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Horacio Durán, pionero del diseño
Óscar Salinas Flores
De acuerdo con las circunstancias de su época, a Horacio Durán le tocó jugar el papel de pionero. Siendo él aún joven, el diseño también se mostraba como una joven profesión en todo el mundo. Si en Europa, cuna de esta nueva disciplina, en los años cincuenta apenas se iniciaba un proceso de consolidación del diseño en la educación y el mundo de los negocios, en México sólo se manifestaba como un pequeño grupo de profesionales de la arquitectura o las artes plásticas experimentando entusiasmados con ese nuevo concepto llamado diseño industrial.
Fotografías del archivo de Horacio Durán. Cortesía de Óscar Salinas |
Durán inició el camino hacia el diseño a través de la pintura y la escenografía, pues en ellas encontró la sensibilidad y la capacidad de composición necesarias para iniciar sus primeras propuestas en una labor que derivó en un perfil poco usual no sólo en un hombre de mediados del siglo xx, sino incluso en comparación con los profesionales del siglo XXI.
Fue pionero en el diseño de envase, al preparar una línea completa de perfumes, y pionero en diseñar y montar exposiciones. También lo fue en el diseño de interiores, donde su entusiasmo lo llevó no sólo a integrar los acabados arquitectónicos y diseñar los muebles, sino a diseñar y producir celosías, cortinas e incluso tapetes.
Y si la práctica hace al maestro, a Durán no sólo lo hizo un buen diseñador, sino también le permitió navegar sin problemas en la transdisciplina, pues del diseño de interiores pasó al diseño arquitectónico cuando un cliente satisfecho le preguntó “¿usted puede hacerme mi casa?” y Horacio le contestó, con su costumbre de no saber decir no, un afortunado sí por respuesta. A partir de ese momento desarrolló muchos proyectos arquitectónicos exitosos.
Las casas que diseñó y construyó en Ciudad de México son una muestra de su gran capacidad en una profesión para la que nunca estudió en las aulas. ¿Cómo entendió y dominó la integración de estructuras complejas pero seguras, la combinación de espacios funcionales, de acabados arquitectónicos, de instalaciones eficientes y el logro de la calidad de vida esperada por sus clientes? Su intuición, su honradez , su aprendizaje cotidiano, la búsqueda de las respuestas correctas, dieron como resultado que demostrara un perfil que nunca adquirió en la universidad. Los resultados hablaron por sí mismos y le otorgaron un reconocimiento profesional igual o mayor que el que hubiera recibido al concluir sus estudios en alguna institución.
Su atrevimiento al irrumpir así en la arquitectura tuvo un final feliz al ser aceptado por el gremio y conservar hasta el momento una gran amistad con muchos de los más reconocidos arquitectos de México y ser invitado a impartir cursos en licenciatura y el postgrado en escuelas de esta disciplina.
No obstante, con anterioridad a sus experiencias con la arquitectura, su entusiasmo por construirse una profesión se convirtió en pasión cuando empezó a diseñar mobiliario y se encontró con el diseño industrial. Sus proyectos son una muestra de un refinado diseño que integra lo mejor de las vanguardias internacionales, con una carga cultural que evoca muchas de las tradiciones populares de nuestro país, expresadas en formas, materiales, texturas y colores.
Hoy, la colección de muebles diseñados por él, principalmente asientos –sillas y sillones– son una muestra de lo mejor, junto con la obra de Clara Porset, del inicio del mueble contemporáneo mexicano, y un importante antecedente para el surgimiento de la profesión del diseño industrial en México, ya que si Horacio logró afortunados resultados en muebles de fabricación artesanal, también lo hizo con el primer sillón fabricado con casco de plástico reforzado con fibra de vidrio, pensado para producirse industrialmente y ofrecerse al comprador en diferentes opciones formales.
