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Soledad de una madre
Takis Sinópoulos
Hay un fondo extraño para mí. Hace tiempo
que duermo a la mitad de la muerte y las cosas
y todo cuanto es mío es el derecho a soñar
aquello que alguna vez tuve. Hablo sobre todo
de las pequeñas voces alegres en el piso de arriba
de aquella curva especial de la rama
en la cerca con la luz del pájaro
que se vuelve primavera y parece ser
en las cosas ausentes una repentina presencia.
Hablo de mí. Y de vosotros. Y esto que lo sepa
Ioanna, la golondrina, con la penumbra en el movimiento
con el cuerpo de fuego que se aleja
ya que no escuchó ya que alguna vez escuchará el sonido
de la soledad en esta casa mirando
en la pared al niño muerto, en la fosa a mí
que ahora no tengo ya rostro y no existo
dentro de aquello que construí y todavía construyo.
Aquí en la casa el olor de la madera que arderá mañana.
La piedra que mañana morderá mis huesos secos.
Dime entonces qué esperas
detrás de tu sábana blanca con los ojos inmóviles
esposo mío de antes rey cuarenta años muerto.
De El canto de Ioanna y Konstantino, 1961 |
Véase La Jornada Semanal núm. 732, 15/III/ 2009
Versión de Francisco Torres Córdova |
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