Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 12 de junio de 2011 Num: 849

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos Compartidos
Francisco Torres Córdova

Entre el corrido y
la lírica popular

Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Margit Frenk

Un muralista en la UAEM
Óscar Aguilar

Borges y el jueves
que fue sábado

Ricardo Bada

Con Borges en Ginebra
Esther Andradi

Borges en catorce versos
Ricardo Yáñez

Los halcones, cuatro décadas
Orlando Ortiz

Leer

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
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Jair Cortés
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Efraín Huerta: la risa inteligente

La poesía mexicana ha sido, en su mayoría, demasiado solemne, hecho que contrasta con el carácter del mexicano promedio que encuentra en el humor y en la ironía formas de mirar su entorno, pero sobre todo, de sobrevivir al mundo. Suele pensarse, erróneamente, que la literatura que nos revela el filo cómico de las cosas es ligera y que la risa debe dar paso a cuestiones más serias. Tal vez esta postura frente al humor en la literatura tenga su raíz en La poética, de Aristóteles, quien señalaba: “La Poesía se dividió según el carácter propio del poeta; porque los más respetables representaron imitativamente las acciones bellas y las de los bellos, mientras que los más ligeros imitaron las de los viles, comenzando éstos con sátiras, aquéllos con himnos y encomios.”

Afortunadamente siempre hay quienes no se limitan a recorrer los caminos más transitados. Efraín Huerta fue uno de esos poetas que comprendió la importancia y trascendencia del humor. El producto de esta actitud se lee en su libro Estampida de poemínimos. Esta obra, cargada de provocaciones luminosas, corre el riesgo de hacernos reír, sin que ello signifique que la reflexión pase a segundo término. Acaso Huerta inventa una forma poética: un conjunto de pequeños prismas en cuyo interior se refleja la luz de la ironía y la contradicción, como en el poemínimo titulado “Desconcierto”:  “A mis/ viejos/ Maestros/ De Marxismo/ No los puedo/ Entender;/ Unos están/ En la cárcel/ Otros están/ en el poder.” Con un pie en el aforismo y otro en el refrán popular, el poemínimo despliega su pequeña majestuosidad, como una mariposa que al abrir sus alas asombra y emociona. La capacidad de concreción en los poemínimos de Huerta es una característica que los hermana con el haikú; su distribución visual nos da la pausa necesaria para asimilar la densidad concentrada a través de una lectura que gotea en la página. Pero los poemínimos de Efraín Huerta van más allá del refrán popular; se apoyan en la intertetextualidad, en el doble sentido y en los diferentes niveles del humor (negro, blanco y rojo): “Y así/ Le dije/ Con desolada/ Y cristiana/ Bondad:/ Desnúdate/ Que yo/ te/ Ayudaré.”

Es posible encontrar en estos poemas aquello que T.S. Eliot llamaba “la música de lo coloquial”:  “Ahora/ Me/ Cumplen/ O/ Me/ Dejan/ Como/ Estatua.” La vigencia de los poemínimos de Efraín Huerta no tiene caducidad, porque su brevedad los convierte en textos memorizables (ahora podría decirse que “posteables”), y porque la realidad que vivimos diariamente es así de complicada: trágica y cómica al mismo tiempo.