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Hariprasad Chaurasia y su flauta de bambú
Si nos hubieran dicho hace unos años que Hariprasad Chaurasia vendría a tocar a Ciudad de México (¡a un foro de la colonia Condesa!), nos hubiéramos echado a reír. Pero bueno, los tiempos cambian y, a veces, para bien. Considerado por muchos el más grande flautista que ha dado India, Chaurasia hará sonar su alma el 4 de febrero a las 20 horas en el Plaza Condesa del DF.
Primero luchador como su padre y luego cantante, el nacido en Varanasi cuenta hoy con setenta y tres años de edad, la gran mayoría dedicados al bansuri, flauta de bambú cuya técnica perfeccionara gracias a Pandit Bholanath. Sin embargo, y aquí lo relevante, el lenguaje de Chaurasia trascendió los límites que suponen la música tradicional y clásica; abrevó en las aguas de Europa y, más aún, entró en contacto con el jazz estadunidense. De ahí sus colaboraciones con el guitarrista John McLaughlin (Mahavishnu Orchestra y Shakti) y Jan Garbarek, magnífico saxofonista conocido por su atrevimiento experimentando en dotaciones atípicas. Igualmente, Chaurasia ha grabado con otros genios como Ravi Shankar y Zakir Hussain, e incluso cuenta con un crédito en The Inner Light del beatle George Harrison.
Ahora bien, ¿qué tiene de especial tocar la flauta de bambú? Para empezar, debemos decir que por la sencillez de su material y por depender del aliento, se trata de un instrumento que puede reflejar de manera eficaz e inmediata la sensibilidad de quien interpreta una pieza en él. El mismo Hariprasad ha dicho en entrevistas que su elección tuvo que ver inicialmente con la simpleza del objeto, aunque también el dios Krishna jugó un rol importante en su decisión de vida. Si recuerda el lector, Krishna es una de las representaciones de Visnú (dependiendo el grupo religioso se puede considerar al revés), comúnmente representado tocando una flauta traversa con la que atrae a las pastoras púberes. Igualmente, el dios griego Pan aparece con una flauta de tubos paralelos que en Sudamérica se conoce como zampoña. Así, con el mayor récord de pruebas históricas, el sonido de este práctico y portátil caño parece uno de los más antiguos que haya producido el hombre en un instrumento musical, pues se encuentra en todas las culturas.
Regresando al concierto del 4 de febrero, diremos que el señor Chaurasia vendrá acompañado del cuarteto India integrado por Bhawani Kathak en la pakhawaj (percusión), Vijay Ghate en la tabla (percusión), Pushpanjali Chaurasia en el tanpura (instrumento de cuerda) y Sunil Avachat en la otra flauta bansuri. Sobre éste último, Sunil, también hay cosas que decir. No sólo es el discípulo más cercano a Hariprasad, sino un reconocido constructor de flautas y líder notable de proyectos que mezclan la música india con la de España y Corea del Sur.
Finalmente, un dato para el melómano curioso: ¿quién en México desarrolla el lenguaje que ha hecho grande a Hariprasad Chaurasia? Destaca Fausto Palma, compositor multiinstrumentista que ha paseado el esqueleto por Nueva Delhi, Siria, Egipto, Jordania y Líbano, no sólo en plan de viajero sino de estudioso musical. Fundador del sexteto Petra, ha sacado tres discos: Farah, Zinat y Down, este último un álbum doble editado por el sello Intolerancia. Otro que ha profundizado en los sonidos de India es Francisco Bringas, percusionista especializado en la tabla. Uno más es Hollving Argáez, sitarista que ha pasado cerca de una década estudiando en India, rodeado por grandes maestros de la vertiente hindustani.
Para aclarar, digamos que la rama hindustani es la música clásica del norte, mientras que la carnática corresponde al sur. Hariprasad Chaurasia es uno de los máximos representantes de la primera, más conocida fuera del continente. A ella se debe el desarrollo de las talas (fundamento rítmico) y las ragas (fundamento melódico). En ambos territorios, eso sí, la importancia de cada nota es trascendental y guarda complejos significados.
Así, pues, ver a Chaurasia en vivo significa acercarnos a una parte primitiva del aliento humano, pero también a su ser divino, no por esoterismos chabacanos, sino por su capacidad para crear mundos a partir del juego espontáneo, sólo con un tubo agujerado de bambú. Claro, habrá que lidiar con los amantes del incienso y el pachuli, con los yoguis y las vendedoras de cuarzos, pero bueno, lector apreciado, si alguna vez quisiste enfrentar lo mejor de India, este es el momento.
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