Horacio realizó una gran cantidad de diseños para casa habitación, oficinas y espacios públicos, siempre renovando formas y conceptos y dejando satisfechos a sus clientes. Muchas personas en Ciudad de México, seguramente usaron alguno de sus asientos diseñados para algún restaurante, o disfrutaron de un buen sillón, también concebido por él, en la casa de los amigos, pues durante varios años su trabajo se multiplicó y sus diseños se hicieron presentes en diferentes ámbitos.
La audacia de Durán para impulsar toda nueva empresa, sin importar su dificultad o los límites que pudiera alcanzar, quedó de manifiesto al encontrarse con la remota posibilidad de diseñar y construir un nuevo automóvil para el mercado mexicano. Supo convencer a un posible mecenas para financiar el proyecto y, con su modesta experiencia como usuario de un automóvil, se abocó a la tarea de diseñar la carrocería de un excelente coche deportivo para producirse en la abandonada planta de Fiat en Ciudad Sahagún. Su tarea sólo se frenó al perder el financiamiento del proyecto, pero fue evidente que Durán habría sido capaz de concebir un vehículo sofisticado con un diseño propio y original , para un país supeditado totalmente al extranjero.
Junto a su trabajo en la práctica profesional, la labor intelectual de Horacio Durán ha destacado también en la difusión de sus ideas. Durante varios años ha publicado artículos, ensayos e incluso un manifiesto del diseño que mostraron a un hombre con una crítica positiva orientada al análisis del arte, así como al conocimiento y difusión del diseño. En sus textos, igual hablaba sobre su visión ideológica mientras fue miembro del Partido Comunista mexicano, que del estado de las vanguardias en el arte y los primeros pasos del diseño en nuestro país. Después él mismo fue el personaje de los artículos de revista y los reportajes periodísticos, al ser uno de los protagonistas más importantes en el desarrollo del diseño nacional.
En clases con los alumnos del posgrado
en diseño industrial de la UNAM |
Su insaciable gusto por aprender de la vida lo llevó a buscar los fundamentos de su quehacer profesional y a ser, sin proponérselo, un experto en la teoría del diseño, que supo aplicar tanto en la práctica de sus proyectos como en la nueva orientación que lo llevó a culminar su proyecto de vida: la enseñanza del diseño.
Hoy sabemos que el fundador de los cursos de diseño en México es Horacio Durán. En 1959 se iniciaron los primeros cursos de diseño industrial, todavía a nivel técnico, en la Universidad Iberoamericana. A Horacio, por ser el único profesional con experiencia en diseño entre arquitectos y artistas plásticos ligados a esa universidad, se le pidió preparar el plan de estudios y después ser el profesor de los cursos sobre taller y teoría del diseño. Su decisión de ser profesor empezó así con la primera escuela de diseño industrial en el país y aún no termina, pues a partir de esa experiencia, que duró pocos años, se integró a dar clases a la Universidad Nacional Autónoma de México, donde continúa su labor hasta el momento.
En los años sesenta también fue fundador y primer coordinador de los cursos de diseño industrial en la unam , e inició un modo de formar profesionales del diseño que marcó profundamente a más de treinta generaciones de estudiantes que recibieron sus enseñanzas. En el primer plan de estudios, Durán supo construir una acertada combinación de conocimientos y habilidades surgidos de la tecnología, pero también de las humanidades, pues implantó una línea de cursos –paralela a la de los talleres de diseño– a través de toda la carrera, que se conoció como área de seminarios de la cultura, con destacados representantes del arte, la socioeconomía, la cultura popular, la política y la literatura, con profesores como Jas Reuter, Clara Porset, Jack Seligson, Salvador Toussaint, Arturo Azuela, Enrique Espinoza y Orlando Barahona, quienes supieron formar diseñadores cultos, preparados no sólo para ejercer un oficio, sino también para reflexionar y actuar con conciencia ante las necesidades de la sociedad.
