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El Capital se Capitaliza con Capitales
La razón por la que Editors decepcionó a muchos de quienes asistimos al festival Corona Capital (CC) es básicamente una: falta de carisma. El comentario fue generalizado: “son como un Interpolito”. Esto significa que los británicos suenan y se parecen a la banda americana Interpol, pero sin llegar a su nivel escénico y musical; sin convicción. Porque ese fue otro de los acertados apuntes del día en que los vimos: “no se les cree nada”. Extraño hurto al U2 de los ochenta (bajos planos en rítmica de octavos, guitarras postpunk con efectos como el delay) y al Coldplay menos afortunado, ni la estupenda voz de su frontman Tom Smith logró que el ánimo del escenario Capital (uno de los cuatro instalados en el Autódromo Hermanos Rodríguez) trascendiera.
Algo muy distinto a lo sucedido con quienes los precedieron, OMD (Orchestal Manoeuvres in the Dark) y Santigol. La primera es una banda de new wave inglés que tras treinta y tres años de carrera debutó en México dando cátedra de un espíritu que hoy extrañamos; ése que contenía heroísmo, simple grandilocuencia, misión cumplida, fuerza y romanticismo (no del cursi, del de a de veras) a través del pop sintetizado; ése que sabe combinar la energía de los instrumentos con los teclados y las programaciones sin jamás perder de vista a “la canción”. Resultó conmovedor el eco de una joven y multitudinaria audiencia, así como la entrega de su líder y cantante Andrew McCluskey, más que sorprendido por semejante recepción.
OMD |
Al son de piezas indispensables en el repertorio discotequero de hace dos décadas y media (“Electricity”, “If You Leave”, “Secret” y “Enola Gay”), se dieron el lujo de presentar dos temas inéditos que, cosa rarísima, fueron los más vitoreados y aplaudidos. “Ahora tocaremos una pieza nueva, pero no se preocupen, es fantástica”, dijo McCluskey. Y tenía razón. Aunque se trataba de la repetición de su eterna fórmula, quedó confirmado que no es lo mismo probar una receta de manos de quien la creó, que de manos de algún imitador. Santigol, por su lado, cumplió con las más altas expectativas. Respaldada por una poderosa banda, la cantante estadunidense jugó a combinar extravagancias tipo Missy Elliot con el mejor dub jamaiquino, con coreografías africanas, con coros de un pop perfecto. Así sonaron “Les Artistes”, “Go!” y “Say Aha”, parte de un repertorio sobre el que no nos extenderemos pues hace pocas semanas lo recomendamos.
Día largo y soleado, el del CC comenzó con bandas como Madame Recamier (quien abrió su presentación con solvencia para luego perderse en la variedad de un discurso que exhibió su inmadurez). También sonó Ximena Sariñana con su rock adelgazado, cumplidor, muy inflado por el tema “Different”, una composición bien lograda aunque demasiado distante de la dirección que parecía tener hasta hace poco. Ello no tiene nada de malo, es verdad, sólo nos hace sospechar que hay una preocupación mayor “por hacerla” que por “contestarse preguntas” personales. Hay que decir, además, que puede cantar mucho mejor de lo que mostró ese día, pues talento le sobra.
Sonaron también The Strokes, Cansei de Ser Sexy, Moby, Mogwai y muchas otras propuestas destacadas del alternativo y la electrónica latinos y anglosajones, aunque la noche se la llevó Portishead. “Silence”, “Over”, “Sour Times”, “Roads”, “Machine Gun” y sobre todo “Wandering Star”, dolieron, importaron, nos marcaron. Qué distinto es escuchar a quienes viven una preocupación estética de fondo y se comprometen con su búsqueda, con su persecución sin importar lo que suceda al final de los intentos. Qué lección dinámica, qué manera de contar una historia quitando instrumentos, cambiando de dotación, agregando tímbricas análogas manipuladas digitalmente, dejando a Beth Gibbons, mítica vocalista, al borde de un precipicio que sólo puede enfrentar quien se sabe cayendo siempre.
Finalmente, y siendo justos, así como el año pasado nos sumamos a las críticas con respecto al audio, producción y servicios de este festival, hoy podemos decir que su evolución fue notoriamente positiva en todo sentido. Igual que hace doce meses, los teléfonos móviles no funcionaron y la molestia fue grande, pero en lo esencial lo sucedido fue encomiable. Los sistemas de sonido, iluminación y video permitieron que, precisamente, el discurso de una banda como Portishead calara hasta los huesos. Y es que vivimos un momento en que la música necesita de dinamita multimedia para abrirse en flor y liberar los más delicados tonos de su perfume. ¿Exageramos? Allí está internet para que nuestro lector corrobore lo dicho; para que se acerque al pasado, presente y futuro de ciertas músicas valiosas.
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