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Verónica Murguía
Los libros de Pilar Bordes
Imagine el lector a una mujer, tan aventada, que sin ser editora, se pone a hacer libros. Desinteresada, porque, deliberadamente, sus libros serán baratos, muy baratos. Trabajadora, porque hacer libros es laborioso y complicado, pero eso, a ella, no le agobia. Esa mujer se llama Pilar Bordes, es pintora y grabadora, y se puso a publicar pequeños libros de arte porque quiso que en las librerías y los museos hubiera libros de artistas mexicanos al alcance de todos los bolsillos.
Lo ha logrado. Su pequeña editorial ya tiene ocho títulos publicados: libros de artista, pintores, grabadores y un escultor. La obra que protagoniza el primer libro de esta colección es la de Leonora Carrington, y las ilustraciones vienen acompañadas de poemas firmados por el hijo de la pintora, Gabriel Weisz. Le siguen Gilberto Aceves Navarro, Germán Venegas, Francisco Castro Leñero, Carla Rippey, Magali Lara, Boris Viskin y Paul Nevin. Grabado, pintura, escultura. Los textos que acompañan son ensayos, poemas, entrevistas, y en el caso de Carla Rippey, un relato autobiográfico. El libro de Boris Viskin, titulado sencillamente Ser, está compuesto, casi todo, por autorretratos que destilan un entrañable sentido del humor. El texto es un poema de Zenén Suárez y se completa con el sonriente diálogo entre las pinturas y sus títulos. Dice Viskin de sí mismo al final de su currículo: “Su obra no ha sido expuesta en el Guggenheim de Bilbao, ni en la bienal Whitney, ni en el Museo Reina Sofía, ni en Documenta Kassel, ni en la mayoría de los museos o bienales importantes del planeta.”
El ensayo de Carlos Ashida sobre Germán Venegas, uno de los mejores pintores que hay en México, ubica la pintura de Venegas en su contexto y luego se interroga sobre de los ires y venires de ese pintor dotadísimo: su mexicanidad, el tránsito por el budismo y el resultado enriquecido por la naturalidad con la que asimila sus referencias. Me pareció acertada la inclusión del un pintor abstracto: Francisco Castro Leñero. Su obra, llena de fuerza intelectual y sobria melancolía, me enseñó, hace tiempo, que en el trabajo de ciertos artistas toda la superficie de la tela tiene la misma importancia.
Los libros, y Pilar Bordes insiste mucho en esto, están cosidos, no pegados. Se ha hecho especial hincapié en la fidelidad de las reproducciones y en la edición de los textos.
Punto y línea, Francisco Castro Leñero |
Ahora que las cosas están tan mal, y que hasta la naturaleza parece estar en contra nuestra, publicar un libro sin esperar ganancias es casi heroico. De pintura, ahora que los espacios para la pintura y la gráfica se reducen cada vez más, bueno, eso ya es el arte por el arte.
El arte por el arte en un país cautivo por la pobreza y la televisión. No voy a decir nada en contra de las ediciones lujosas de artes plásticas. Como cualquiera, me gustaría tener muchos de esos libros, grandes, pesados, donde uno puede abismarse y huir del paisaje chilango. Sueño con tener algún día un libro gigante del Bosco y otro enorme de Brueghel; reproducciones perfectas del retablo de Isenheim; láminas brillantes, olorosas a tinta de los autorretratos de Max Beckmann, pero son estos libros, los que está haciendo el Taller Bordes, los que nos urgen. Además se pueden leer en el Metrobús.
No debería hacer falta afirmar que el arte es esencial para los seres humanos. Hasta donde sé, no tenemos noticia de sociedades sin arte, aunque en el siglo xx los totalitarismos de derecha e izquierda trataron de asimilarlo a sus ideologías. En la Unión Soviética y en China, durante el siglo xx consiguieron convertirlo en una estrafalaria artesanía y en panfletos indigestos. Además mataron a un montón de buenos artistas en el proceso. Pero ahora se lee más a Zamiatyn, a Babel, a Mandelstam y a Brodsky que a muchos teóricos del arte de masas ruso. Y mucha de la efervescencia artística actual debida a artistas chinos, se hace fuera de China.
Nomás lo menciono porque en México no se cantan mal las rancheras y los nuevos dirigentes del país no saben qué es el arte, pues lo confunden con los floreros, las carpetas tejidas por sus tías y la foto del Papa. Sólo hay que recordar que el delirante ex presidente Fox dice que es escritor. Si algo revela este dato, indignante y ridículo, es que vivimos en un mal momento para la cultura.
Es, por lo tanto, indispensable publicar libros, único antídoto conocido hasta ahora contra la ignorancia.
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