Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 2 de mayo de 2010 Num: 791

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

No hay Juan sino Juanes
LUIS GARCÍA MONTERO

Nombrar con nombre imposible
DANIEL FREIDEMBERG

Los fantasmas con un sollozo mudo
EDUARDO HURTADO

Juan Gelman o “Los hielos de la furia”
VÍCTOR RODRÍGUEZ NÚÑEZ

Don Juan Gelman
ENZIA VERDUCHI

Juan Gelman: palabra de hombre
JOSÉ ÁNGEL LEYVA

Juan Gelman, su poética
JUAN MANUEL ROCA

Un poeta metido en el baile
JORGE BOCCANERA

Tres poemas inéditos de Juan Gelman

Juan Gelman: del poeta, de la tragedia y la esperanza
JUAN RAMÓN DE LA FUENTE

La Vibración del poema
RICARDO VENEGAS entrevista con MARIO CALDERÓN

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Poema
HJALMAR FLAX

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Alonso Arreola
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Entre Jimi Hendrix y Steven Wilson

Estoy frente a mi computadora. Junto al teclado yace el “nuevo” disco de Jimi Hendrix, Valleys of Neptune. Lo compré hace una semana y… ¡no lo he escuchado! Cumpliendo cuatro décadas de muerto, el guitarrista me observa desde el fondo de una portada azul psicodélico. Tiene doce canciones más o menos conocidas, pero inéditas. Temas de Cream (“Sunshine of Your Love”) y Elmore James (“Bleeding Heart”) más versiones raras de piezas como “Stone Free” y “Fire”, y… ¡yo no lo he puesto a sonar! ¿Es eso normal? ¿Cuarenta años son suficientes para que el mundo relegue a Jimi Hendrix? ¿Represento de alguna manera a ese mundo descuidado? Hay quienes dirán: “Oye, nadie lo ha olvidado, lo que pasa es que no viste la portada de revistas como la Rolling Stone de abril; ahí está Jimi con su banda en la frente y la camisa abierta, con sus pantalones púrpura y sus anillos de roca azul; ahí está apretando los labios mientras ejecuta, según se ve, un acorde de La menor.” Y claro que la vi. La buena memoria aún persiste en algunos medios, pero inevitablemente desaparecerá pronto consumida por la vorágine de internet, lugar donde una adolescente contando estupideces cotidianas por Twitter logra más lectores que publicaciones de culto.

En fin. El caso es que Jimi aguarda y yo no me decido a ponerlo. Tengo dudas. ¿Debo escribir una columna más dedicada a los aniversarios de este 2010? Ya cumplimos con John Lennon y Frank Zappa. Creo que mientras Jimi espera sería mejor hacer algo sobre… mi asistencia al concierto de Porcupine Tree en el Teatro Metropólitan. Además, aprovechando el tono tan personal de hoy podría hablar de cómo Steven Wilson, su líder y cantante, me invitó al final del show para conversar. Lo cierto es que me queda poco espacio y no paro de especular. Debo comenzar. (Claro que Jimi no está de acuerdo. Su dedo índice sobre el labio inferior parece decirme: “Habla, diles algo sobre mí.” Pero carajo… qué más decir sobre su grandeza… si hasta da miedo poner a girar el plato en el estéreo. ¿Aportará algo más a su manoseado y envilecido repertorio?)

Me traslado al 14 de abril. Estoy sentado con Steven Wilson tras su último concierto de la gira mexicana que incluyó con éxito a Guadalajara y Monterrey. Se le ve agotado. Es nuestro cuarto encuentro. Iniciamos la plática con banalidades pero, como pasa con él, a los pocos minutos ya estamos en algún asunto, como la importancia de cuidar los diseños y empaques de los discos (el de Hendrix está muy bien, por cierto), sobre todo ahora que la industria musical va de bajada. Luego pasamos al tema de las remezclas y remasterizaciones del catálogo de King Crimson que está terminando en sonido surround (5.1). Aunque no lo dice, se sabe uno de los mejores ingenieros del mundo. De ahí que su banda suene tan diáfana sobre el escenario. Dice que le encantaría trabajar igual con los discos de los Beatles, Pink Floyd y Yes. Le pregunto si está en diálogo con los responsables. Guarda silencio y responde que está presionando, pero que hay demasiada política interna. A los sabidos pleitos de Yoko Ono con Paul y los herederos de Harrison, a los de Roger Waters y David Gilmour, además se agrega el de John Anderson y Chris Squire. Después de cuarenta años de conocerse, todo es política entre estos músicos, dice lamentándose (Jimi me recuerda, ahí desde su portada, que él también tuvo broncas continuas con los miembros de sus tríos).

Entonces recuerda por qué toca siempre con ejecutantes mayores en edad. No conozco jóvenes guitarristas, sobre todo, que tengan una voz tan personal como la de ellos, como las de Robert Fripp (Crimson) y Steve Hackett (Genesis), explica, por eso los invité a grabar en mi próximo álbum solista (si Jimi estuviera vivo seguro lo invitaba). Al final de tal sentencia, Wilson lanza una provocación que quien arriba firma se guardará en secreto, esperando que ocurra. En ese momento nos interrumpen algunos fanáticos. Piden fotos y apapachos. Nos despedimos. Me voy pensando en la fórmula que hace de Porcupine Tree un grupo tan interesante. A la complicada matemática de sus compases compuestos, esencia misma del neoprogresivo que lideran, agregamos dos ingredientes que la universalizan y atraen a melómanos de distintas edades, sexos y gustos: los episodios metaleros y el muy buen pop que condimentan sus canciones.

Lo siento Jimi. Se me acaban los caracteres. Todo lo dejé a medias. Ha pasado la oportunidad. Aunque el próximo domingo regrese el tren de esta Jornada Semanal no voy a subirme contigo. No me atrevo. Es probable, aun, que nunca visite estos Valles de Neptuno que alguien tu familia y Eddie Kramer editó por ti, a espaldas de tu muerte. Eso sí, que los interesados corran a la tienda y te reciban con un silencio exaltado por los colores de tu guitarra. Te lo deseo de corazón.