Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Al pie de la letra
Ernesto de la Peña
Tres poemas
Titos Patrikios
Lavín Cerda, Dios
y la poesía
Alejandro Anaya
Para una apología
de José Revueltas
Sonia Peña
Imágenes en la
Puerta del cielo
Ricardo Yánez entrevista
con Raúl Bañuelos
Una literatura muy nueva
Vilma Fuentes
Rafael Bernal y El complot mongol entre el olvido y el reconocimiento
Xabier F. Coronado
La lengua ñañho
y la discriminación
Araceli Colín Cabrera
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Corporal
Manuel Stephens
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
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Supermercados II
Como cada viernes, mi mujer y yo nos alistamos para ir al supermercado, ese grande que tiene pasillos de comida internacional, carne importada y una barra de vinos tan larga como cualquier avenida del Distrito Federal. Entramos por la puerta grande y cogimos un carrito de doble compartimento, para no escatimar. Empezamos desde el primer pasillo, como siempre y, como siempre, mi mujer me preguntó que si podíamos llevar esas galletas confitadas de almendra, tan ricas pero carísimas. Sí, dije sin titubear. ¿Y este jamón serrano ibérico?, preguntó. ¿Es el más caro? Y ella: Sí. Adelante. ¿Y este vino que cuesta un ojo de la cara? Claro que sí. Fuimos al siguiente pasillo y al siguiente y echamos bacalao Skrei, pan con linaza, una selección de quesos de Navarro Correas, y luego, no conformes con eso, fuimos a la sección gourmet, donde copeteamos tanto el carrito que los mejillones de Fiji y las salchichas Frankfurters colgaban de los bordes. Entonces, cuando ya no podíamos más, dimos vuelta y nos dirigimos a la zona de cajas. Antes de llegar, abandonamos como siempre el carrito en las heladeras de los aderezos. Salimos sin que nadie lo notara y fuimos a la tiendilla de abarrotes de enfrente, donde compramos una bolsa de galletas Marías y un yogurt de fresa, que, también como siempre, comimos gustosos en una banca del jardín Libertad. |