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La masacre de Fort Hood 8 (II Y ÚLTIMA)
PURITANISMO Y TABLE DANCE
El 5 de noviembre de 2009 el mayor del ejército estadunidense
Nidal Malik Hassan, quien trabajaba como psiquiatra
evaluando a los soldados que estaban a punto de ser enviados
a los frentes de guerra, se sentó en su escritorio y permaneció
en silencio un rato, quizás rezando. Se cubrió el
rostro. Se puso de pie, desenfundó su arma y comenzó a
disparar contra los soldados que se encontraban en ese
momento en el Centro de Procesamiento de la preparación
de soldados. Hassan mató a trece personas antes de caer
herido. Desde entonces la imagen de Hassan ha sido presentada
como la de un solitario e introvertido que se refugió
en el islam tras la muerte de sus padres. Hassan nunca ocultó
su oposición a la guerra (y si bien algunos colegas médicos
del ejército compartían ese punto de vista, no sentían
entusiasmo alguno por su creciente fervor religioso) y llegó
a defender las acciones de los militantes suicidas en un foro
en línea. En septiembre, Hassan compró una de sus pistolas
y comenzó a visitar un bar con table dance situado cerca de
la tienda de armas, donde a veces permanecía entre seis y
siete horas y pagaba por table dances en un salón privado.
Poco antes de la balacera comenzó a deshacerse de todas
sus cosas y explicó a sus vecinos que se iba a Afganistán a
“trabajar para dios”.
¿TERRORISMO?
Independientemente de la reacción visceral que provocó
el crimen de Hassan, por el cual ya ha sido acusado de asesinato,
hay quienes exigen que se le acuse de terrorismo.
Para esto ha sido citada la correspondencia (una docena de
mensajes) entre Hassan y el clérigo radicado en Yemen,
Anwar al-Awlaki, quien ha sido vinculado indirectamente
con los ataques del 11 de septiembre. Muchos piensan que
la matanza no fue únicamente el resultado de las contradicciones,
el estrés y la ansiedad, sino que fue una acción
premeditada que tuvo un fondo político-religioso. Antes
que nada, un acto de terrorismo es aquel que se comete en
contra de civiles desarmados, no soldados que se preparan
para ir a un frente de combate. Si esto es terrorismo, entonces
también lo son los rutinarios asesinatos de individuos
sospechosos, muchos de ellos civiles desarmados, que lleva
a cabo el ejército estadunidense en Afganistán, Pakistán,
Irak y otros lugares, acciones en las cuales muy a menudo
mueren inocentes.
DESÓRDENES
El crimen de Hassan es un caso singular, pero las condiciones
que muy probablemente lo empujaron a cometerlo no
son nada raras en Fort Hood. Más de 520 soldados de esa
base han muerto en Irak y Afganistán. La corporación rand encontró que casi el veinte por ciento de los soldados que
regresan de las guerras (cerca de 300 mil) tienen síntomas
del desorden de estrés postraumático y unos 320 mil sufren
de lesiones cerebrales no visibles. En 2008 se confirmaron
128 suicidios de militares estadunidenses en servicio y
cuarenta y uno de infantes de marina, el número más alto
desde 1980, cuando comenzaron a registrarse estos datos.
RACISMO Y REDENCIÓN
Como escribe Susan Buck-Morss: “Cuando la hegemonía se
encuentra bajo sitio, cuando el paisaje político imaginado
está siendo atacado, hay muy poca tolerancia para la complejidad
de los significados.” El debate en torno a Hassan
rápidamente se ha polarizado y en él se ignora por completo
que el problema no es la religión sino la guerra. Cualquier
intento por racionalizar o condenar este crimen debe comenzar
por el cuestionamiento de una ideología que celebra
el genocidio y el despilfarro que es la guerra. En vez de
eso, se condena esta matanza como algo aislado, distinto a
la guerra misma, como la acción traicionera de una “quinta
columna” islámica, o como la reacción de un hombre desesperado.
Es claro que este brutal crimen surge de una cultura
narcotizada por una visión romántica de la guerra como
algo heroico y justo. No olvidemos que este crimen tiene
lugar al margen de guerras en las que EU está fracasando. En
esencia hay una paradoja: estas guerras se han justificado
como si tuvieran el objetivo de ayudar a pueblos musulmanes,
de rescatarlos de sí mismos; al mismo tiempo las tropas de la
ocupación continuamente manifiestan su desprecio, desconfianza
y a veces odio a los “nativos”. ¿Cómo pueden ayudar
estas fuerzas armadas a naciones musulmanas cuando
buena parte de las tropas consideran que los musulmanes
no son dignos de confianza y practican un culto siniestro?
La idea de tener un ejército diverso que refleje a una sociedad
abierta es políticamente correcta, pero no hay nada
correcto en la política de invadir, ocupar y oprimir a otros
pueblos.
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