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Celebración a la música de Guillermo Briseño
Ver a Guillermo Briseño tocando el piano es un privilegio tan grande como escucharlo cantar o como leer su poesía. También es privilegio platicar con él. Eso entendimos aquel jueves 22 de abril de 2012 cuando nos invitó a su programa de radio en Código DF –estación por internet del gobierno de Ciudad de México– para, simplemente, conversar sobre lo que hacíamos entonces. Funes borgiano; aquella tarde y como siempre, Memo hilaba fino ante el micrófono evidenciando salones de memoria ventilados y luminosos, proyectando anécdotas a través de los ojos encendidos. ¿Que quién es este enorme artista?
En recuento superficial diremos que desde los años setenta Memo ha sido: líder de la Cosa Nostra (banda seminal de funk con la que viajó por varias partes del mundo), creador de El Séptimo Aire (al lado de Hebe Rosell, Sabo Romo, Juan Carlos Novelo y el Sopas), comandante de la Banda de Guerra y del Glorioso Magisterio. Que con ellos abordó distintos géneros manteniendo una personalidad diáfana gracias a su voz y sensibilidad. Que ha sido conductor de televisión y locutor en radio; colaborador de coreógrafos como Marco Antonio Silva y receptor de numerosos reconocimientos que aplauden su imaginería y labor en la escuela que fundara hace casi una década al sur de Ciudad de México.
Sí, hasta donde sabemos Guillermo Briseño ha hecho eso y mucho más de manera honesta, ocupándose de serle fiel al espejo mientras atestigua con agudeza la historia que lo circunda; una historia muchas veces dolorosa y a la que intenta transformar a través de lo que, pensamos, es la única forma de cambiar al mundo: la educación y el poder de la lírica entendida no sólo como vehículo sino como engranaje del pensamiento, de una vocación preocupada por los otros.
Dibujo de Juan Gabriel Puga |
Dicho esto, la razón por la que hablamos de Memo Briseño este domingo, lectora, lector, es porque su hijo, el talentoso productor, ingeniero y multiinstrumentista Juan Sosa, acometió una empresa difícil –sentimental y materialmente hablando–, cuyo resultado presentó hace unos días en la Fonoteca Nacional. Es Caricia urgente, celebración a la música de Guillermo Briseño, un disco que tomó años hacer para, con beca de Conaculta de por medio, salir del horno al dente.
Son once piezas, casi todas albergadas en la amplia discografía de Briseño, a las que fueron invitados: Alejandro Lora en la poderosa y distorsionada “La escena me traspasa”; Andrés Calamaro en “El eslabón perdido”, espléndido remanso bonaerense; Eugenia León, Guillermo Vázquez y Betsy Pecanins en la mexicanísima y vibrante “La pobreza”; Saúl Hernández en la arriesgada “María de mis alquimias”, que supo conmovernos vocalmente y con las cuerdas de Rosino Serrano; Cecilia Toussaint en la funky “Te quiero”, con extraordinarios arreglos para alientos de Irving Flores; Javier Calamaro en la bellísima “Caricia urgente”, oda al deseo; Iraida Noriega en “Comparaciones”, para trío de jazz con toques a la Janis Joplin; Sabo Romo en “La gata hidráulica”, donde toca y canta con humor entre fisgonas armonías; Hebe Rosell en “Soy el agua”, licor de dignidad femenina; y el propio Juan Sosa en “Aquí estoy”, la más atrevida, lúdica y laberíntica del álbum. Para el cierre con “Viaje al espacio visceral” suenan las voces de Juan Manuel Torreblanca y Tania Libertad, quienes asumen la vena progresiva y retro desde un sabio terciopelo.
Por supuesto que a esta lista se suman músicos que no podemos enlistar con justicia, importantes todos en la órbita del Sistema Briseño y de quienes señalamos virtuosismo pero sobre todo cariño. Es por ellos que Caricia urgente sorprende y entretiene, que saca sonrisas y provoca movimientos afirmativos de cabeza. Es por ellos que movemos el pie y clavamos la mirada satisfecha en algún punto entre la pared, el techo y la ventana. Hablamos de una colección encomiable en su motor y sentido, sólida pese a las diferencias discursivas, impecablemente introducida en sus notas escritas por la finísima pluma de Frino: “Urgen pianos en las calles/ y Briseños que los toquen,/ urgen voces que retoquen/ la utopía en los detalles.”
Para terminar, y como dijera el propio Memo aquel día en la Fonoteca, es verdad que en pocos países como en México se regatea tanto el talento de la gente. Así que, aunque haya sido reconocido y celebrado por varias generaciones, aún no se ha dicho ni publicado lo suficiente sobre la importancia de su persona para quienes continúan la tradición del rock y la palabra. Aquí nuestra pequeña contribución en sus setenta años de vida, junto con una petición final que estamos seguros que él suscribiría: Justicia para Rubén Espinosa, Yesenia, Nadia, Simone y la cuarta mujer que los acompañó en la muerte. Buen domingo. Buena semana. Buenos sonidos.
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