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Buscando el rostro de la poesía
Ilustración de Huidobro |
En los años preparatorianos fundé con algunos amigos un círculo literario. Pegábamos poemas en un muro los lunes (como los “San Lunes” de Guillermo Prieto); nos interesaba la reacción de los que se detenían para leer. ¿Qué encontrarían en un poema o en la reseña de un libro? Nos agradaba la idea de Octavio Paz: “la poesía y el toreo son artes de exponer”. Por esos años alguien me prestó libros de poemas de Efraín Huerta (Estampida de poemínimos) y de Marco a. Montes de Oca (Pedir el fuego). Más adelante conocí a los Contemporáneos; me sedujo el lenguaje, la prestidigitación que rebasaba lo elemental, el objeto no era real, su sustento estaba –está– en el lenguaje. Luego vinieron las definiciones: “El don de apoderarse de las cosas mediante inesperados bautismos”, “el alma inaugurando una forma”, “un caracol nocturno en un rectángulo de agua”, “el sonido de la pluma cuando cae hasta el fondo del cañón del Colorado”, “una fiesta del intelecto”, “pan de los elegidos, alimento maldito”, también era el “golpe de dados” al que Vicente Quirarte se refiere cuando afirma que “la poesía es una apuesta en favor de la vida. Quien se atreve a servirla acepta existir al filo del tiempo, a verse expuesto a caídas y elevaciones, a tempestades y sequías”.
La gran poeta y maestra Elsa Cross nos preguntó un día en un taller literario si los ahí presentes sabíamos una definición, propia, de la poesía, o si sabíamos qué era. Algunos, dando tumbos, lograron entretejer sus palabras. Yo aún no lo sé, pero, modestamente, creo que es más efectivo preguntar “¿cómo la intuyes?”, y creo que no saberlo es un primer paso hacia la naturaleza de la escritura poética. Algunos maceran el poema, lo rumian, lo mastican largamente hasta que un día tropiezan con la pluma o el teclado y lo concretan. Otros escuchan el “dictado imprevisto” y son poseídos por una fuerza de sentido…
Hasta hoy no hay noción permanente sobre lo que es la poesía, sólo recipientes de fondo y forma llamados poemas. He visto a la poesía, la he escuchado en la música, en el cine, incluso la he tocado… La escuchará, la engullirá, la tocará, la olfateará o la verá quien pueda descifrarla, o más sencillamente, quien la entienda sin que necesariamente la entienda: desde que nacemos todos somos lectores de poesía.
En India se sabe que la poesía, para escribirla, “sólo se entrega a quien ella quiere”, y es creíble desde el ángulo de las preferencias. Algunos serán apolíneos, otros dionisiacos; las enormes distancias que hay entre un poeta como Paz y otro como Neruda, lo ejemplifican (Víctor Toledo dixit). Ambos poetas recorren caminos distintos pero llegan al mismo punto: consuman el poema (el Nobel es coincidencia).
Poesía no eres tú, indica el título del Poemario de Rosario Castellanos. Paco Ignacio Taibo i le contestó a Castellanos con Pit, “el gato culto” que aparecía en la sección cultural de El Universal, cuando dijo: “Poesía no eres tú, es la otra.”
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