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Identidad e idioma en el sur de Estados Unidos
entrevista con Antonio Cortijo
Antonio Valle
A finales de la década de los ochenta, Antonio Cortijo se marchó de España con una beca a Canadá, hizo un doctorado en Berkeley y se quedó a trabajar en la Universidad de Santa Bárbara, California. Veinte años después ha publicado cerca de treinta libros en torno a la literatura, historia e historia de la ideología. Uno de los temas que más ha investigado es el teatro de la época áurea y sus autores peninsulares y novohispanos. |
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–Cuéntanos algo sobre el origen del teatro escrito en español y su relación con la música.
–Conocemos bien el teatro de la época de Lope de Vega que se desarrolla en corrales, en teatros fijos o en escenarios que prácticamente son como los de hoy en día. Sus tramas son como las que actualmente esperamos en una obra teatral. Conocemos el teatro de Plauto y Terencio; el teatro latino y el teatro griego, que en el siglo XV fue recuperado con el humanismo en la corte y las universidades. Pero los comienzos del teatro español (con autores que todo el mundo conoce, como Juan de la Encina, Lucas Hernández y Gil Vicente) pertenecen a un mundo ligeramente distinto. Pertenecen al mundo de las cortes, en donde el espectáculo no necesariamente es lo que actualmente esperamos de una obra teatral. Por ejemplo, mezcla un banquete en una comida con un interludio, los mismos comensales representan una especie de obra teatral donde hay diálogos entre pastores o entre villanos, que después dará lugar a la tradición del villancico. Rodrigo de Reinosa es uno de los personajes que pululan en el entorno de las cortes. Escribe algunas piezas: coloquios, dramas y coplas que luego publica en pequeños libros, lo que se llama el “pliego suelto”, que tienen entre una y dieciséis paginitas. Al hacerse más económica se populariza una literatura que fomenta los valores del diálogo, de lo dramático y del coloquio. Esto da auge al teatro porque sale de las cortes nobiliarias. Lo importante es que en muchas de estas composiciones aparece en el título, claramente expresado, que son coloquios o coplas que deben cantarse al son, o al tono de la canción tal y cual. A todo este tipo de composiciones, que no entra dentro de las categorías del teatro tal y como lo conocemos, de Shakespeare o de Lope de Vega, se le da el título de parateatral, lo cual significa que no hay separación entre público y espectador y sí la presencia musical de variadas maneras. De aquí va a surgir la ópera, la opereta y la zarzuela, modalidades que continúan prácticamente hasta nuestros días y que también son recogidas con los nombres de “follas”, “folías” y “vodevil”. En los siglos XV y XVI hay una recuperación de las obras de Plauto y de Terencio. La gente conoce esas obras que fueron escritas mil 500 años antes, las lee y las utiliza como referente. Esto sucede gracias a que los nobles tienen tiempo libre y medios suficientes para divertirse con estos espectáculos. De repente se convierte en un género literario tremendamente exitoso. Este tipo de teatro permite hacer una representación de la realidad, convirtiéndose en una especie de televisión del siglo XVI. En una obra de ese siglo se puede simplemente entretener o también funcionar como una especie de espejo crítico de la sociedad. Las obras de diferentes autores a finales del XVI, pero sobre todo a principios del XVII con el drama áureo, se catalogan según los diferentes propósitos que tienen. Por ejemplo, la comedia de capa y espada simplemente es un género de entretenimiento que no plantea ninguna problemática, es una comedia de enredo, de amor, de complicaciones en el escenario para pasar el tiempo. Pero uno puede leer, por ejemplo, obras históricas teatrales que analizan la historia de España más cargadas políticamente. O una historia como Fuenteovejuna, donde el espectador puede ver reflejada la realidad histórica del momento. En realidad, la psicología del ser humano no ha cambiado nada. Los sentimientos que reflejan estas obras son tremendamente contemporáneos. El siglo XVI es el momento en el que se crea el Estado moderno. Nuestra sociedad es hereditaria de ese siglo. Del centralismo político y de la creación del sujeto.
Ilustración de Enrique Chagoya |
–A propósito de lo que dices, ¿no te parece que el mismo Cervantes se nutre en esa tradición dramática; por ejemplo cuando escribe sus juegos de intergénero?
–Cervantes es uno de los grandes frustrados del teatro. Vemos que sus entremeses, realizados con gran esfuerzo, no logran triunfar en el mundo teatral. Digamos que Cervantes prestó tributo a este género escribiendo una serie de obras tremendamente representativas. Desde el punto de vista de los géneros, El Quijote recupera varias fórmulas que se fueron intentando durante los siglos XV y XVI en España: la novela sentimental, la novela bizantina, la novela de viajes, o la novela caballeresca, como el Amadís de Gaula. Es a todo esto a lo que Cervantes le otorga un referente muy contemporáneo. Lo que hace El Quijote es remodelar estos géneros literarios para crear una gran novela, tal y como él la concibe sobre el individuo dentro de la nueva sociedad del Estado moderno. Las primeras manifestaciones teatrales del siglo XV aparecen dentro de novelas, que en Castilla se llama la novela sentimental. En ellas se interrumpe la acción y los personajes representan una obra teatral. Algo semejante es lo que hace Cervantes, no sólo mediante el mecanismo de las cajas chinas introduciendo historias dentro de las historias, recurso heredado de la tradición narrativa árabe y de la tradición narrativa italiana a la manera de Boccaccio, sino que también hace mezclas intergenéricas. Acuérdate de El retablo del maese Pedro que realmente es un entremés metido dentro de la novela.
