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El poder suprainstitucional
"Presa de su voracidad, la televisión concesionada se olvida de su responsabilidad social, pervierte la libertad de expresión y se convierte en un protagonista político que juega sucio y ostenta su poderío." Muy difícil, si no que imposible, estar en desacuerdo con la cita anterior. Claro, salvo que uno se apellide Azcárraga Jean o Salinas Pliego –aunque también Zambrano, Aramburuzavala, Slim, Domit, Servitje, y sin duda López Dóriga, Alatorre, Loret de Mola, Micha, Garralda, Gómez Leyva, Trujillo, Krauze, Aguilar Camín, Maerker... más un etcétera no demasiado grande, que bastaría completar con el apellido Calderón. A menos que sea uno miembro o empleado de confianza de esa élite que, en palabras del ex senador Javier Corral, ha instalado "una telecracia que se define por la dictadura del spot", de la teledictadura instaurada no se obtendrá jamás ni un solo beneficio y sí en cambio todos los daños.
Al despepite de los qués, los cómos y los porqués del injustificado, indebido e inmenso poder que la televisión comercial mexicana ha adquirido desde su arranque, allá por 1950, y que ejerció tantísimas veces como "soldado del PRI" –el Tigre Azcárraga dixit– y ahora ya de plano en calidad de general brigadier, está dedicado el contenido del documental Teletiranía, la dictadura de la TV en México (2005), cuyos guión y realización son de la autoría de Carlos Mendoza, aunque más vale decir de él, de Mario Viveros y de todo el equipo de trabajo que conforma Canalseisdejulio.
Javier Corral |
Teletiranía... es una actualización de Teledictadura , documental de 1999 hecho por el mismo Canalseisdejulio en el que ya estaba contenido buena parte del análisis sobre la telera , cargado lo mismo de datos contundentes como de una ironía que sabe hilar fino, a partir del cual se prolongan las líneas argumentales y temáticas hasta el reciente 2005. Entre dichos datos, véanse algunos que resultan desoladores: como muestra contundente de que el sistema educativo mexicano es afectado por los contenidos televisivos, un estudio realizado en 1972 reveló que los niños mexicanos pasaban quinientas horas más al año frente a la pantalla de televisión que en un salón de clases. Si eso era hace treinta y cinco años... Otro: un niño que ve tres horas diarias de televisión, a los diez años de edad habrá sido testigo de unos 12 mil hechos violentos, incluidos homicidios... Uno más: menos niños supieron quién fue y qué hizo Miguel Hidalgo, que quienes recordaban perfectamente al Gansito Marinela, y Supermán resultó más memorable que Emiliano Zapata...
La investigación a profundidad, el manejo hábil de las imágenes y su imbricación pertinente con la aparición a cuadro de los personajes entrevistados; el seguimiento de un guión meticuloso y perfectamente definido, características de Tlatelolco, las claves de la masacre , así como de Foxilandia y demás documentales producidos por Canalseisdejulio, también definen formalmente a esta obra, en la que no queda títere con cabeza, ya que se hace una revisión amplia de los horrores teletransmitidos de los que, históricamente, esta sociedad ha víctima sin voz. Sólo algunos ejemplos:
-El manejo tendencioso y oficialista que tuvo a Jacobo Zabludovsky como punta de lanza en el ocultamiento de la verdad en Tlatelolco 1968 y el jueves de Corpus 1971.
-La definición tergiversadora y condenatoria del EZLN como "transgresores de la ley".
-La definición ídem contra todos los participantes en la huelga de la UNAM en 1999-2000.
-Las declaraciones, entre otros "líderes de opinión", del obispo Onésimo Zepeda y Germán Dehesa felicitando al gobierno por su "actitud decidida" --léase represión-- contra dichos huelguistas.
-El linchamiento y la actitud francamente golpista contra Cuauhtémoc Cárdenas, entonces jefe de Gobierno del Distrito Federal, a raíz del asesinato del locutor y narcotraficante Francisco Stanley.
-La presentación amarillista, irreflexiva y en todos sentidos perniciosa de las imágenes de los linchamientos en Tláhuac en 2004.
-El manejo parcial y faccioso del desafuero en contra de López Obrador, a la sazón jefe de Gobierno del DF.
-El tratamiento sensacionalista de absolutamente cualquier motín en una cárcel, huracán en un litoral, incendio en una fábrica, avionazo en donde sea...
-La autorreferencialidad y la autocelebración de las celebridades de cartón que la propia tv prohíja, comenzando por sus propietarios.
Difícilmente puede hallarse mejor radiografía documental de lo que es y significa hoy en día esta "tiranía sutil de lo entretenido y lo banal".
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