Hugo Gutiérrez Vega
Carta a Simona Sora
Foto: filme-carti.ro |
Mi querida amiga:
El ensayo principal del número que dedicamos a nuestra querida Rumanía nos entregó un informe detallado de la situación actual de las letras rumanas. Conocíamos ya a Cartarescu y Manea, pero los nuevos nombres y la calidad de sus escritos nos están demostrando que la literatura rumana se encuentra en buen estado.
Quiero compartir contigo algunos nombres y algunos momentos de la historia literaria de la antigua Dacia. Simulemos una cena en cualquier restaurante típico de la periferia de Bucarest. Sugiero que el menú sea sarmale con mamaliga –esa especie de polenta o tamal de cazuela que une a nuestros países en torno al maíz–; una ciorba de pescados del delta del Danubio y algún plato de cacería: ciervo, jabalí o algún volátil. El vino será de la Bucovina y el postre lo aportará la comunidad magiar de Transilvania. Pienso en los prodigiosos Turosz palachinta –crepas con queso dulce y zarzamoras–, o en una fruta de Moldavia. En la sobremesa hablaremos de los padres fundadores: Creanga, Gala Galaction, el infatigable Sadoveanu, Calinescu y su novela emblemática El enigma de Otilia; el poeta Tudor Arghezi, traducido por Alberti y Asturias, rumanófilos deslumbrados y constantes; otro novelista, Rebreanu; los hermanos Petrescu –Camil y César–, su teatro y sus novelas; el complicadísimo y a la vez transparente Mijail Sebastian –en su historia aparece la Legión del Arcángel San Miguel, movimiento fascista presidido por Codreanu. Hablaremos también de otros poetas: María Banus, Beniuc –intelectual orgánico del régimen, Stanescu y Sorescu. Yo pensaré en Verónica Porumbaco, muerta en el terrible terremoto que destruyó una buena parte del París de los Balcanes. Recordaremos el poema sobre el horror atómico de Eugenio Jebeleanu y los dibujos de su esposa Florica. Ocuparán nuestra atención por un buen rato Panait Istrati, la ciudad de Braila de calles circulares, su personaje Codine, su barrio griego de la Comorofca, su amistad con Rolland, su complicada vida y su prosa originalísima.
La tertulia se detendrá por unas horas en la poesía y el pensamiento filosófico de Lucian Blaga, una de las voces poéticas más importantes del siglo XX.
Los ensayistas ocuparán la parte final de nuestra cena. Hablaremos de Eliade, maestro de varias generaciones; de Cioran y su lírico y abrumador pesimismo, que tenía un fondo de compasión y de angustia. Recordaremos a Noica y sus magníficos ensayos sobre las enfermedades del espíritu europeo y, por supuesto, abordaremos el tema de la legión fascista de Antonescu y su Guardia de Hierro, y los contradictorios años que antecedieron a la segunda guerra mundial. Te pediré que recordemos a Culianu, ayudante de Eliade, asesinado en Chicago en misteriosas circunstancias, de Steinhardt y sus vaivenes religiosos, y de tantos y tantos ensayistas que han dado a Rumanía un perfil de inteligencia y de profundidad en el análisis.
Ya con el café servido aparecerá Dimitriu, con todos sus inteligentes chismes sobre la Casa Real, y nos iremos pensando en Ionesco, el iniciador del teatro del absurdo, el prodigio de inteligencia teatral, el payasito que le dio al teatro moderno su rostro y sus perspectivas futuras. Haremos votos por que no vuelva a aparecer el cuerno terrible del rinoceronte totalitario y nos dará palabras de despedida Ion Luca Caragiale, que en su Carta perdida afirma que la esperanza es tan terca y tan ciega que logra hacernos sobrevivir.
[email protected] |