Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Marx no era marxista
ALEJANDRO MICHELENA
Tu cuerpo
ARISTÓTELES NIKOLAÍDIS
Horacio Durán, pionero
del diseño
ÓSCAR SALINAS FLORES
Entrevista con Horacio Durán
FRANCISCO JAVIER GARCÍA NORIEGA
Philippe Perrin o la repetición de la pérdida
ELIZABETH DELGADO NAZARIO
Leer
Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA
Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA
Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA
Cinexcusas
LUIS TOVAR
Corporal
MANUEL STEPHENS
El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ
Cabezalcubo
JORGE MOCH
Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO
Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
Otras dos
Gustavo Moheno, colega en la opinadera cinematográfica profesional, sabe muy bien que la factura de un remake conlleva inevitablemente que buena parte del público --el que conoce y, posiblemente, guste de la versión original-- someterá a la nueva película y a su realizador a un análisis más bien comparativo, en el que se trata sobre todo de localizar e identificar semejanzas y diferencias entre una y otra cintas, ejercicio que ha de conducir al dictum según el cual la versión reciente será o no será meritoria.
Obvio pero indispensable de recordar: lo anterior presupone, y esa es precisamente una de las causas por las cuales alguien desea hacer una nueva versión de algo, que la versión original es buena; tanto, que el homenaje alcanza el nivel de una rehechura. Hasta el viento tiene miedo (1967), filmada hace cuatro décadas por Carlos Enrique Taboada, cumple sin dificultades el requisito. De hecho, a Taboada se le considera uno de los maestros mexicanos del cine de terror, en virtud de Hasta el viento… y de otras dos cintas: Más negro que la noche y El libro de piedra.
Gran conocedor del género y de la filmografía taboadesca, por lo cual no le son extraños ninguno de los recursos, las estructuras y las recurrencias anejas, Moheno decidió combinar el respeto a las líneas básicas argumentales de su modelo con algunas innovaciones de su peculio. El resultado es variopinto, pues por ejemplo acierta en la puesta al día del contexto y la situación a partir de la cual se crea un universo cerrado para un grupo de mujeres, jóvenes casi todas, pero algo falla en la construcción del drama lésbico que propone como prima ratio del conflicto principal, sobre todo porque el peso específico de aquél es tanto, que llega a descarrilar el verdadero quid de la trama, es decir, los actos de venganza de una muerta que para lograr su objetivo se posesiona del cuerpo de otra chica.
Este juntapalabras sabe, de muy buena fuente, que la producción sufrió no pocos contratiempos, mismos que le impidieron a Moheno resolver problemas que, vistos en pantalla, evidencian su elementalidad. Con ser escasos, en vez de cumplir su natural cometido efectista, los efectos especiales mueven a desear que no estuvieran ahí y, una vez más, hacen pensar en el talento de Taboada para lograr los clásicos momentum del género con sólo tres recursos: cámara, actuación y edición. Es difícil entender, por otro lado, que una producción en la que se habían depositado expectativas más o menos elevadas, termine mostrando defectos técnicos que ya parecían desterrados de cierto cine nacional, verbigracia el sonido y la corrección de color.
Martha Higareda
Foto: archivo La Jornada |
Por la trama misma, así como por lo que la memoria dicta al evocar el reparto de Taboada, el remake exigía un cuadro histriónico más que solvente. Para su infortunio, a Gustavo le tocó en suerte ser quien demostrara las limitaciones de una actriz sobrevalorada como Martha Higareda, que hace del papel protagónico un muestrario pobre de gestos y entonaciones cuando lo que se necesitaba era un desdoblamiento convincente y mucha fuerza interpretativa. Excepción hecha de Danny Perea, que se salva ella sola del desastre, el resto es lastimoso: Mafer Malo, Elizabeth Valdez, Magali Boyselle y Valeria Ciangherotti parecen salidas de la peor escuela de actuación, tal vez sin haber tomado ni una clase completa.
Empero, esta nueva versión de un clásico mexicano de terror no está totalmente ayuna de virtudes. Entre otras cosas, además de tener buen sentido de ritmo y secuenciación, Moheno sabe componer visualmente y es capaz de darle plasticidad e incluso belleza a ciertos cuadros. Por supuesto, con ello no alcanza para redondear una película, pero sí muestra los bártulos de un director que ha de correr con más fortuna en un futuro.
LA OTRA
La leyenda de la Nahuala (2007) es el largometraje animado que Ricardo Arnaiz, según se dice, sacó adelante luego de haber dedicado mucho tiempo y esfuerzo en otro proyecto de animación, a final de cuentas malogrado. No se sabe si ambos serían lo mismo, pero La leyenda… se quedó en mera copia estructural y conceptual del más mediano de los filmes de animación estadunidenses, tomando para ello como argumento una leyenda colonial mexicana, ubicada en el estado de Puebla. Apuntalada en los actores que prestan su voz, armada como una sucesión de sketches cómicos en medio de los cuales va desarrollándose una trama hiperpredecible, tiene no obstante un par de personajes agradables que alcanzan a sacar la cabeza del catálogo de clichés que suelen ser, desgraciadamente, las películas dirigidas al público infantil.
|