Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 30 de noviembre de 2014 Num: 1030

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Verano e invierno
en Balkonia

Ricardo Bada

Patrick Modiano:
esas pequeñas cosas

Jorge Gudiño

Edmundo Valadés
y la minificción

Queta Navagómez

Seis minificciones
Edmundo Valadés

Halldór Laxness, un
Premio Nobel islandés

Ángela Romero-Ástvaldsson

Gente independiente
(fragmento de novela)

Halldór Laxness

Clamor por
Camille Claudel

Esther Andradi

Leer

Columnas:
Galería
Honorio Robledo
Jornada Virtual
Naief Yehya
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Cabezalcubo
Jorge Moch
Jornada de Poesía
Juan Domingo Argüelles
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Ana García Bergua

Hamlet en Santiago

Hace unas semanas tuve la suerte de poder visitar la ciudad de Santiago de Chile, invitada con gran gentileza por la Universidad Adolfo Ibáñez y la Feria del Libro de Santiago. Pude ver, entre muchas otras cosas, el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos. Está frente al hermoso parque de la Quinta Normal y es muy impresionante. En él está meticulosamente documentado el período en el que gobernó Chile el dictador Augusto Pinochet, desde aquel día de septiembre de 1973 que muchos recordamos, el día del asalto al Palacio de la Moneda, el golpe de Estado y el asesinato del presidente Allende. En ese museo hay grabaciones, periódicos de aquellos días, películas y documentos, pero también cartas de los detenidos y desaparecidos, testimonios personales, dibujos infantiles, libros y obra gráfica, e incluso se puede ver una celda de tortura donde se escuchan testimonios de quienes la padecieron. Como en muchos otros lugares que fueron escenarios del horror, se busca que estos espacios muestren la barbarie a la que es capaz de llegar el hombre y se pretende, al recordarlos, que no se repita y que las víctimas de esas violaciones a los derechos humanos permanezcan en la memoria colectiva, no dejar que desaparezcan. Lo iba recorriendo al  lado de una querida amiga chilena a la que conocí en México durante nuestra juventud, cuando vino con sus padres exiliados y, junto a nosotros, un adolescente acompañado de sus padres no podía ocultar su sorpresa ante lo expuesto ahí. Yo estoy segura de que ese muchacho recibió una lección enorme para el futuro y que lo sucedido no se repetirá, por lo menos en Chile. También visité la casa de Pablo Neruda en Santiago, la Chascona, y vi la sala donde fue velado el poeta a su muerte, días después del golpe militar de septiembre de 1974, cuando la casa fue inundada y vandalizada; sin embargo, su esposa Matilde Urrutia, insistió en que se velara ahí como un mensaje contra esa misma barbarie.

También presencié una puesta en escena de Hamlet en el Parque Inés de Suárez, montada por The Globe Theatre, una compañía inglesa que ha estado recorriendo el mundo desde el 23 de abril de 2014, cuando se cumplieron 450 años desde el nacimiento de Shakespeare. La puesta en escena al aire libre, en una plataforma muy sencilla en la que los actores deambulaban y pasaban de un papel a otro, tenía una frescura magnífica, humorística y a la vez muy seria, muy viva, al punto de que uno repetía con emoción, desde las gradas, las frases que ya veía venir: to be or not to be, por supuesto, pero también alas!, poor Yorick y Rosencrantz and Guildenstern are dead, como si fueran parte de una canción muy popular y conocida. Y también vi otra obra de tema popular –Tal Tal– en un espacio teatral construido sobre uno de los puentes que cruzan el río Mapocho y una buenísima exposición de Marcel Duchamp, Man Ray y Dalí en el Museo de Arte Contemporáneo. Y mientras recorría la capital de Chile en medio de la primavera, con todo y jacarandas santiaguinas, pensaba en México y en lo que está pasando aquí, y una señora que vendía tapices bordados me preguntó por los 43, y cuando pasábamos por la Escuela de Pedagogía que estaba de fiesta pudimos ver, en un cartel que daba a la calle puesto sobre la reja de la escuela: “Nosotros somos 43.”

Y me sentía no sólo en otro lugar del planeta, un lugar muy lejano ciertamente, sino también en otro lugar del tiempo, en el que las atrocidades se recordaban como algo que no se iría a repetir y se veían obras cuyas tramas de gobernantes locos y asesinos eran cosa de teatro, de actores con capas y faldones. Y pensaba que regresaríamos a México y diríamos to be or not to be, Alas poor Yorick y Rosencrantz and Guildenstern are dead y otras cosas muy shakespeareanas, pero después de escuchar el noticiero o leer los periódicos, y no en boca de actores con túnicas, sino de políticos, activistas, estudiantes, gente de todos los círculos. Nosotros no hemos sufrido un golpe de Estado y no vivimos en una dictadura militar, pero grandes zonas del país se encuentran en manos de delincuentes, lo cual es semejante a una dictadura, y hay políticos que son delincuentes, como el nefando alcalde, o están coludidos con ellos, lo cual también se parece a Shakespeare, y hay tantas víctimas y desaparecidos como en esa y otras dictaduras. Y me preguntaba si veremos algún día, en nuestro Museo de la Memoria y la Tolerancia, un memorial de las fosas de estos años.