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Entrevista con La Santa Muerte
Fabrizio Lorusso
Ciudad de México, un día de 2011. Tengo el honor de presentarles a la mismísima Santa Muerte, quien nos hablará de ella y su culto en México, por primera vez en la historia. Al anochecer, sobre Ferrocarril de Cintura y Avenida del Trabajo, estamos en el umbral del barrio bravo de Tepito. La Santa llega puntual y acalorada, nos sentamos sobre una banca negra, apartados. La tarde es bochornosa y mi grabadora impaciente registra la portentosa vida de la Muerte.
–¿Cuándo nació Usted?
–Bueno, nací con la vida. Soy su fin, pues. O su continuación, como quieran verla. Para los antiguos mexicanos yo estaba dentro de un ciclo. Según la Biblia, nací cuando el pecado original. Adán y Eva comieron su manzana rica y, luego, Dios me contrató, creamos la mortalidad. Más bien, Él lo hizo y yo feliz. Al inicio, no tenía chamba, ya que los hombres eran muy longevos. El Noé del diluvio llegó a los 950 años de edad, no inventes. A Moisés me lo llevé a los 120. Por suerte, después, la especie se tornó más corrupta, gozosa y golosa, y me los cargo antes de los cien.
–¿Hace cuánto la veneran?
–¡Jijo, un buen! Antes les encantaba a los mortales explorar mi naturaleza inexplicable y fascinante. Y modesta, ¿verdad? En cambio, en el último milenio empezaron a tenerme mucho miedo y poco respeto en Europa. Fue por culpa de la peste negra.
–No pues, está grueso, ¿y qué pasó?
–A partir de 1348, me llevé personalmente a 25 millones de galos, germánicos, gachupines e itálicos. Me cansé pero valió la pena para mi carrera de segadora. Hasta la fecha se rehúsan a verme y hablar de mí. En América los obispos persiguieron mis imágenes con lujo de violencia. Igual me los llevé, lenta pero segura.
–¿Cuál era su relación con los aztecas?
–Aquí en México mandé a una pareja pa’ cuidar el inframundo, el Mictlán, ¡qué bien me cumplieron! Eran Mictlantecuhtli, el rey, y Mictecacihuatl, su reina. Buena gente, descarnados, populares y honrados como yo. Hasta hoy los recuerdan y me ponen sus penachos y ropa.
–Vaya, sí sabe mucho. Va otra. ¿Es usted una Santa de verdad?
–Mira, ¿según quién? En mi querido Más Allá hemos tenido pláticas milenarias sobre los santos. Para la Iglesia no lo soy. Como soy de purititos huesos sin carne, no me dan chance pa’ la canonización. Pero ni quiero, soy una entidad, objeto de fe y culto popular. Opino que un santo no católico tiene dignidad como los otros. Me quieren, ya que no solapo a pendejos, ni enaltezco a cabrones.
–¿Se cree más poderosa que Dios?
–No te pases. Él me mandó. Posiblemente haya una sola vida y una sola muerte y me encargo de eso. La gente dice “primero Dios, luego Ella”. Hablan de mí y hasta me pongo roja, porque me dan tanta dicha y valoración, pero no hago clasificaciones. ¿A poco no queremos todos un granito de reconocimiento de vez en cuando?
–¿Cómo le llaman? ¿Cuántos son sus devotos?
–Si me quieren mostrar cariño, me llaman Flaquita, Bonita, Niña Blanca, Hermosa y, de respeto, Patrona, Señora, Comadre, Hermana, Jefa. Los duros y puros devotos son como cinco, quizá 10 millones en México, Estados Unidos, Centroamérica e incluso en Japón y Argentina. Allí está un primo mío llamado San La Muerte. Le deseo puro éxito a ese gauchito, ojalá lea esto.
–Estimada Santa, ¿cuál es su compromiso con la democracia?
–Mijo, no me hagas preguntas pendencieras, pa’ no decir otra con “pe”. ¿Me viste cara de H. congresista? Soy superdemócrata porque igual me llevo a un rico que a un pobre, a un joven que a un viejo, a un político y a un maleante: acaban en lo mismo y es democracia real, no populismo.
–¿Por qué anda con guadaña, amuletos raros y hasta un mundo en la mano? A muchos les parece espantoso, cuando menos, y se ve de mal gusto. Explíquenos, por favor, Santísima.
