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El cine y la cifra (II Y ÚLTIMA)
Tienen razón los autores del Anuario Estadístico de Cine Mexicano 2014 (AECM) cuando afirman que “el número de copias con las que se estrena una obra fílmica no es el único factor, ni el más determinante, para evaluar su llegada a las salas, ya que también intervienen el perfil de audiencia de la sala, las características artísticas e industriales de la película y la fecha de estreno”. Sin embargo, y en aparente cont radicción, poco más adelante sostienen que “hay correspondencia entre el número de copias y las ciudades, estados y complejos cinematográficos que pueden ser alcanzados en la corrida comercial de un filme”. Es preciso, pues, un brevísimo análisis.
La saliva y el pinole
Ambas aseveraciones figuran en el apartado que se refiere a la distribución de cintas mexicanas, misma que dividen del modo siguiente: más de 400 copias por película, de 200 a 399, de 50 a 199, de 10 a 49, de 2 a 9 y una sola copia. Suman treinta y seis los filmes en los tres primeros niveles, lo cual significa que apenas el cincuenta y tres por ciento de los estrenos mexicanos –de un total de sesenta y ocho— fue distribuido de manera similar a la que goza cualquier cinta estadunidense, por insulsa, repetitiva o deplorable que sea. Es preciso señalar que sólo una distribución a esos niveles permite cubrir el total de los treinta y dos estados de la República, lo cual significa que las restantes treinta y dos no lo hicieron.
La dictadura perfecta |
El AECM informa que “por segundo año consecutivo las películas nacionales tuvieron una cuota de mercado de exhibición que superó los dos dígitos”, y que se trata de algo “que no había ocurrido en más de tres décadas”. Sin embargo, hubo una disminución de 2013 a 2014 equivalente a dos puntos porcentuales, en línea con la disminución de estrenos totales registrada, pero si bien ésta fue de seis por ciento, la reducción de estrenos nacionales alcanzó casi 33 puntos porcentuales, al pasar de 101 en 2013 a las referidas 68 en 2014; una diferencia brutal de 5.5 a uno –como quien dice: al perro más flaco se le cargan más las pulgas...–, y no debe olvidarse que esos 68 estrenos representan solamente el 52 por ciento de los filmes producidos, mientras los restantes 62, con mucha suerte, verán quizá la luz de la pantalla un año de éstos. Por eso no sorprende que, más allá de la ausencia de trabucos taquilleros como los de 2013, la asistencia a películas mexicanas haya descendido de 30.1 millones de asistentes hace dos años, a 24 millones el año pasado.
Tampoco sorprende, a la luz de los datos anteriores, que hayan sido precisamente los filmes con más de 400 copias los que cubrieron la totalidad de las regiones del país; que se estrenaron en 131 ciudades en el menor de los casos, y en 166 en el mayor; que tuvieron presencia en un rango que va de los 413 a los 670 complejos cinematográficos –es decir, la totalidad de éstos, aunque sólo una película, La dictadura perfecta, alcanzó tal “privilegio”–, y, finalmente, que sean los doce filmes a la cabeza tanto en número de asistentes como en ingresos.
De huevos y gallinas
Como bien se sabe, aquella afirmación según la cual “al público hay que darle lo que pide” es un uroboro conceptual: tan cuestionable como la pregunta retórica de qué fue primero, si el huevo o la gallina, desemboca en un absurdo que algunos nunca dejarán de aprovechar, y no pocas veces de generar ellos mismos. Así los distribuidores y exhibidores cinematográficos, que bajo ese son convenenciero nunca dejan de recurrir a fórmulas archiprobadas, entre las que destaca el repetido aluvión de copias del bodrio en turno, así como la insistencia en géneros “probados”: aventuras, comedia, terror, uno que otro drama, y pare usted de contar.
En 2014, las producciones de ficción nacionales consistieron en esto: un filme de aventuras, dos animaciones, dos comedias románticas, veintidós dramas, un musical, cuatro de suspenso, tres de terror, un western y dieciséis comedias. Estas últimas fueron vistas por 15 millones 215 mil personas, para un 62 por ciento del total, mientras que los dramas, 33 por ciento de los estrenos, alcanzaron apenas 8 por ciento de la asistencia y, caso triste, los dieciséis documentales representaron una cuarta parte de los estrenos, pero los vio un mísero uno por ciento de la asistencia. Bajo esta lógica de espiral descendente, es un hecho que para este 2015 “lo que el público quiere” seguirá morigerando la calidad del contenido de lo que se ve. Todo sea por el “éxito”.
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