–Creo que de alguna manera las técnicas de esas puestas en escena se siguen empleando. Pienso por ejemplo en algunas películas de Pedro Almodóvar, en donde además de la historia dramática formal suelen aparecer diversos cuadros musicales en escena. En la perspectiva de la aparición de la música en el teatro, ¿qué ocurre con el cine y la televisión?
–No hay nada nuevo bajo el sol. Es como la energía, simplemente la estamos reciclando. Les damos nombres y nomenclaturas nuevas a cosas que en realidad han existido desde hace mucho tiempo. Esa es una de las maravillas de tener una preparación clásica. El teatro del siglo XVI cumple con un papel parecido al de la televisión. La novela de viajes, la novela bizantina, incluso la novela caballeresca, desempeñan una función semejante a la del cine. Santa Teresa decía que una novela la transportaba a otros lugares y a otros ambientes. Santa Teresa al leer una novela y quien sintoniza The History Channel prácticamente hacen lo mismo.
–Por lo que dices, el idioma español que se imparte en la Universidad de Santa Bárbara debe ser de muy buen nivel. En esta perspectiva, cuéntanos acerca de la trayectoria y de las propuestas culturales que realiza UC–Mexicanistas en un estado como el de California, que tiene un componente histórico y social tan complejo.
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–UC-Mexicanistas se propone dar realce a la cultura mexicana de calidad dentro del sistema universitario de la Universidad de California; institución educativa que, al tener un enorme componente de inmigración mexicana asociada a un elemento socioeconómico de gente con muy pocos recursos económicos, produce en la conciencia colectiva del californiano una asociación de México con la pobreza, con la falta de cultura y de escaso interés por el desarrollo intelectual. Por supuesto, eso no es México y no representa a su cultura. Sara Poot Herrera, junto con otros académicos y escritores, ha creado un grupo de trabajo que se encarga de realizar una especie de labor de embajadores de lo mexicano en Estados Unidos. Fruto de ello son sus congresos y publicaciones de gran calidad. En los congresos se reúnen especialistas universitarios, críticos literarios y escritores, en una mezcla de lo académico con lo creativo. UC-Mexicanistas es un canal para que escritores mexicanos puedan acudir a Estados Unidos a un circuito de conferencias. Como la Universidad de California es una de las más grandes y de las más prestigiosas dentro del sistema universitario de Estados Unidos, el hecho de que exista el canal de UC-Mexicanistas como vehículo de la relación cultural entre México y Estados Unidos es fabuloso.
–¿Cómo defines entonces la identidad cultural de esos jóvenes universitarios, qué papel juega lo hispanoamericano en su formación?
–Ser hispano es hablar inglés y tener cara indígena, medio chapurrear el español en un registro bajo que te permita hablar con los abuelitos, que te guste comer taquitos, pero no tener un orgullo cultural que esté en pie de igualdad con la cultura anglosajona. Así se está creando una capa de población asimilada a lo estadunidense que sólo mantienen vestigios hispanos. A mí me interesa algo así como despertar la conciencia de estos chavales, decirles: “Ustedes pertenecen a un grupo cultural que crea la primera universidad y la primera imprenta de América.” Cuando les pregunto dónde se crearon las primeras óperas, ellos contestan que fue en Boston; no relacionan el español con la alta cultura. Todo el sur de Estados Unidos es un sur hispano. El último censo elaborado a principio de año daba la cifra de cincuenta millones y medio de hispanos. Eso significa que hay más hispanos en Estados Unidos que en España, que en Argentina o que en Perú. No se quieren fomentar políticas culturales como las que se instrumentaron en Canadá en los años sesenta con el gobierno de Trudeau. Ahí se apostó por un país federalista y a la vez multicultural en donde los estudiantes tuvieron la oportunidad de escoger una educación en el idioma que desearan, o francés o inglés, con lo cual colocaron a los dos idiomas, o más bien a las dos culturas, en un mismo nivel. Eso es impensable en Estados Unidos. Si se sigue con el crecimiento demográfico, en cincuenta años se va a revertir el Tratado de Guadalupe Hidalgo. Tradicionalmente, Estados Unidos ha aceptado a comunidades de emigrantes en números reducidos. Todos esos grupos estaban separados geográficamente de sus lugares de origen. Para los mexicanos no es tan difícil volver a México. Lo hispano mantiene una unidad y una cohesión muy grande. Se trata de una comunidad que después de la segunda y la tercera generación sigue manteniendo su lengua. Desde el punto de vista de la identidad, y esto puede producirse también desde un punto de vista económico, se trata de la mexicanización de Estados Unidos. A los jóvenes les ofrecemos un idioma que les permite sentirse orgullosos. Al cabo de seis o siete años tal vez ellos se han olvidado de tal o cual obra de Lope de Vega, pero recuerdan con orgullo que forman parte de una cultura importante.
–¿Sabes que en México estamos permeados por expresiones del habla coloquial estadunidense y que aquí se habla un español insuficiente, en la vida cotidiana y también en los distintos niveles de educación básica, secundaria y hasta profesional?
–Eso también sucede en España. La gente ya no habla bien; dice un gran número de anglicismos o tiene pocos registros del idioma a un nivel familiar. El único modo de poder expresar el pensamiento es a través de la palabra. Habría que pensar cómo se ha creado una especie de cultura globalizada donde el común denominador es lo mediocre. Si no se fomenta amor y conocimiento por la palabra, terminaremos comiéndonos nuestras propias ideas porque no vamos a conseguir expresarlas.
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