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El profeta insumiso: William Blake (1757-1827)
RODOLFO ALONSO
Tras las huellas de Lowry en Oaxaca
ALBERTO REBOLLO
Los dos talleres de Nandino
Elías Nandino y Estaciones
GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ
Elías Nandino, entre poesía y bisturí
LEONARDO COMPAÑ JASSO
El poeta frente al espejo
GUADALUPE CALZADA GUTIÉRREZ
Leda Arias: búsqueda, compromiso y permanencia
INGRID SUCKAER
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Germaine Gómez Haro
Cai Guo-Quiang: la explosión sensorial
El arte contemporáneo chino comenzó a llamar la atención
a principios de la década de los noventa en las bienales de
Venecia y Sao Paulo. Actualmente ocupa el primer lugar en
el mercado artístico internacional y sus principales representantes
forman parte de las mejores colecciones del orbe.
A partir de la Revolución cultural ha predominado en el arte
chino el tema de la crítica política, pero también hay artistas
que se han abocado a la exploración y cuestionamiento
de las riquezas milenarias de su pasado artístico e
histórico, indagando en conceptos relativos a la identidad,
la tradición y su relación con la modernidad, la cosmogonía
y las filosofías budista y zen, entre otros temas. En este terreno
se mueve Cai Guo-Qiang, una de las figuras de primer
rango en el arte chino actual cuya mega exposición hace
dos años en el Guggenheim de Nueva York lo catapultó a la
esfera de los artistas más cotizados del mundo. El Museo
Universitario de Arte Contemporáneo (MUAC) de la UNAM presenta
una impresionante exposición creada por este artista
ex profeso para el espacio de exhibición y cuyo tema está
inspirado en nuestro país.
Guo-Qiang fue uno de los primeros artistas noveles que,
a principios de los años ochenta, se apartaron de los cánones
del arte oficial que permanecía al servicio de la agenda
política, al apropiarse de las influencias del arte occidental
prácticamente desconocido en su tierra, para comentar y
criticar los modelos culturales impuestos por Mao Zedong.
Guo-Qiang nació en 1957, en la región sureña de Quanzhou,
hijo de un calígrafo convencional cuyas enseñanzas en las
artes tradicionales chinas le proporcionaron un sólido bagaje
cultural. A los veinticuatro años fue a estudiar artes
escénicas a Shanghai y muy pronto se interesó en las artes
visuales, propiamente en los modelos occidentales que
con dificultad comenzaban a tener presencia en esas latitudes.
A partir de un largo viaje por el campo en diferentes
regiones de su país, Guo-Qiang se inicia de lleno en la pintura
y opta por un “autoexilio espiritual” en Japón, donde
permanece de 1986 a 1995. Es ahí donde logra involucrarse
de lleno en el mainstream internacional y su excepcional
trabajo consigue sus primeros reconocimientos. En 1995
se muda a Nueva York, donde vive y trabaja hasta la fecha.
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La creación de Guo-Qiang es sin duda un ejemplo del
artista contemporáneo que no tiene reparos en explorar
toda suerte de técnicas y medios para lograr obras y acciones
(performances) ambiciosas y sin precedentes. Una de
sus principales características es el uso de la pólvora –tomando
en cuenta el peso que tiene el descubrimiento de
esta sustancia explosiva en la cultura china– para crear sus
“proyectos de explosión” en espacios abiertos y sus hermosísimos
“dibujos de pólvora” en los que compone todo tipo
de imágenes mediante la aplicación de diferentes tipos de
este explosivo, mechas y plantillas colocados sobre hojas
de papel hecho a mano. Las mechas encendidas producen
una serie de explosiones “controladas” sobre la superficie
del papel, dando lugar a misteriosas escenas o figuras que
el espectador logra entrever a través de las huellas producidas
por la quemadura del papel.
Ignición |
Cai Guo-Qiang: resplandor y soledad es el título de la
muestra en el MUAC que consiste en la escenificación de paisajes
y motivos mexicanos plasmados en catorce monumentales
dibujos realizados con pólvora sobre papel, dispuestos
en la enorme sala del museo en torno a una
instalación de piedras volcánicas en cuyo centro se recreó
la fisonomía del lago de Texcoco con mezcal. Sobre la superficie
lacustre cuyo aroma etílico invade la sala creando
una atmósfera extrañamente sensorial, se reflejan los alucinantes
parajes mexicanos. En algunas de estas escenas
campiranas se vislumbran personajes a caballo, campesinos
y revolucionarios inmersos en un paisaje netamente
mexicano entre maizales, magueyes y nopales, o bien bajo
la presencia soberbia de los volcanes Iztaccíhuatl y Popocatépetl.
Sin embargo, el tratamiento del dibujo, profundamente
poético y evocador, remite directamente a la tradición
del paisaje oriental en tinta china, transgredido por el
artista mediante el uso de su muy particular técnica de explosivos.
En una sala anexa se proyectan varios videos que
documentan sus ambiciosos “proyectos de explosión” realizados
en diferentes ciudades del mundo, y el alucinante
proceso de ignición de sus dibujos con pólvora. El sustento
conceptual de este trabajo, a decir del propio artista, consiste
en “investigar el poder destructivo y constructivo de
la naturaleza y comprobar que la destrucción puede también
ser creadora”.
El arte de Cai Guo-Qiang, sutil y equilibrada fusión de la
tradición y del pensamiento oriental y occidental, es un
canto poético que conduce
al espectador por
los senderos más sofisticados
de la experiencia
estética. Un arte que
seduce a la mirada y sacude
el intelecto.
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