–El chisme, ni lo pelo. No me gusta lo fashion. Te explico. La guadaña protectora vence envidias y hechizos. Corta vidas filosamente. Brilla a lo lejos y mutila de cerca, obvio. Ten cuidado, he de averiguar cuándo es tu turno porque cuando te toca, aunque te quites, cuando no te toca, aunque te pongas. La balanza es la ley igual para todos: en mi reino, sí es cierto. El reloj de arena me gusta, es retro pero rifa. Es la vida que se te va lentamente de las manos, sin embargo, con una girada arriba abajo, empieza otra vez con arena fresca. ¿Cómo ves? Otra. “Cuando el tecolote canta, el indio muere.” El búho es mi respetable mensajero nocturno. El globo terráqueo, pos, decía Netzahualcóyotl que “toda la redondez de la Tierra es un sepulcro; no hay cosa que persista, que con título de piedad no la esconda y la entierre”. A veces me siento sobre la Tierra para descansar y me hacen unos retratos que ni Miguel Ángel. También me pintan sobre un trono o a caballo, pero de pie es lo típico.
–¿Qué tal su túnica?
–Fíjate. Cada quien trae su piel puesta, es una capa externa. Yo, en cambio, porto mi atuendo y saco mis manos, mis pies y mi rostro de calavera. Al verme finalmente se dan cuenta de que son todos iguales: debajo de su piel y ropa, esconden huesos blancos como los míos y no hay disfraz de por vida. A cada color de mi sayal le dan un sentido simbólico. Está bien, siempre y cuando le nazca a la gente.
–Las malas lenguas dicen que su culto sólo es de pobres, presos, “nacos” y “prostis”.
–Ay, mi chavo, nomás le ponen etiquetas a las personas. Los excluidos me buscan. Los barrios son cultura que no sólo está en los libros. También hay mucha pobreza, así que donde falta todo, queda la pura fe y, mientras más santos haya, mejor. Dicen que soy celosa y no es cierto, mis altares reciben a todo santo y todo fiel: hay lugar, y más para los débiles.
–¿Y en la cárcel?
–Allí me tienen mucho cariño, claro, ¿y qué? Me preocupo por lo que pasa adentro ¿y ustedes? Toditos podemos ser pobres, presos, nacos o, como dijiste, prostis. No juzguen, yo soy quien maneja balanza y guadaña.
–Otros dicen que es la Santa de los narcos y de la Mara Salvatrucha.
–Órale, pero ¿hicieron un conteo de cuántos presuntos narcos y mareros se tatúan a la Virgen o a San Juditas, o solamente se fijan en mí? No niego cierta afición, sí soy carismática, pero no soy narcosanta como dice la prensa amarillista. Escriben que soy satánica y mala, que exijo sacrificios y bobadas así. No me conocen, pero ahora, ¿quién pondría eso en un periódico serio?
–¿Ha probado alguna droga?
–¿Por qué crees que estoy tan flaquita? No, es broma. Todo probé en la vida, bueno, en la muerte. Muchos me piden sacarlos del vicio y con gusto los apoyo.
–¿Tiene novio o galán?
–Ándale, ¿te lanzas? Mi veneranda edad me enseñó a ser discreta. Sé de unos que sueñan conmigo en la noche, pero estoy bien sola: trabajando, emancipada y ocupada.
–¿Usted le entra a la santería y al vudú?
–La santería es una tradición cubana y el vudú llega de Nigeria a Haití. Son religiones que trajeron los africanos yoruba a América. En mi culto hay algo de sus usanzas. Por ejemplo, la práctica del pureo, en que se depura mi imagen echándole humo, o las ofrendas de licores tropicales como ron y tequila. Algunos me identifican con la orisha Yemayá, dueña del mar y madre de los dioses. Me cae que sí hay rituales que me utilizan para la magia, la brujería y las limpias. Las tiendas esotéricas venden todo producto y servicio, aunque siento que me están explotando para cosas que tampoco son lo mío, la verdad.
–¿Cuáles son sus orígenes, Santísima?
–¡Uh! Pues, niño, te cuento que mi imagen tiene mil años, es un mix de iconografías judeocristianas y grecorromanas. ¡Qué cosas! Como me ves ahorita, aquí a tu lado, es como me pintaron en el medioevo y en el barroco en Italia, España y demás. Bailaba en esos lienzos de las danzas macabras dentro de iglesias y osarios. Presidía esqueléticamente las procesiones del Viernes Santo sobre las carretas de la muerte. Chulada.
–¿Le gusta lo barroco?
–¿A mí? Me gusta lo extrovertido y, no lo digas a nadie, también la Vida, sin bronca. Mi función era recordarles que un día morirían, el famoso memento mori. Amo el espíritu y la estética de la tierra mexicana, algo barroca y musical. El Día de Muertos, ese “patrimonio de la humanidad” católico-mestizo de México, es bonito, pero es una muerte domesticada. Lo mío es popular y más libre, por lo que me hostigan. Cuando los de siempre y las jerarquías ya no controlan a todas las almas, tiemblan.