Horacio Durán supo imprimir un estilo cálido y afectivo a la comunidad académica, primero en la licenciatura y después en el postgrado, privilegiando la libre expresión y la cordialidad junto a las actividades ligadas a la innovación y la búsqueda del bienestar humano. Es precisamente esto último lo que debe sostener a una disciplina como el diseño industrial y Horacio siempre lo ha entendido así. Hace algunos años, Horacio recibió la distinción de profesor emérito de la unam . En la discusión y el debate para darle el nombramiento surgió el hecho de que Durán no tenía estudios universitarios, frente a prácticamente todos los nuevos eméritos con grado de doctor y otros altos estudios. ¿Cómo privilegiar a alguien sin ese perfil? La respuesta la obtuvieron los examinadores al valorar su trayectoria profesional, sus logros académicos y el alto reconocimiento de la comunidad de los diseñadores y arquitectos. Un perfil como el suyo subsanaba con creces la ausencia de los grados académicos y presentaba a un hombre digno del más alto reconocimiento al profesor universitario, rompiendo los encasillamientos que a veces relegan a gente extraordinaria de los privilegios que se merecen. La Universidad mostró una generosidad sin cortapisas valorando lo verdaderamente valorable, al aceptar que los méritos no sólo residen en los estudios que realiza un universitario, sino también en una labor extraordinaria y en relación con su comunidad.
Esto hay que reconocerlo ahora que la situación mundial ha cambiado. Actualmente, la sociedad exige a los ciudadanos estar mejor preparados para lograr el éxito, no sólo del individuo que lo logra, sino también del país en que vive y se desarrolla. En este contexto, los altos estudios ya no son sólo un privilegio, sino una exigencia, y por eso es notable que instituciones académicas como la unam sigan reconociendo el valor de una vida plena pero sin títulos y grados, como es el caso de Horacio Durán.
Hoy, a sus ochenta y cuatro años, Horacio sigue siendo una figura prominente en el campo del diseño, y su presencia continúa a través de las nuevas generaciones de profesores que heredaron su manera de entender y relacionarse con el mundo. Su actuación ha sido digna de reconocimiento por su repercusión en una profesión que actualmente vive una madurez con la que seguramente él soñaba, cuando se reunió con un escaso puñado de entusiastas que habían acudido a su llamado para vivir la aventura de iniciar una nueva profesión en México.
A esos primeros estudiantes los conocía como la palma de su mano, los alentaba y los orientaba hasta alcanzar el objetivo de vivir del diseño, o los desengañaba cuando observaba que no tenían el alma suficiente para recorrer ese camino. Aquel puñado de aspirantes se ha convertido en miles de alumnos y egresados que, a lo largo y ancho del país, viven del y para el diseño. La aventura de acercarse a la profesión ya no es nueva, pero sigue siendo un reto en un país que no acaba de privilegiar a la innovación creadora como un objetivo fundamental en el desarrollo de la sociedad.
Tallando el modelo en yeso
de un automóvil |
Después de vivir de cerca el paso de cuarenta generaciones, hoy sería imposible que Durán conociera de la misma manera a los futuros diseñadores; no obstante, el trato, la cordialidad y la emoción de tener un nuevo encuentro con sus pupilos siguen presentes en su vida cotidiana.
Lo mismo en los grandes encuentros del diseño que en la intimidad de sus clases, siempre ha tenido la palabra para definir el camino del diseño, para encontrar el sentido de verse involucrado en la concepción de la vasta cultura material, que para bien o para mal ha influido en la forma de vida de los mexicanos. Si un día se atrevió a lanzar un manifiesto del diseño, fue con el objetivo de iniciar una discusión que aportara luces en la actuación de esa profesión que ha sido el motivo de su trabajo desde que eligió influir en el modo de vida de todos aquellos que confiaron en su capacidad profesional para darles cobijo y comodidad a través de espacios y objetos.
Durán ha tenido éxito en la vida porque siempre ha poseído los argumentos convenientes para dar la respuesta adecuada a los futuros profesionales, así como a los que le han solicitado su conocimiento para desarrollar un nuevo proyecto. Desde joven buscó la libertad para elegir el camino de su profesión y las experiencias en que se quiso involucrar para transformar su medio y colaborar, de manera excepcional, en el surgimiento de una nueva profesión que hoy es un elemento importante en el desarrollo y el futuro de este país.
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