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Hugo Gutiérrez Vega
LA POESÍA GRIEGA CONTEMPORÁNEA (VI DE X)
El poeta dicta sus precarias órdenes que se cumplen en un territorio ideal, pero que en lo real fracasan y culminan con la entrega del alma. También Pellicer reordenaba el paisaje: “Jugaré con las casas de Curazao,/ pondré el mar a la izquierda/ y haré más puentes movedizos.” En la poesía de Elytis la continuidad de la historia y de los mitos griegos está garantizada por una poesía de total intemporalidad. Al igual que Seferis, Elytis recoge mitos y arquetipos y les da vida a través de unas formas líricas llenas de fuerza y de frescura original.
“Domingo 12” epígrafe: Recuerdo de Memá. “Bajé al patio de baldosas rosadas, con la maleza y en el centro la parrilla encendida como para un sacrificio.// Apareció de pronto en el aire una cabeza de buey coronada de flores y luego repentinamente se perdió.// Se había equivocado de siglo.// Después se vio el camión con los pertrechos del convento y al padre Isidro llevando en una bandeja el guiso mortuorio.”
Francisco Torres Córdova se ha echado a cuestas la hermosa y pesada tarea de traducir la prosa de Elytis. En ella, al decir de Castoriadis, la historia griega es una metáfora de la historia universal. Todo les pasó antes a los helenos. Su experiencia es la primera; ellos, como Sócrates, al final de su vida “sólo sabían que no sabían nada”, pero las palabras que crecían en su interior tenían la terrible belleza del principio de la mente humana, las primeras constelaciones pensantes en el cerebro primordial.
Los hombre pasan, mueren, pero el pensamiento permanece:
“Domingo 19 c”: “Blancas astillas de cielo en la noche/ camino y está cerca el perro de mi luna.// Un Gabriel desconocido me hace señas/ –De acuerdo, todos moriremos; ¿para qué?// En lo alto como estrella la ventana del norte/ que olvidaron abierta y con luz.// Los demás duermen provisional o eternamente/ boca arriba y con el rostro descubierto al cielo.// Camino y están cerca mis días contados/ –De acuerdo, sí; pero esta vida no tiene fin...”
Nuestra pequeña muerte individual se hunde en el gran río de la muerte que es, por otra parte, el gran río de la vida. Este río está formado por todo lo pensado y poetizado desde que el gran ciego, nuestro señor Homero, cantó a los dioses y a los hombres –parafraseando la leyenda del sepulcro de Virgilio– en la epopeya troyana, y cantó a lo eterno en los viajes del ingenioso Odiseo que tenía el corazón puesto en Ítaca, ese lugar al que todos queremos retornar para encontrar al ser que se nos ha perdido en medio del estruendo.
“Jueves 7 m”: “De tanto no pensar en nada y no conmoverme de nada, se me/ sublevó el tiempo y me saltó en medio del mar de Creta.// He cumplido miles de años de edad y ya uso la escritura minioca/ con tanta soltura que la gente se queda perpleja y cree en el/ milagro.//Menos mal que no puede leerme.”
Elytis, como San Juan de la Cruz, Garcilaso, Quevedo, Góngora, Goethe, Dante, Camoens, Shakespeare, Milton, Donne, Rilke, Rimbaud, Eliot, Vallejo, Neruda, Kavafis, Pessoa, Lorca, Machado, Borges... ha cumplido miles de años y ha retornado a la escritura primordial de las islas. La poesía –aunque los poetas mueran al igual que las bestezuelas– siempre cumple mil años y siempre está como recién hecha. Otra cosa es que muchos no puedan leerla. No hay queja en esta afirmación, ni siquiera una amarga ironía. Sólo hay una constatación que no produce angustia porque las cosas son como son y los hombres nada podemos hacer para cambiarlas. El canto permanece y se une a otros cantos para formar parte del río de la vida. El poeta sólo puede decir. Nada más puede hacer. La muerte es el único enemigo, pero como forma parte de la vida, su aceptación tiene que ser tan natural como el día, la noche y el paso de las estaciones.
(Continuará)
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