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Elías Nandino y Estaciones
Gerardo Bustamante Bermúdez
Elías Nandino en Cocula, Jalisco, noviembre de 1991
Foto: Rogelio Cuéllar / Archivo La Jornada |
El nombre de Elías Nandino ha quedado casi borrado dentro del panorama de la lírica mexicana del siglo XX: las reediciones de sus libros siguen pendientes, así como su justa aparición en antologías de poesía.
De 1956 a 1960, Elías Nandino, junto con su amigo Alfredo Hurtado, idearon la aparición de una revista que diera espacio a los nuevos talentos literarios. Es así como surge Estaciones. Revista Literaria de México, que apareció en veinte números, cada número corresponde a una estación del año. Estaciones. Revista Literaria de México bien puede ser una conciencia plural que surge como reacción a la revista Contemporáneos, en la que el poeta Nandino no participó. La revista de Nandino fue siempre una publicación abierta que dio espacio a las nuevas voces del teatro, la poesía, el ensayo, la crítica literaria y la narrativa, principalmente nacional.
Actualmente, los suplementos culturales y las revistas dedican muy poco espacio a la reseña de libros, al punto de que casi está en extinción este tipo de escritos. La revista de Elías Nandino estuvo atenta siempre a las novedades editoriales y fue a través de la famosa sección Ramas Nuevas, dirigida por José Emilio Pacheco y Carlos Monsiváis, que se pasó revista a todo libro que llegara a la mesa de redacción. Para los estudiosos de la literatura mexicana de mediados del siglo XX, Estaciones debe ser sin duda una fuente de consulta obligatoria.
Estaciones publicó textos de Amaro Dávila, Alfonso Reyes, Rosario Castellanos, Beatriz Espejo, Hugo Argüelles, Sergio Pitol, Gustavo Sainz, Tomás Mojarro, Andrés Henestrosa y un sinfín de escritores jóvenes y consagrados. También incluyó algunas voces de sus amigos del grupo Contemporáneos: José Gorostiza, Xavier Villaurrutia, Jaime Torres Bodet, Carlos Pellicer, entre otros. Desde el primer número se advierte la intención de la revista: “Alentar a los que ahora se inician; en consecuencia, estaremos atentos a la producción de los jóvenes con auténtica vocación por la literatura.”
Los veinte números de Estaciones fueron auspiciados por el doctor Nandino; su consultorio médico en la calle de Revillagigedo 108, despacho 202, sirvió también como oficina de la revista. La publicación tenía pocos suscriptores, aunque se valía de algunos anunciantes: imprentas, empresas de azúcar o de sorteos; también se anunciaban al final charlas con autores o presentaciones de libros. Desde su consultorio, Nandino recetaba a sus pacientes a la vez que corregía pruebas, revisaba escritos y atendía peticiones de toda índole. La revista tuvo detractores, como Fernando Benítez, quien jamás confió en la labor de Nandino y con frecuencia minimizaba su trayectoria poética. No obstante, sería Benítez quien se llevaría a varios de los colaboradores de Estaciones a su famoso suplemento México en la Cultura.
En Estaciones también hubo espacio para números casi monográficos sobre autores hispanoamericanos o españoles. Más allá de la reseña de libros, la crítica de arte y literaria tuvo un lugar preponderante. En el núm. 3, por ejemplo, el tema del surrealismo ocupa la atención de varios colaboradores, entre ellos el propio Nandino, quien publica: “¿Después de surrealismo… qué?” En este texto, el autor arremete contra una “moda” trasnochada en México: escribir para él no debe ser una moda o imitación, pues de esta forma no hay autenticidad. Lo que espera el poeta a partir de su disertación es que la libertad creadora no se suscriba a ninguna tendencia impuesta por los poetas que dictan las formas de escribir en México. Para esa época, es claro que la alusión es a Octavio Paz, quien según Nandino, le hizo “la conspiración del silencio”, es decir, lo borró del panorama literario mexicano.
Varios números de Estaciones también aparecieron con ilustraciones intercaladas de obra de artistas, como Raúl Anguiano, Salvador Dalí, Joan Miró, Georges Braque, Pablo Picasso o Dolores Álvarez Bravo, quien inmortalizó en esta revista a la famosa muñeca Aurelia, con la que Xavier Villaurrutia quedó maravillado desde que la vio en una tienda de antigüedades en Puebla hasta que la compró y la trató como a su compañera.
Con el núm. 20, invierno de 1960, Elías Nandino cierra la primera época de la revista y delega en Gustavo Sainz la dirección. Con sesenta años de edad, Nandino continúa su labor poética y el impulso de otras revistas, como Cuadernos de Bellas Artes, que dirigió de 1960 a 1964 con el fin de seguir apoyando a las nuevas voces de la narrativa, la poesía, la pintura, el teatro, el ensayo y la crítica literaria.
Nandino siempre estuvo pendiente de la escritura y dirección de revistas en los jóvenes. Cuando regresó a Jalisco, después de haber vivido más de cincuenta años en Ciudad de México, estuvo al lado de los escritores jaliscienses que participaban en publicaciones como Campo Abierto, Cuadernos de Occidente, Papeles al Sol, La Capilla, entre otras, en las que se difundió la obra de varios de los jóvenes que participaban en su taller literario.
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