Portada
Presentación
El bautizo de un libro
Leandro Arellano
Aquellos ojos brujos
Esther Andradi entrevista
con Cornelia Naumann
El Che: la perduración
del mito
Marco Antonio Campos
Las posibilidades
de la mirada
Gustavo Ogarrio
Rogelio Cuéllar y el rostro de las letras
Francisco Noriega
Los diarios
José María Espinasa
Leer
ARTE y PENSAMIENTO:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Ricardo Yáñez
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
Ricardo Guzmán Wolfer
Cinexcusas
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La Jornada Semanal
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Ricardo Yáñez
René
Cuando estudiaba literatura en la Normal Superior le dije que cómo pretendía escribir si tenía tan pocos libros.
–Uh, y eso que mis compañeras dicen: “René, ¿para qué lees tanto?”
–Rasúrese, René, ¿qué no es usted maestro? –lo conminó una autoridad secundariana.
Lo que hizo, eso sí: en vacaciones (“así nadie me puede reclamar”), fue teñirse el cabello de azul y decidir comprarse una patineta, que no sé si compró.
Su sentido del humor salta a la vista, mas no se crea que carece del común. Y aunque de pronto su verso es mera carrilla a la literatura (a La poesía), sabe ceder a lo lírico. Recuerdo un pinchazo de amor dolido y a la vez –cómo no, viniendo de quien viene– de desamor liberador.
Suele tomarse como invención jacarandosa (no lo es) un texto en que –sintetizo– el regio confía: Mi hermano no es más mi hermano, ya es mi hermana. Mi madre llora. La consuelo: No llores, al menos por trabajo no sufrirá. ¿Cómo dices? Pos donde quiera yo veo anuncios solicitando personal de ambos sexos… |