Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de diciembre de 2009 Num: 770

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Al pie de la letra
ERNESTO DE LA PEÑA

Anochecer
ATHOS DIMOULÁS

Vivir más allá de los libros
JUAN DOMINGO ARGÜELLES entrevista con ALÍ CHUMACERO

La ciudad letrada y la esquizofrenia intelectual
ANDREAS KURZ

Augusto Roa Bastos y el cuento
ORLANDO ORTIZ

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Naief Yehya
[email protected]

La masacre de Fort Hood 8 (II Y ÚLTIMA)

PURITANISMO Y TABLE DANCE

El 5 de noviembre de 2009 el mayor del ejército estadunidense Nidal Malik Hassan, quien trabajaba como psiquiatra evaluando a los soldados que estaban a punto de ser enviados a los frentes de guerra, se sentó en su escritorio y permaneció en silencio un rato, quizás rezando. Se cubrió el rostro. Se puso de pie, desenfundó su arma y comenzó a disparar contra los soldados que se encontraban en ese momento en el Centro de Procesamiento de la preparación de soldados. Hassan mató a trece personas antes de caer herido. Desde entonces la imagen de Hassan ha sido presentada como la de un solitario e introvertido que se refugió en el islam tras la muerte de sus padres. Hassan nunca ocultó su oposición a la guerra (y si bien algunos colegas médicos del ejército compartían ese punto de vista, no sentían entusiasmo alguno por su creciente fervor religioso) y llegó a defender las acciones de los militantes suicidas en un foro en línea. En septiembre, Hassan compró una de sus pistolas y comenzó a visitar un bar con table dance situado cerca de la tienda de armas, donde a veces permanecía entre seis y siete horas y pagaba por table dances en un salón privado. Poco antes de la balacera comenzó a deshacerse de todas sus cosas y explicó a sus vecinos que se iba a Afganistán a “trabajar para dios”.

¿TERRORISMO?

Independientemente de la reacción visceral que provocó el crimen de Hassan, por el cual ya ha sido acusado de asesinato, hay quienes exigen que se le acuse de terrorismo. Para esto ha sido citada la correspondencia (una docena de mensajes) entre Hassan y el clérigo radicado en Yemen, Anwar al-Awlaki, quien ha sido vinculado indirectamente con los ataques del 11 de septiembre. Muchos piensan que la matanza no fue únicamente el resultado de las contradicciones, el estrés y la ansiedad, sino que fue una acción premeditada que tuvo un fondo político-religioso. Antes que nada, un acto de terrorismo es aquel que se comete en contra de civiles desarmados, no soldados que se preparan para ir a un frente de combate. Si esto es terrorismo, entonces también lo son los rutinarios asesinatos de individuos sospechosos, muchos de ellos civiles desarmados, que lleva a cabo el ejército estadunidense en Afganistán, Pakistán, Irak y otros lugares, acciones en las cuales muy a menudo mueren inocentes.

DESÓRDENES

El crimen de Hassan es un caso singular, pero las condiciones que muy probablemente lo empujaron a cometerlo no son nada raras en Fort Hood. Más de 520 soldados de esa base han muerto en Irak y Afganistán. La corporación rand encontró que casi el veinte por ciento de los soldados que regresan de las guerras (cerca de 300 mil) tienen síntomas del desorden de estrés postraumático y unos 320 mil sufren de lesiones cerebrales no visibles. En 2008 se confirmaron 128 suicidios de militares estadunidenses en servicio y cuarenta y uno de infantes de marina, el número más alto desde 1980, cuando comenzaron a registrarse estos datos.

RACISMO Y REDENCIÓN

Como escribe Susan Buck-Morss: “Cuando la hegemonía se encuentra bajo sitio, cuando el paisaje político imaginado está siendo atacado, hay muy poca tolerancia para la complejidad de los significados.” El debate en torno a Hassan rápidamente se ha polarizado y en él se ignora por completo que el problema no es la religión sino la guerra. Cualquier intento por racionalizar o condenar este crimen debe comenzar por el cuestionamiento de una ideología que celebra el genocidio y el despilfarro que es la guerra. En vez de eso, se condena esta matanza como algo aislado, distinto a la guerra misma, como la acción traicionera de una “quinta columna” islámica, o como la reacción de un hombre desesperado. Es claro que este brutal crimen surge de una cultura narcotizada por una visión romántica de la guerra como algo heroico y justo. No olvidemos que este crimen tiene lugar al margen de guerras en las que EU está fracasando. En esencia hay una paradoja: estas guerras se han justificado como si tuvieran el objetivo de ayudar a pueblos musulmanes, de rescatarlos de sí mismos; al mismo tiempo las tropas de la ocupación continuamente manifiestan su desprecio, desconfianza y a veces odio a los “nativos”. ¿Cómo pueden ayudar estas fuerzas armadas a naciones musulmanas cuando buena parte de las tropas consideran que los musulmanes no son dignos de confianza y practican un culto siniestro? La idea de tener un ejército diverso que refleje a una sociedad abierta es políticamente correcta, pero no hay nada correcto en la política de invadir, ocupar y oprimir a otros pueblos.