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Hugo Gutiérrez Vega
Natán el sabio: teatro de ideas
La enciclopedia del espectáculo fundada y coordinada por Silvio D’Amico me permitió gozar plenamente la puesta en escena de Natán el sabio, la obra fundamental del teatro de ideas y, tal vez, el más hermoso poema dramático de Gotthold Ephrahaim Lessing. Stefanie Weiss y Luis de Tavira realizaron la versión castellana y Enrique Singer dirigió con mano firme, erudición y talento esta obra que inauguró el nuevo teatro alemán y nos sigue entregando su inteligente defensa de la tolerancia.
Lessing (Sajonia 1729 -Brunswick 1781) fue uno de esos genios abiertos a todos los temas y a todas las corrientes del pensamiento. Cultivó la arqueología, la medicina, la historia, la lingüística, la teología, de manera muy especial el arte, la educación considerada como piedra angular de la convivencia civilizada; la filología y, sobre todo, el teatro. Su enciclopedismo nada tenía que ver con el árido racionalismo, sino más bien era una inquietud espiritual inscrita en la constelación de la conciencia moderna. Fue un notable representante del iluminismo alemán y, al mismo tiempo, superó esa corriente y promovió la modernidad a la que llamaba la “nueva edad del genio”. Como innovador de la cultura alemana, propició la renovación de una “ética intelectual” y una más profunda y moderna conciencia nacional. Lessing fue considerado por la generación que siguió a la suya (Goethe, Schiller, etcétera) como el padre y fundador del nuevo teatro alemán. En sus tiempos, la ciudad de Lipsia era el centro del movimiento teatral. Ahí estrenó en 1748 su comedia Der Junge Gelcharte, que muestra la sana influencia de Molière. Estrenó, además, su primer gran éxito, Lacoonte (1766) y La dramaturgia de Hamburgo (1767). Consideraba que el teatro era “el espejo de la vida real” y no el modelo normativo de una hipotética conducta moral. Son claros ejemplos de esta teoría sus obras Minna von Barnhelm y Miss Sara Sampson. Lessing revisó la Poética y las ideas sobre el teatro de Aristóteles y, al mismo tiempo, propuso un teatro de ideas del cual Natán el sabio es un ejemplo señero. Lessing nos dice que “todo hombre verdadero encontrará al Dios verdadero”, y piensa que el amor y la virtud son más importantes que la verdad. En Natán afirma los valores de la tolerancia y de la solidaridad. Natán es judío, el cristiano es un templario y el musulmán es Soliman el Magnífico. Lessing pide respeto para todas las religiones y lo hace a través de la parábola de los tres anillos. En todos estos bellos pensamientos se finca su humanismo. Singer así lo entendió y fue fiel a la obra e inteligentemente respetó las acertadas modificaciones hechas por Weiss y Tavira. En las tres horas y pico de representación, muy bien apoyada por la ingeniosa escenografía y la iluminación de Philippe Amand, Singer nos hizo recordar a Maimónides, a los poetas sufíes, sobre todo a Rumi y a Ibn Arabi y, por otra parte, captó el fino humorismo del texto de Lessing, así como su defensa de la tolerancia y de la convivencia pacífica entre las religiones. Virtud que sólo se logra a través del estado laico y de la instrucción pública (recordemos el ensayo fundamental del sabio alemán: La educación del género humano.) Singer habla con sus actrices y sus actores. Los escucha y respeta. Tal vez por eso su apasionada defensa de la tolerancia tiene una base muy sólida y una profunda forma de humanismo. Ricardo Blume logra esa ardua naturalidad que sólo confiere el conocimiento profundo del artificio, y lleva sobre sus fuertes espaldas gran parte del peso del poema dramático. Adriana Roel y Rosenda Monteros (en el papel de Patriarca de Jerusalem) dan cátedra de actuación y, sobre todo, de composición del personaje. Luis Rábago es un sultán convincente y humorista, y Arturo Beristáin muestra sus facultades de derviche. Sita, Rea y el templario nacen en escena gracias al talento de las actrices y del actor.
La Compañía Nacional de Teatro, Lessing, Weiss, Tavira y el excelente director Enrique Singer nos enseñaron lo que es el teatro de ideas más, pero mucho más, educativo que las telenovelas de Televisa y de TV Azteca, en las cuales se educa el señor Lujambio.
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