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ACTA, lobo con piel de cordero
Para el matemático Villedas
México es un país donde la piratería es un negocio inmenso.
No bien se estrena una película en Hollywood cuando ya
podemos comprar a la salida del metro una copia pirata en
DVD. Hay puestos por todos lados que venden productos
pirata, clonaciones de calidad muy menor al original pero
también de muy menor precio, desde perfumes hasta bestsellers
literarios. Un negocio ilícito en que participan activamente
ciudadanos de todos los estamentos posibles,
desde el de muy a pie que encuentra en el comercio informal
el único sustento posible ante la ineptitud del Estado
dogmático y neoliberal para generar bienestar económico,
hasta depredadores de cuello blanco ligados, se dice, a la
familia del mismo presidente de la República (allí los escándalos
que involucraron durante el sexenio pasado a los
hijos de la mujer de Vicente Fox). En consecuente principio,
un organismo que regule o combata la piratería es algo
bueno, siempre que sirva para eso, para defender los derechos
de un autor, del creador de una idea, un texto, una partitura,
y no los intereses financieros de un consorcio extranjero.
Esa es la piel de cordero con que se cobija un lobo que
merodea a la sociedad moderna, el lobo del control férreo
de los contenidos libres en internet –o para el caso en cualquier
medio—, control que indefectiblemente habrá de
traducirse en cooptación, por medio de vulgar censura,
de los elementales derechos a la información y a la expresión
libre. El espantajo tiene nombre: Acuerdo Comercial
Antifalsificación o ACTA, por sus siglas en inglés, y en México
su principal promotor es, vaya paradoja, un funcionario del
(des)gobierno federal, Jorge Amigo Castañeda, director del
Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, organismo
que depende de la Secretaría de Economía.
El origen del ACTA parece abrevar de una quinta columna
estadunidense, esa política exterior beligerante, que extiende
ámbitos de extraterritorialidad que no son sino un
frente más de guerra con que justificar su voracidad económica.
El ACTA es, quizá, como ha señalado el abogado y periodista
mexicano León Felipe Sánchez –agudo crítico del
ACTA y sus consecuencias con argumentos sólidos, difíciles
de rebatir para los personeros de los consorcios promotores
del bodrio—, una velada y peligrosa herramienta de la
penetración comercial de las petroleras estadunidenses,
de las grandes farmacéuticas de ese país y del corporativismo
que intenta forzar la hegemonía sociopolítica de su
imperio –allí precisamente los grandes consorcios de las
telecomunicaciones, los grandes estudios cinematográficos,
las grandes cadenas de almacenes o las compañías
disqueras–; una de las herramientas más peligrosas para
la libertad de los ciudadanos. Y es que un acuerdo como el
ACTA no para en la defensoría de los derechos de autor, sino
que pretende regular los contenidos mismos de la información
que viaja, por ejemplo, en internet, o llevar su influencia
a la propiedad industrial de las patentes de medicinas que
se consumen en todo el orbe. Es pues, un brazo extraterritorial
de la legislación estadunidense en materia de propiedad
industrial y derechos de autor que, finalmente, está
dirigida a sojuzgar a los consumidores libres, sujetarlos a
una estricta férula equipada con ordenamientos legales
feroces que puedan llevar, verbigracia, a quien “baja” música
de la red en cualquier país, a enfrentar un proceso legal…
en otro. Una aberración contra la que se han alzado no pocas
voces como la de la bloguera, artista multidisciplinaria,
miembro del FAT (Free Art and Technology Lab) y activista
Geraldine Juárez, columnista asidua del sitio CríticaPura
(www.criticapura.com), quien atinadamente identifica como
una peligrosa herramienta de los corporativos detrás
del ACTA a los cabilderos: “Las mega empresas de telecomunicaciones
o de explotación de contenido invierten muchísimo
dinero en cabildeo institucional para que sus intereses
se conviertan en ley […] A través del cabildeo es como
las empresas están modificando leyes internacionales, exportando
legislación a países con sistemas democráticos
más débiles y creando legislaciones que ponen en jaque la
neutralidad de la red, su infraestructura y los derechos a la
información, el conocimiento y la privacidad. Es en realidad
devastador el poder que tienen.” Viéndolo con frialdad,
podría decirse que Amigo Castañeda trabaja desde
dentro del gobierno en contra de la sociedad mexicana.
Qué raro, que un burócrata de derechas sea la avanzada del
enemigo...
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