Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Suplemento Cultural de La Jornada
Domingo 26 de abril de 2015 Num: 1051

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Tres poetas

José Kozer:
claroscuros de
emoción e inteligencia

Jair Cortés

La pintura en la
Bolsa o el arte
como valor seguro

Vilma Fuentes

Eduardo Galeano
y los zapatistas: con
los dioses adentro

Luis Hernández Navarro

Eduardo Galeano:
escribir en el
siglo del viento

Gustavo Ogarrio

Galeano y el
oficio de narrar

Adriana Cortés Koloffon
entrevista con Eduardo Galeano

Fragmento de
una biografía

Nikos Karidis

Leer

Columnas:
Bitácora bifronte
Jair Cortés
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
La Casa Sosegada
Javier Sicilia
Cinexcusas
Luis Tovar


Directorio
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La Jornada Semanal

 

Jorge Moch
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Twitter: @JorgeMoch

De las buenas nuevas que no queremos ver

Chairiza intransigente. Mexicanos ingratos. Pesimistas de siempre. Pinches progres. Pinches proles. Lo cierto es que somos muchos, muchos mexicanos los que no vemos las bondades que tanto grazna el régimen por voz de su marioneta. No encontramos, por más que desgañitan sus voceros oficiales de la tele y otros medios arrastrados o vencidos por el presupuesto, los beneficios presuntos de las mal llamadas reformas estructurales que han impuesto Peña Nieto y sus patrones y socios trasnacionales. Le bajaron doscientos pesos al recibo de la luz, ajá, por unos meses previos a elecciones, y luego vendrán otra vez los cobros injustificados y exorbitantes, las lacónicas explicaciones de la cajera: pague primero y reclame después o le cortamos la luz. No bajó la gasolina de precio, ni el diesel, al contrario. También subió el gas. No hay más trabajos, sino más empleo informal, y seguimos siendo los ciudadanos víctimas inermes de grupos criminales con y sin puesto público. Allí sigue el Partido Verde: ya nomás les falta a sus candidatos salir a asaltar bancos y transeúntes. Allí esa pandilla de infelices que pretende privatizar también algo tan elemental y colectivo como el agua…

Y mientras el país se sigue desangrando por todos sus rincones y las mafias del narco se atomizan e incendian todo a su paso, y el dinero de la corrupción, el del narco, el de las bandas de extorsionadores y secuestradores, el de la trata, el del contrabando y la piratería y el asalto y la tala clandestina sube peldaños que van desde el policía de banqueta hasta secretarios de Estado o la misma Presidencia pasando por esa recua de vividores mafiosos que son los gobernadores de los estados, el merolico nos vende su lleve-lleve: lleve el progreso, lleve su cobertura sanitaria, lleve su trabajo bien remunerado, y sus derechos en salvaguarda. Pero de dientes para afuera. Porque puertas adentro lo que hay es negocio; la clase de negocio en el que no figuramos los peatones, los automovilistas que pagan cada mes la onerosa letra del coche, los que no tenemos seguro de vida, ni vacaciones en Miami, ni cómo bajarnos el colesterol. Puertas adentro lo que hay es contubernio secreto entre quienes tienen chofer y guardaespaldas y saltan de un helipuerto a otro, mirando si acaso con algo parecido a la conmiseración a los que acá abajo desde el laberinto alzamos la mirada y los vemos pasar sabiéndonos para ellos tan insignificantes que, como en la novela de Kike Ferrari, de lejos parecemos moscas. Las moscas no compran en Beverly Hills.

Y si en Michoacán, Jalisco, Chihuahua, Guerrero o Veracruz hay balaceras y emboscadas sangrientas y sumarias ejecuciones y decenas de desaparecidos y algunas cabezas ruedan, literalmente, por la calle, Peña anuncia “importantes” inversiones: miles de millones para incentivar el turismo en Acapulco; una planta de la Ford que dará trabajo a obreros mexicanos. Grandes triunfos de salario mínimo y prestaciones de ley. Pero no queremos ver la bonanza de la burbuja fiduciaria, ni las bondades de la crisis por venir. Somos tontos. Somos malos mexicanos. No entendemos nada. Solamente opinamos en contra, nos oponemos a todo. Porque no sabemos ver que la minera canadiense o mexicana o estadunidense que está masacrando la ecología y los pulmones de los mineros significa progreso, y no queremos entender que la extracción del gas pizarra, sus nefastas consecuencias, son la puerta a la modernidad. Porque la modernidad, estúpidos, es precisamente el marrano que se sube a su avión particular, a su camioneta blindada, a su helicóptero, y manda a sus hijitos de viaje en yate por el Caribe o en el jet a Las Vegas o París para que se saquen fotos y nos las presuman. Progreso son los grandes proyectos que se construyen por los tompiates del presidente y para que los construyan sus cuates, como el Centro Cultural Bicentenario en los llanos secos de Texcoco, enorme elefante blanco al que ni siquiera se molestaron en dotar de una señalización más o menos adecuada pero donde resalta una placa enorme de bronce que consigna que Peña Nieto, siendo gobernador, inauguró el monstruo en beneficio de los mexiquenses. Sobre todo de los que se apellidan Hinojosa. Eso es el futuro, la modernidad, la grandeza de un país de esclavos fanatizados con la religión y el futbol, y cualquier concepto que aluda a dignidades y libertad es demagogia populista, cabrones.

Hasta parece que no vemos la tele, necios, que como el espíritu santo, según dicen, está en todos nuestros hogares.