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Femme fatale
Confiesa que le hubiera gustado ser groupie de los Beatles. Alguna vez quiso ser socióloga, pero entrevió que en la sociología no habría mucha emoción. Dio el salto a Comunicación en la misma UNAM y, afortunadamente para su futuro auditorio, allí se quedó feliz de la vida. Inició comentando finanzas en un noticiero de Canal 13, entonces todavía bajo la férula de la televisión del Estado, y luego fue la primera mujer conductora de un noticiero como titular o cabeza , y no sólo como eventual suplente. A partir de su fortísima convicción del manejo ético de la información, del derecho a la misma y a la irrestricta libertad de expresión, fortaleció un prestigio que ha resistido y crecido ante los embates –no pocos ni de proporciones despreciables– de un sector de la política y medios que la acicalan, empeñados en silenciar aquellas expresiones o presencias que resulten incómodas a las oxidadas tradiciones del autoritarismo.
Carmen Aristegui es ya casi el origen de una metonimia, porque decir su nombre es decir periodismo sin ambages, sin cortapisas, sin timoratas, tácitas aceptaciones de que hay temas que no se tocan en un país cuya historia es precisamente vergonzosa colección de impunidades porque los testigos de la época, los cronistas, los periodistas se acobardaron muchas veces y “no hubo de otra” que mirar a otro lado, quedarse callado o cínica e interesadamente subirse al carro de la ignominia, el descaro, la corrupción y el abuso, aunque con afortunadas excepciones sobre todo en prensa escrita. Pocas, poquísimas, pero por ello de honra inconmensurable, han sido las excepciones en televisión: el individuo que sacude la mojigatería o la perversa corrección política mexicana y dice las cosas como son, o habla de quien nadie querría o debería hacerlo. En ese poco habitado falansterio de valentías, Carmen ha destacado siempre por su coherencia, su objetividad y sobre todo por una cándida sencillez que suma una personalidad encantadora. Con reconocida labor en radio y televisión, Carmen es la única mexicana con programa propio en la barra internacional de noticias de cnn en español. Se dice fácil, pero se trata de un claro reconocimiento a su trayectoria en un país en que la coherencia ética en la televisión noticiosa no siempre ha sido cosa bien vista: por eso la ruptura con Grupo Imagen cuando Pedro Ferriz de Con, lamentable ejemplo de abyección periodística y sometimiento lacayuno al poder político y empresarial, quiso arbitrariamente arrogarse funciones de inquisidor editorial y pretendió que Carmen y Javier Solórzano se dedicaran, como él, a cantar loas a sus patrones burócratas, pero gracias a la templanza de Aristegui y Solórzano quedó con un palmo de narices. De ahí, también, que tuvieran ambos que renunciar a sus otros proyectos televisivos como los informativos y de opinión Blanco y negro y Círculo rojo . Allí, otra vez, la desaparición de Carmen de la señal televisiva de W Radio en televisión de paga, asunto del que se rumora que, a petición de oscuros personajes de la derecha para que Carmen fuera retirada del aire, el personal de w Radio se solidarizó con la conductora y se fueron todos. Afortunadamente sigue en la radio, y afortunadamente, a pesar de todos esos intentos por acallarla, sigue también en la televisión. Sólo Carmen y Denise Maerker quedan como titulares de programas de esa tropa de periodistas que hasta hace poco, en aras de la presunta apertura en los medios, enriquecían el espectro televisivo con programas críticos. No hay otros espacios donde, por ejemplo, se entreviste a periodistas e investigadores como Sanjuana Martínez o Francisco Martín Moreno para discutir sus demoledoras críticas –harto bien fundadas– al clero católico mexicano, que por lo demás difícilmente es tocado en otros programas con el pétalo de un leve reproche.
Si queremos creer, como tanto se rebuzna, que México está mudando lentamente la piel de la ignorancia, el clasismo y la hipocresía, la única manera de combatir la cortedad de miras y las dobles, falsas morales que esa cortedad engendra es nutrir el seso y expandir criterios. La única vía que nos puede unir a mexicanos de tan dispares ideologías y credos como hay es la del mutuo entendimiento. La cultura, el libre pensamiento, la libertad de expresión y el derecho irrestricto a la información unen las piezas desiguales. Eso poca gente en las esferas del poder, empero, parece entenderlo. Afortunadamente periodistas responsables como Aristegui lo tienen perfectamente claro.
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