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El playback, hacer como que haces
Definamos playback. En el mundo anglosajón y globalizado del show business significa “pista de fondo” o “lo que suena atrás”. Básicamente es una artimaña gracias a la cual los productores de un espectáculo pueden ahorrar dinero y horas de trabajo en ingeniería de sonido, ensayos y demás actividades intrínsecas a la producción de un arte vivo. Esta forma de “mostrar” artistas –de domesticar a la audiencia– se extendió en la televisión latinoamericana hace décadas por sus carencias e ignorancia técnicas, pero también por la conveniente creación de “figuras” que no tendrían que probar su talento en directo, saliendo derecho del laboratorio al escenario en espacios tipo Siempre en domingo, una filosofía que luego se fortaleció con la cultura de los videos musicales provenientes de Estados Unidos. Sin embargo, y pese a la apariencia, son acciones distintas.
Atendiendo a la maestría con que algunos videoastas y cineastas han conquistado nuestras pupilas, el playback se justifica en los casos en que la canción se utiliza como banda sonora y no como un pretexto para exhibir un “producto” sin riesgos, en total control y buscando la perfección; cuando los músicos han probado con creces que saben desenvolverse en un escenario y que están frente a las cámaras buscando algo distinto. Lo demuestran trabajos de Anton Corbijn con David Sylvian, Depeche Mode, Joy Division, Nirvana y Nick Cave; de Michel Gondry con The Chemical Brothers, White Stripes, Björk y Beck; de otros –artistas y directores– que intentan experimentos notables. (Busque a Die Antwoord, por ejemplo.)
En pocas palabras, la creación de videos se cuece aparte al hablar de playback. Esto aunque no deja de chocar que los intérpretes “hagan como que tocan”, sí, y más sin los instrumentos conectados o puestos frente a un micrófono. Pero la naturaleza de un videoclip, su objetivo, no es escuchar a un grupo tocando “de a de veras”. Se trata de un juego distinto en donde melómanos y músicos se vuelven cómplices del montaje. El paso que no se debe permitir es el de hacer playback en vivo. Eso sí es todo un oxímoron.
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¿Sabe nuestra lectora, lector, de la gigantesca polémica que se armó tras la presentación de los Red Hot Chili Peppers en el Super Tazón XLVIII ocurrido recientemente en la ciudad de Nueva York? No somos aficionados al futbol americano pero sí nos interesan las producciones de Medio Tiempo. En esa ocasión estuvo como acto principal Bruno Mars. Claro, es seguro que productores, disqueras, manejadores y demás tiburones condicionaran al joven su actuación soñada obligándolo a invitar a una banda con peso, trayectoria e influencia entre los amantes de las cervezas y el grito desaforado. Los Peppers.
Total que allí sonó Bruno abriendo el espectáculo con un buen solo de batería que derivó en la potente entrada de su banda. Ahora, si esos músicos se prestaron a la farsa –hoy es casi imposible decirlo–, por lo menos quedó en claro que él estaba cantando en directo y, evidentemente, que todos estaban conectados y con micrófonos en alientos y percusiones. No ocurrió lo mismo con los rockeros, quienes entre muchas otras cosas han adquirido fama, precisamente, por no prestarse al playback. Tanto ellos como Nirvana causaron polémica en América y Europa en los años noventa arruinando producciones televisivas que creían haberlos convencido de, literalmente, “hacerse güeyes” (Top of the Pops, mtv Beach). Sea rompiendo la batería, cambiándose de instrumentos o bajándose del escenario en plena actuación, parecía quedar en claro su postura sobre el asunto, hasta ahora que la tentación fue mayúscula.
“Estábamos tocando sobre música grabada horas antes y decidimos no enchufar nuestros instrumentos, no fingir. Era como un videoclip con música en directo y tratamos de transmitir nuestro espíritu a la gente”, dijo Flea, bajista del grupo, cuando el escándalo ya dominaba las redes. No se le puede creer porque como estrategia es realmente torpe. Se trata, pensamos, del mayor de los descuidos. Y no por saberse ante más de 110 millones de televidentes sino por olvidar que la música sin música es un maniquí desnudo y envilecido. Así las cosas y pese a que los Red Hot han probado muchas veces su talento, les faltó el último paso de congruencia pasara lo que pasara (los contrataran o no). Le pusieron precio al odio. Aun con ello, no los colocaríamos en la misma lista de otros (¿Milli Vanilli, Ashlee Simpson, 50 Cent?) que han hecho del lip synk (sincronización de labios con la pista) un acto absolutamente grotesco.
B--- domingo. B---- semana. Buenos sonidos.
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