Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
La escritura al margen
Adriana Cortés entrevista con Clara Obligado
Los secretos revelados del romano Palacio Farnesio
Alejandra Ortiz Castañares
Remedios Varo:
poesía en movimiento
Guadalupe Calzada Gutiérrez
In memoriam (1975)
Héctor Mendoza
Héctor Mendoza,
la espiral y el laberinto
Miguel Ángel Quemain
El quehacer escénico de Héctor Mendoza
Juan Manuel García
Leer
Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Orlando Ortiz
Nefasto comienzo
“Mal comienza la semana el que ahorcan en lunes”; así, más o menos, rezaba un adagio burlón que cito de memoria. Sin duda podríamos endosárselo a nuestro país en este año 2011, que se inició con hechos de sangre tremendos.
La noticia aparecida en este diario el domingo 9 de enero es muy elocuente: “Jornada sangrienta del hampa al empezar el año; ayer ejecutó a 56 en varios estados”. En esta sumatoria (diría un funcionario público contemporáneo) están ya comprendidos los veintisiete seres humanos asesinados en Acapulco, Guerrero, quince de los cuales fueron decapitados. La saña fue tal que las cabezas las pusieron juntas, por un lado, y los cuerpos aparte; excepto una, que no lograron desprender totalmente de uno de los cuerpos. Estos quince cadáveres no fueron encontrados en un paraje lejano y poco transitado, sino afuera del centro comercial Plaza Sendero.
Una decapitación masiva similar ocurrió en 2008, en Yucatán, y las víctimas fueron doce personas. ¿Cuál fue el resultado de la investigación en aquel entonces? Lo ignoro. Es muy posible que al meter todos estos homicidios en el saco de “ajuste de cuentas” entre grupos de la delincuencia organizada, las investigaciones se hayan reducido a establecer que bastaría con capturar o matar a los cabecillas de tales bandos. ¿Es esto suficiente? Me temo que adolece de un simplismo asombroso. Y la prueba es que semana a semana, por no decir día a día, anuncian que delincuentes de alto nivel fueron capturado o muertos. Sin embargo, la violencia e inseguridad no disminuye.
|
Es más: la crueldad aumenta, el exhibicionismo se agranda y una especie de desvergüenza demasiado grotesca se hace evidente en los letreros que dejan junto o sobre los cadáveres. Por ejemplo, en uno de los mensajes dejados en Acapulco podía leerse: “A la ciudadanía acapulqueña, ya van a dejar de pagar cuotas (por cobro de piso). Atentamente, el Chapo Guzmán”; en el otro la leyenda era: “Esto les va a pasar a quienes quieran entrar a esta plaza. Atte. El cártel pesado del Chapo Guzmán.”
Con lo fantasioso que soy, esos mensajes despiertan mi “sospechosismo” –declararía conspicuo político–, y eso que ignoraré los “atentamente” que anteceden la firma, pues sólo confirman eso que dijera alguien el siglo pasado: en México el surrealismo es costumbrismo. Porque cuesta trabajo imaginar que hay asesinos atentos (usted disculpe las molestias que origine la descabezada). Pasemos, pues, al primero de los carteles, porque eso de “ya van a dejar de pagar cuotas...” me parece una expresión más adecuada a un político en campaña electoral, de ésos que acostumbran prometer a diestra y siniestra y luego no cumplen (el pago de tenencia vehicular desaparecerá), que a un delincuente sanguinario. Desde luego que ha habido robinjudes y chuchoselroto, pero, que yo recuerde, nunca han impuesto algo para después retirarlo. Porque las “cuotas por cobro de piso” son las que ha establecido la delincuencia organizada y equivalen al pago por protección y seguridad que realizaban los gángsters estadunidenses. Ahora, si la promesa la hace el Chapo, porque quienes cobran son los de otro cártel, esto significaría que hay un enfrentamiento de delincuentes: delincuentes “buenos” contra delincuentes “malos”.
El tenor del cartel anterior contrasta completamente con el del segundo letrero, en el que amenazan asesinar o decapitar a quienes entren en la plaza comercial donde aparecieron los quince cuerpos mencionados. No conozco el lugar, pero dudo que se trate de un sitio “muy exclusivo”, sólo para millonarios o políticos de muy alto nivel. Entonces, si es un centro comercial como todos los que abundan en las grandes ciudades, sus visitantes deben ser personas comunes y corrientes, de los que caben en la expresión “ciudadanos acapulqueños”, mismos a los que está dirigida la promesa de que pronto dejarán de pagar cuotas. Cierto que uno es firmado por el Chapo Guzmán, y otro por el cártel pesado del Chapo Guzmán, pero también esto carece de sentido, pues los cuerpos estaban juntos, nada señalaba cuáles fueron decapitados por unos y cuáles por otros.
Muchas otras cosas acicatean mi suspicacia, por ejemplo: si se trata de ajuste de cuentas entre narcos, ¿por qué casi todas las víctimas trabajaban en el sector de la construcción? ¿Significa esto que tal acción puede compararse con las de los piratas que ejecutaban a los marineros que les ayudaban a ocultar su tesoro? ¿Por qué la saña con la que cometen sus homicidios ha ido in crescendo? ¿A quién o quienes está dedicada tanta crueldad intimidante? ¿Por qué se empeñan en exhibir cada vez con mayor cinismo sus atrocidades?
|