos Nueva canción, Crece la audiencia y Tremendo alboroto. Fue una de las que se sumó a ese nutrido taller abocado a experimentar en torno a la trova, la nueva canción latinoamericana y la canción de protesta, pero con importantes pasajes jazzísticos y orquestales.
En los años ochenta, Maru formó un trío con el cantautor Jaime López y con Eniac Martínez, así como el grupo Rehilete y el proyecto de teatro para niños Hojarasca. Además, lanzó un primer ep como solista titulado Ardentía, con temas de López, Marcial Alejandro, Eduardo Langagne y Pepe Elorza, más otro de larga duración llamado El querer. Paralelamente trabajó en el concierto Tania con toda Libertad, apoyando a la peruana en el Auditorio Nacional. Ya en los noventa, Enríquez regresó al teatro junto al pianista Jorge Alberto Bueno para montar Un, dos, tres por Maru y Coco, luego editado en disco, y sacó su primer compilado: ¡Ah, qué la canción!
Iniciando el tercer milenio, Maru vuelve a trabajar con Jaime López en la obra Villaurrutiana, dedicada al poeta Xavier Villaurrutia, y edita dos álbumes a su lado: Ymivozquemadura (2002) y Gran quinqué (2003). Fue entonces cuando la conocimos, actuando en el extinto Café de Nadie con Sergio Zurita, cobijada por el piano de Jaime. Entonces supimos que sabía decir, pero sobre todo que sabía escuchar. Atestiguamos su calma y bien estar. Con ese repertorio se presentó en importantes foros y ciudades del país. Desde entonces se mantuvo activa con el grupo Salida de Emergencia, interpretando diversas piezas de rock y blues anglosajón, así como aquellas que la dieron a conocer en las peñas y clubes de la capital. Simultáneamente, ha llevado las riendas del programa Al aire en la estación por internet Código DF (cuya programación recomendamos ampliamente si el lector es de los que pasan tiempo frente a la computadora).
Así pues, sólo basta googlear (terrible e inevitable verbo) en internet el nombre de Maru Enríquez para conocerla más, para hacer contacto con su familia a través de las redes sociales. Lo mejor, empero, será buscarla en Youtube. Allí se le puede ver, auténtico y sencillo animal de escenario, haciendo cantos desde adentro, sin falsos protagonismos, distante de los torcidos divismos que afectaron a buena parte de su generación. Ojalá se recupere pronto.
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