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Hugo Gutiérrez Vega
Discurso por el agua (II DE VI)
El dicho sobre el amor, aplicado a la solidaridad y al espíritu de justicia, “agua que no haz de beber, déjala correr” engrandeció la agricultura (están como ejemplo las barracas valencianas), y así aprendió el hombre a compartir en paz y concordia los bienes de la tierra, alimentados por el agua justa y bien equilibrada.
En Egipto, el Libro de los dos caminos nos habla de dos metas a cumplir en el viaje póstumo: una de agua y otra de tierra. Por ellas se llega a la morada de Horus el Viejo. Ambos son peligrosos, pero el de agua permite al viajero muerto derrotar el círculo de fuego que rodea la llanura donde se encuentra la casa de los muertos.
Hay una larga lista de actos impropios castigados por las leyes egipcias: la construcción de diques ilícitos en agua corriente, la desviación de los causes (ya me figuro el castigo que debe recibir el gobierno de Guanajuato por el robo de las aguas del Río Lerma que tanto afecta a Chapala, y por no entregar la cuota que le corresponde a Querétaro, establecida con claridad en un viejo convenio), y en general, la provocación de desastres ecológicos relacionados con el líquido sagrado. Y aquí conviene recordar su carácter litúrgico: está presente en las abluciones musulmanas y cristianas, limpia el cáliz donde el vino se tornó en la sangre de Cristo, y en el sacramento del bautismo. Los ortodoxos y algunas religiones evangélicas bautizan por medio de la total inmersión, y San Juan recibía a los nuevos creyentes en medio del río Jordán. El agua purifica y borra el pecado original, es un elemento sagrado, como lo es la tierra de la que salimos y a la que volvemos.
Caminar sobre el agua ha sido un sueño que sólo pueden cumplir los seres sagrados. El tratado taoista Pao-p’utzu escrito por Ke Hung, describe al inmortal Hsien como un ser capaz de caminar sobre el agua (lo mismo puede hacer en el viento y el fuego). Los apóstoles vieron con sorpresa cómo Jesucristo caminaba sobre las aguas y, de esa manera, percibieron su divinidad.
En las doctrinas relacionadas con el yoga hay una cura de todos los males a través del sueño. Soñamos que estamos soñando y esto abate nuestros miedos... El lama Dawa Samdup recomienda convertir el fuego onírico en agua; producirá la completa paz del espíritu. De aquí el carácter benéfico que para el budismo zen tiene este precioso elemento.
En los ritos de Asclepio en el mundo griego, el paciente debía bañarse en agua fría y ofrecer un sacrificio. Los romanos pasaban muchas horas del día en las termas salutíferas y los aztecas cumplían con deleite los ritos del temascal. Subsiste la idea vikinga sobre los poderes curativos del sauna y todavía hay escandinavos que salen del calor seco para revolcarse en la nieve. Esto no es solamente curativo sino que tiene sus raíces en los viejos ritos vikingos. Pensemos además en Agamenón asesinado en el agua que lo estaba purificando y en Moctezuma tapándose discretamente la nariz cuando recibió al conquistador oloroso a embutidos y ajos.
En el mundo griego, Pitágoras, después de beber agua de una fuente, predijo un terremoto y el hundimiento de una nave en el agua tranquila. Lo mismo hizo Ferécides de Siros. Pitágoras poseía tales poderes de adivinación y de conjuros, que el mar alguna vez lo saludo con voz humana. El sabio podía detener las tormentas y el granizo, y sosegar las aguas del mar. Platón nos dice que al beber las aguas del Leteo, el río del olvido, se obtiene la purificación producida por la alternancia del agua fría con la caliente. Plutarco muestra una notable preferencia por el mar y la navegación.
(Continuará)
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