Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Chavela Vargas en la Residencia de Estudiantes
Marco Antonio Campos
El retorno del mito
Ricardo Venegas entrevista
con Víctor Toledo
El spanglish y la RAE
Ilan Stavans
Momentos estelares
Ricardo Bada
El sótano del
Ara militaris
Agustín Escobar Ledesma
El universo Piazzolla
Esther Andradi
Alfred schmidt
Stefan Gandler
Leer
Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected] |
|
El sótano del
Ara militaris
Agustín Escobar Ledesma
Los belfos de las mulas resoplan ruidosamente debido al esfuerzo de subir el monte con sobrepeso; los perros que nos acompañan jadean ruidosa e incesantemente a pesar de que sólo llevamos quince minutos cuesta arriba. A las cinco de la mañana tomamos un camino de herradura flanqueado de piedras blancas de figuras caprichosas que, para nuestra suerte, es iluminado por la tenue luz de la luna que se asoma entre los claros del bosque de robles. Mis manos palpan la áspera, sudorosa y tibia piel del cuadrúpedo en el que voy montado.
La comitiva está integrada por dos mulas, dos cánidos y cuatro personas, una de ellas es Patricio, el joven guía taciturno que enronquece la voz: ¡mula!, al mismo tiempo que chasquea los labios; Patricio se dirige con mayor frecuencia a los equinos que a quienes queremos arribar al Sótano del Barro antes de la siete de la mañana para ver salir las guacamayas que ahí anidan.
Desde un día antes los tres turistas llegamos al Eco Albergue de Santa María de los Cocos, una ranchería situada en las montañas de la Sierra Gorda en donde confluyen los estados de Querétaro, Guanajuato y San Luis Potosí. De Santa María de los Cocos al Sótano del Barro, en total son 8 km de ida y vuelta que se recorren en cuatro horas; los más pesados son los primeros por ir cuesta arriba.
A las siete de la mañana, cuando en el horizonte se ha extraviado la luna y se adivina un sol naranja y tierno, mulas, perros, visitantes y guía nos apostamos al borde del Sótano del Barro, de cuyo fondo primero ascienden los graznidos de las guacamayas que tienen su lugar de anidación en las paredes de más de 455 metros de altura; minutos después, dentro del barranco se perfilan lejanas figuras de algunos pares del Ara militaris –Patricio, el guía, nos dice que son alrededor de noventa pares de guacamayas, aves que, al perder a su pareja ya no vuelven a buscar a otra; que suben en espiral de dos en dos, emitiendo fuertes y ruidosos graznidos; media hora después las aves de hermoso plumaje verde, coronadas con plumas rojas en la cabeza y azules en las alas, desaparecen bajo la luz del nuevo día dispersándose entre la vegetación.
Reserva de la biosfera
El Sótano del Barro está ubicado en Santa María de los Cocos, municipio de Arroyo Seco, Querétaro, y pertenece a la Reserva de la Biosfera Sierra Gorda, creada por decreto presidencial en 1977, cuya superficie es de 383 mil 567 hectáreas que abarcan los municipios de Landa de Matamoros, Pinal de Amoles, Arroyo Seco y Jalpan de Serra. El Sótano se encuentra a una altura de mil 860 msnm y tiene una profundidad de 455 metros. De acuerdo con una investigación realizada por biólogos de la Universidad Autónoma de Querétaro, en el fondo de este sitio se encuentran 144 especies de plantas, 104 de animales (54 insectos, 23 ácaros, 12 arácnidos, 3 especies de anfibios, 4 reptiles, 6 aves y 2 especies de mamíferos).
Santa María de los Cocos
Santa María de los Cocos está situada a 50 kilómetros de Jalpan de Serra, corazón de la Sierra Gorda queretana, siendo 23 kilómetros de terracería de Puerto de Ayutla a Santa María de los Cocos, después de dejar la carretera Federal 69. Cocos, como los lugareños conocen este lugar, tiene algunas casitas de cemento edificadas con los dólares de los migrantes y en cuyas techumbres tienen antenas de platos azules de la televisión por satélite; la arquitectura tradicional es de chozas de varas de carrizo enjarradas con lodo.
El albergue
Nabor Arriaga Moreno es el administrador del Albergue Eco-turístico de Santa María de los Cocos que, como tal, tiene veintitrés años funcionando. Un grupo de ejidatarios está asociado para los servicios que presta el albergue, entre los que se encuentran guías, caballos, hospedaje y alimentación. Una de las socias del albergue es la señora Martha Patricia Ruiz Corzo, fundadora y directora de la Reserva de la Biosfera (quien ha recibido diversos reconocimientos internacionales por su lucha a favor de la ecología y a quien, en contraste, sus críticos identifican como una cacique ambientalista), por lo que los dividendos del albergue se reparten entre los ejidatarios y ella.
El veneno de los gringos
Adriana González Vázquez es la encargada de la cocina del Eco Albergue de Santa María de los Cocos y recuerda que, a principios de la década de los setenta del siglo pasado, cuando ella tenía diez años de edad, su hermano Ramón llevó a dos gringos para que conocieran el Sótano, uno de ellos se llamaba Goyo y del otro no recuerda el nombre; esos gringos fueron los primeros que se metieron al Sótano. También recuerda que la gente decía que los dos hombres sacaban en unas mochilas piedras que luego hervían para sacarles oro. En agradecimiento los gringos le regalaban a la gente dulces y galletas que jamás habían probado en la vida, también les llevaban medicamentos y ropa.
Doña Adriana menciona que la gente de Cocos apreciaba mucho a los gringos y que una vez que las autoridades llegaron a Cocos para encarcelarlos por, supuestamente, envenenar el agua, todos los defendieron y no se los pudieron llevar. Goyo, el gringo, quedó muy agradecido con la gente de Cocos y les decía que el Sótano era muy rico, muy rico.
El retorno
A las ocho de la mañana, después de permanecer una hora al borde del precipicio del Sótano del Barro admirando al Ara militaris, emprendemos el regreso, ahora cuesta abajo. Patricio, el joven guía, enronquece la voz para arrear a los equinos: ¡mula! El camino de herradura es diferente bajo la luz del sol que minuto a minuto intensifica el calor serrano. La comitiva de cuatro personas, dos mulas y dos perros está incompleta porque uno de éstos no resistió la caminata y regresó antes de llegar al Sótano.
En cuanto arribamos al Eco Albergue, la señora Adriana González nos pasa al comedor. Después del banquete para recuperar las energías perdidas, nos encaminamos a nuestras sagradas habitaciones en las que dormimos como benditos durante cuatro horas seguidas.
|