En estos días, si se va caminando por ciertas zonas cálidas llegamos a toparnos con algún cafetal, donde los frutos rojos resplandecen y nos acercamos a ver los frutos de más cerca, extrañamente, es posible escuchar un tenue murmullo, y aguzando el oído, encontramos que es una larga conversación entre jóvenes. Los desaparecidos no se han ido. Están dando vueltas, conversando con nosotros, entre ellos, arremolinados discrepan, actúan contra la imposición de hacerlos fantasmas, no son invisibles, son miles los que danzan y caminan. Se ponen a pintar, aúllan, escriben, gritan miles de flores amarillas hechas consignas, salta el fuego de sus bocas, son dragones de amor. Mirar al otro, no olvidarlo.
Caminan y andan. Están destrozando laberintos, toman el toro salvaje, acarician su testuz con palabras, encuentran aliados en esta vida. Crearla, moldearla sin moldear, nueva como cordero recién nacido, revolotean las mariposas en busca del polvo de la vida, no aceptar lo ya hecho, huele a café quemado, tomar el vellocino de la existencia, untarse los dedos en el aceite del sudor, el sol se convierte en llamarada , y no hay silencio, hablar, hablar y hablar hasta la sofocación de los esclavizadores.
Las palmas golpetean en un sonido que retumba por las montañas, las calles repletas de automóviles, las esquinas se llenan de hombres y mujeres, las paredes se pintan de colores, se reparten arcoíris en los barrios, los frutos del cafeto se hacen llamas violentando el rojo de su grano. Juntando granos logramos crear montañas.
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