–¿La Enfermedad es su amiga?
–Sí, pero no super cuata. Antes nos llevábamos, cuando acompañaba mi labor segadora de muchedumbres. Ahora anda floja y los doctores la hacen tonta con tachitas y palabritas. Me cae que ya no jala.
–¿Qué pasó cuando llegó a México?
–Los españoles trajeron la cruz y la espada. Las cofradías de la Buena Muerte vendían a los ricos un rápido ascenso al paraíso mientras que los pobres iban a las fosas comunes. Mi silueta con hoz espantaba a los nativos. Sin embargo, el juego no duró tanto y en el siglo XVII ya usaban mi efigie a su gusto. La Inquisición ordenó perseguirme como una idolatría practicada por “indios”, quienes me llamaban ya “Santa Muerte.” En Chiapas me decían San Pascual Bailón y allí me salvé.
–¿Cómo se conservó por tanto tiempo?
–No uso maquillaje, ves.Mi culto se mantuvo gracias a las abuelitas y las guardianas, matronas, como yo, del México profundo. Las familias me salvaron de las persecuciones sin pensar en el lucro. Mis imágenes coloniales rescatadas son la de San Bernardo en Tepatepec, Hidalgo; la del Museo de Yanhuitlán, Oaxaca, y la de La Noria, Zacatecas. También en Tepito el culto es antiguo. Hace diez años el altar de Alfarería fue el primero en ponerse en la calle y es el más concurrido. Hay al menos mil 500 altares en el DF y más en la República.
–¿Qué pasa en Tepito?
–Nada. En BarrioDeTepito.Com, un sabio cronista comenta que “los chilangos temen Tepito y no se dan cuenta de que ya México se ha convertido en el Tepito del mundo”. Además, México y Tepito tienen las vocales emparedadas, ¿curioso, no? En Tepis, junto a la Guadalupe, soy la Señora del barrio, pero como que se me quiere más.
–¿Hubo intentos de explotarla?
–Sí, pero no me gusta que la fe se patente y sea una SA de CV. El padre David Romo tuvo presencia en los medios, mismos que crearon a un falso líder del culto, mientras que él es fundador de una Iglesia Tradicional que perdió su registro y no me domina a mí. Tiene un santuario en la Morelos, pero cambió mi figura huesuda con la de un Ángel encarnado. En el Estado de México, Jonathan Legaria, el comandante Pantera, era todavía muy chavo cuando, en 2008, lo acribillaron en Tultitlán. Quedó una estatua mía de veintidós metros, pero nunca supe bien qué negocios armaban.
–¿Es vengativa? ¿Si no le cumplen, usted castiga?
–No, ¿cómo crees? Cuando uno se sugestiona, cree que algo malo va a pasar y se aplica la ley de Murphy. Si temen que los voy a castigar, algún castigo ocurre solito.
–¿Hay manera de “arreglarse” con usted para un tiempo extra?
–No amigo, ¿qué pasó? ¿Mordidas? No busco plata. Si me rezas, como intercesora con el cielo, puedo recomendarte en la delegación divina, pero Él decide, ni tú, ni yo.
–¿Qué le piden?
–El regreso del marido, el amor de la galana, ayuda con deudas y juicios difíciles, protección del peligro, darle un chance al adicto y al preso pa’ que salgan de su jaula. Paros. Dinero. Éxito en el gabacho. No soy más poderosa que la Virgencita, pero sí más cabrona.
–Para eso, ¿no está San Judas Tadeo?
–Es amigo, trabaja casi lo mismo, pero se quedó con la Institución. Lo promueve la Iglesia y le ganó a san Hipólito, quien fue impuesto como patrono en 1528. Es bueno, pero sigue siendo un cuate cooptado. Yo no me dejo.
–Usted se ha vuelto toda una estrella. La invocan como “querido ser de luz”. ¿No es una contradicción? Sin ofensa, dicen que usted resume los valores negativos de la sociedad.
–No soy un chivo expiatorio de sus problemas. Vengo a recordarles su destino pa’ que vivan bien sin desear el mal a su vecino. Protejo a los que nadie cuida. Alumbro el camino y su fin: pasos y metas, un “nos vemos” y un “adiós”. Cada noche ensayan el sueño mayor, ya están listos. Adiós.
–Muchas gracias, nos vemos.
Mientras se aleja, la Patrona me indica un cartel: “Hoy estás en los brazos de la vida, pero mañana estarás en los míos. Así que vive tu vida. Te espero. Atte. La Muerte.”
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