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Ana Thiel: sobre todo
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Ingrid Suckaer
Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova
La reseña crítica en la mira
David Hernández Meza
Efrén Rebolledo o el
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Enrique Héctor González
Adolfo Sánchez Vázquez: rebelión, antifascismo
y enseñanza
Stefan Gandler
El último gran marxista
de Hispanoamérica
Gabriel Vargas Lozano
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El último gran marxista de Hispanoamérica
Gabriel Vargas Lozano
Mucho se ha escrito sobre el maestro Sánchez Vázquez y mucho se escribirá en el futuro. Tuve el privilegio de mantener una larga relación con él y su pérdida deja para la filosofía y para el marxismo crítico un gran vacío. Es por ello que vale la pena preguntarnos sobre su legado. Un primer aspecto fue su posición de luchador antifascista. Lo fue en la España de la Guerra civil con las armas y la poesía en la mano, y lo fue posteriormente con la razón crítica, al sostenerla en cada coyuntura de la historia que le tocó vivir. El segundo legado fue el rigor teórico. Ese rigor que le enseñaron sus maestros, José Gaos, Wenceslao Roces, Eli de Gortari, Juan David García Bacca y otros. Allí están los libros Economía y filosofía en el joven Marx y Ciencia y revolución. El marxismo de Althusser para probarlo, pero también sus profundos ensayos sobre “la enajenación” y “la esencia humana en Marx” entre otros. Pero al rigor hay que sumarle la creatividad y la originalidad. A mi juicio, Filosofía de la praxis es un aporte universal a la filosofía y al marxismo insuficientemente reconocido, no sólo por haber desentrañado el significado de la filosofía para el autor de El Capital, sino también por haber iniciado una corriente de pensamiento con rasgos propios e inéditos que buscó desentrañar las consecuencias de su revolución teórico-práctica para la actualidad. Pero además, Sánchez Vázquez se anticipó, o como dicen los dirigentes de la Sociedad Cubana de Filosofía, quienes me enviaron una carta para transmitirla a sus colegas mexicanos: “supo ver más lejos”. En efecto, ya desde 1971, anticipó un nuevo concepto de utopía en el importante coloquio celebrado en la UNAM bajo el nombre de Crítica de la utopía, y en el que también participaron filósofos de la talla de Kolakowsky, Morin, Colletti, Garaudy o Marcuse. Me refiero al texto “Del socialismo científico al socialismo utópico.” Pero en donde “supo ver todavía más lejos” fue en su análisis del llamado “socialismo real”, del cual dijo ya en 1985 que aquellos regímenes “no eran ni capitalistas ni socialistas sino una transición bloqueada al socialismo por la burocracia”, conclusión que causó cierta conmoción. Como sabemos, cuatro años después sobrevino el derrumbe de los regímenes de Europa del este y la urss y también el derrumbe moral de muchos. Sin embargo, frente a ellos, Sánchez Vázquez reivindicó un auténtico socialismo vinculado estrechamente a una democracia verdadera. El pensamiento de Sánchez Vázquez y de otros marxistas creativos como Lukács, Bloch, Brecht, Cerroni, Della Volpe y otros que no sucumbieron ante los golpes del mal llamado “fin de la historia”, sino al contrario, se engrandecieron por su aportación a la cultura humana. Y aquí encontramos un aspecto esencial de su legado: su capacidad de crítica y autocrítica. De ómnibus dubitandum, decía Marx. En efecto, influido primero por el estalinismo, profundizó en el clásico y, a la luz de dos acontecimientos de diverso tipo como el Informe secreto de Jrushov, que derribó al mito de Stalin y el triunfo de la Revolución cubana como un socialismo que vino del trópico, demostró con libros como Las idea estéticas de Marx o su Antología de estética y marxismo, que la concepción oficial del realismo socialista era muy pobre; que era necesario avanzar en la ética (desde su Ética, libro escrito pensando en la juventud del ’68 hasta llegar a su Ética y política, libro esclarecedor sobre esta relación en tiempos de desorientación y pragmatismo de la izquierda) y finalmente, mostró que era equivocada la concepción del dia mat, redefiniendo al marxismo como una filosofía de la praxis. Se podrían agregar muchos aspectos más de su legado: la generosidad que tuvo para sus colegas y alumnos; sus reflexiones filosóficas sobre el exilio; su interés por la crítica literaria (de Emilio Prados a Juan Rejano, y de Sor Juana hasta Revueltas y Octavio Paz) y finalmente su producción poética. Tantos años, tantos acontecimientos, tantas ideas difíciles de expresar en una cuantas líneas, pero me detengo aquí. Una evaluación global de su aportación nos permitiría decir que nos acaba de dejar el más grande filósofo marxista hispanoamericano.
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