Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Chavela Vargas en la Residencia de Estudiantes
Marco Antonio Campos
El retorno del mito
Ricardo Venegas entrevista
con Víctor Toledo
El spanglish y la RAE
Ilan Stavans
Momentos estelares
Ricardo Bada
El sótano del
Ara militaris
Agustín Escobar Ledesma
El universo Piazzolla
Esther Andradi
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El retorno del mito
entrevista con Víctor Toledo
Ricardo Venegas
Foto: edicionespenpress.com |
Víctor Toledo recibió el Premio Nacional de Poesía Joven en 1983, la Medalla Presidencial de Chile Pablo Neruda en 2004. Becario en poesía y traducción de poemas del ruso. Doctor en Filología Rusa (Universidad Lomonosov de Moscú) e investigador del Doctorado en Literatura Iberoamericana (BUAP). Es autor, entre otros libros, de La zorra azul (UNAM), Abla o nadA (BUAP). El águila en las venas: Neruda en México, México en Neruda// Poética de la Sincronicidad. La lengua de Adán y Eva (BUAP). La Mariposa en la estrella, recuento de poetas rusos (Educación y Cultura). |
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–Eres un poeta que abreva en diversas tradiciones y en tu obra registras ese caminar, ¿es este un signo de tu generación?
–Una de mis mayores influencias es la ciencia. La física, la biología, la botánica, la sincronicidad, los estudios de las lenguas y su origen (el diidxazá, zapoteco, mi lengua materna, y el ruso), la antropología, la etnomicología. Estas visiones del mundo se corresponden y tejen para mí. Inicialmente la poesía china. La japonesa: cosmovisión zen, animista y taoísta. Posteriormente la poesía rusa, de compromiso social natural, filosófica, dramática y apasionada. Identifico la cultura del jade china con la mexicana, único simbolismo, fabulosa coincidencia, la poesía filosófica prehispánica tiene correspondencias con la oriental. Nuestra poesía, mitología, códices y libros sagrados me abrieron analogías fundamentales sobre el ser y el tiempo, la principal reflexión existencial con Hölderlin y Heidegger, Jung, Rilke, Char, Seferis… Mi excelente generación también abreva en otras tradiciones pero, en general, más comunes a todos, como el pop, el rock, los Beats (su orientalismo), la poesía (y literatura) en inglés (de esta lengua se vertió, para la mayoría, la diversidad), portugués y francés. Coincido en esto y la lectura de Huidobro, Vallejo, Neruda, Borges, Paz, Celan, el realismo mágico, la gran novela europea… La poesía griega, italiana. Desde los cincuenta, con el desarrollo editorial de la traducción se disparó este arco iris y sus flechas de imaginación incendiaria. Hoy vivimos una crisis que hay que superar, La era del vacío, de Lipovetsky: a mayor cantidad de información menor calidad. Mayor dificultad para encontrar y absorber lo útil y trascendente (Baudrillard). Mayores paradojas, más “tradiciones” y menos autenticidad de éstas. Menor formación y más información.
–Hay poetas que manejan el mito en su obra y tú eres uno de ellos, ¿qué lugar ocupa esta poesía en México?
–Varios poetas de mi generación han olvidado trabajar, por lo menos conscientemente, en su despliegue y fundamento de sentido, nuestro mito (que asimilaron creativamente, digamos, Paz, Bonifaz Nuño, Le Clézio) y el universal, o lo abordaron desde la sátira o la ironía. Siendo la mitología mexicana, su poética, profética y simbología, una de las más grandes y ricas del mundo. A Octavio Paz le interesaba más la eternidad circular del mito que el instante lineal de la historia (estudioso de ésta comprende mejor el mensaje sincrónico y diacrónico mítico), dejó lecciones sobre éste, su renacimiento constante desde su esencia y el poder oracular de sus símbolos, pero no todos retomaron este diálogo. Lévi-Strauss, Frazer, Eliade, Otto, Vico, el Popol Vuh, los textos sagrados, etcétera, son fundamentales. El mito opone una cosmovisión al caos, une lo sagrado y lo terreno, establece un diálogo vital, una comprensión profunda existencial, una hoguera fuente y un consuelo (entusiasma, espiritualiza), le da el sentido a la vida (sin el cual no es posible) y a la muerte: nos envuelve con la luz dorada del renacimiento, y el principia esperanza. El mito se renueva históricamente por la poesía, conservando su esencial mensaje, su insondable profundidad intemporal y universal, su sencillez-complejidad, su creatividad interpretativa (así los textos sagrados y la poesía), el poder curativo sobre la neurosis del vacío y la destrucción masiva e individualista. Así la gran poesía. El mito es poesía, la poesía verdadera: mítica, es el viaje sagrado: el gran sentido del mundo clásico unido a la fertilidad, directa o indirectamente, está en los grandes poetas griegos del siglo XX y en Pound, Eliot, Borges, Neruda, Paz… El mito es la semilla de la vida. Gracias a la poesía colgamos nuestro nido en el abismo. Mito, poesía y sincronicidad se unen a través del símbolo.
–¿Cómo ha influido tu trabajo de traducción en el oficio de la poesía?
–Aprender y aprehender (agarrar en el sentido de Whitehead) una lengua es poseer de manera más completa su tradición y cosmovisión, su realidad y verdad (Lévi-Strauss decía que si una lengua muere, muere una parte insustituible de la visión del mundo y el universo). Los límites del lenguaje son los del pensamiento (Wittgenstein). Al traducir comprendes más profundamente al poeta que trasladas, su cultura y pensamiento y su influencia es mayor. Con Brosdky me bañé en su perspectiva inversa trascendente, el metafísico diálogo con su historia universal (contrapunto del Oriente y el Occidente), con Pushkin y Mandelstam, del coloquio entre los mitos eslavos y griegos, de la esencialidad eterna que te proporciona la dimensión mítica, la esperanza de fundar una nueva patria clásica. Así escuchas el ritmo que es la lengua única de cada lengua y el mayor misterio de todas las lenguas en tanto reflejo particular del ritmo del universo, la eternidad y la historia. Canto insondable de una sirena de belleza irrepetible que sin embargo intentas bañar en otras aguas, pues todo tiene correspondencia con lo otro. La traducción es el encuentro con el origen de la Lengua y del Mundo. Es vestir, cubrirme con la piel del alma y el espíritu del poeta con el mayor rigor, con una capa invisible. Como el sacerdote en la piedra de los sacrificios y su víctima ofrendada (su corazón: flor lingüística y cultural) al dios solar. Autosacrificio. Invocación y provocación a la sincronicidad de ritmo y sentido en las dos lenguas unidas de la serpiente.
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