Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Algo sobre
Rubén Bonifaz Nuño
y Manuel Acuña
Marco Antonio Campos
Enrique Semo: las
enseñanzas de la historia
Héctor Díaz-Polanco
Los desaparecidos
ya no lo están
Eduardo Mosches
La silueta
Lenin Guerrero Sánchez
Haití: intervencionismo
y hambre
Fabrizio Lorusso
Al pobre diablo
Juan Manuel Roca
Leer
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
De Paso
Guillermo Samperio
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
A Lápiz
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Cinexcusas
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Felipe Garrido
Ensueño
Lo que ella deseaba era tener un compañero. Sentirse querida, tomada en cuenta; demostrar abiertamente su cariño. Acostarse con su pareja. No que quisiera tener sexo todo el tiempo; quería dormir con alguien, estar a su lado en la noche; desvanecerse tibiamente entre sus brazos. Cada mañana se sentaba al borde de la cama y dejaba pasar el tiempo mientras imaginaba que él estaba en la regadera y ella le planchaba la toalla, para que la tuviera calientita. Que cocinaba para sorprenderlo; paso a paso planeaba visitas a las iglesias, caminatas por los parques, idas al cine o a la feria o de compras; construía sus conversaciones con minucia; qué diría ella, qué le contestaría él; las palabras exactas que le irían cayendo al oído cuando fueran en el Metro o caminaran entre los árboles o vieran llover desde una ventana, siempre abrazados. Quería pasar la vida de su mano, envejecer a su lado. Y el tiempo seguía deslizándose, sin ruido, sin compasión. |