Para mi maestro
Ernesto Flores
Del granado hablaré, de ese granado
que reventó el cemento ya talado
y tapiado, y creció, volvió a crecer.
No una vez, no sé cuántas. Mas saber
las cuántas veces, dime, ¿a quién le importa,
cuando una suficientemente exhorta
a la resurrección recordar, pues
en la mano del Niño su fruto es
símbolo de milagro y profecía?
Debo de confesarlo: no sabía.
Queridísimo Alfredo R. Placencia,
¿ése era tu granado, ésa tu ciencia?
Dígalo el Niño y que mi pecho calle.
Milagro: no es más lágrimas el Valle.
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