Hugo Gutiérrez Vega
No hay futuro, StreetArt de Angela Merkel y Antonis Samaras en Atenas. Fuente: Flickr |
El monstruo del general Marshall que es la Alemania escogida por los triunfadores de la segunda guerra como el país líder de la recuperación europea, tiene puestas las garras sobre el cuerpo enfermo del país en donde se inició la aventura espiritual de Occidente, nuestra amada Grecia. Desde que se declaró la crisis provocada por la absurda receta neoliberal y por la corrupción, los gangsteriles tecnócratas de la señora Merkel sentaron sus amplios traseros en las sillas estrechas de los ministerios de gobiernos como el del junior Papandreu y el conservador Samarás. Todo lo palomeaban o rechazaban y su criterio único era que Grecia pagara sus deudas aun a costa de la extrema miseria de una población privada de los débiles beneficios de su rudimentario sistema de bienestar social. Y digo rudimentario porque tenía una estructura debilucha y, a pesar de eso, podía decirse que alguno de sus aspectos, como el de la seguridad social, tenía una amplia cobertura y contaba con la adhesión de las clases populares. El buen humor de los griegos matizaba esta afirmación al contar que el hombre biónico había sido operado en Inglaterra, mientras que Frankenstein había sido intervenido en la seguridad social griega. Por encima de la broma, estaban el respeto, el agradecimiento y la sensación de justicia que siempre han acompañado a la medicina pública. Algo parecido puede decirse de la educación, del desarrollo agrícola y el fortalecimiento de la pequeña clase obrera. Todo esto tenía un carácter secundario, pues las principales fuentes de ingreso del país siempre han sido el turismo, el recibo de los envíos de divisas de los griegos de la diáspora, radicados en Australia, Sudáfrica, Nueva Zelanda y, ya muy disminuida, la industria armadora de barcos de todos tamaños y usos.
Viví los últimos años del régimen socialista (Pasok) de Andreas Papandreu. Recuerdo su carisma y su disminucion política y humana. Los griegos bromeaban sobre su decadencia física, que se presentó de la mano de una nueva esposa joven y frondosa. No les escandalizó el divorcio, ya que la ortodoxia admite dos divorcios en los fieles y uno en los sacerdotes (popes) y, tal vez, envidiaban al anciano galopando, con peligro de sus débiles arterias, sobre tantas frondosidades. Decían que la boda se había hecho por la sencilla razón de que el premier don Andreas había inventado una nueva postura sexual. Era difícil hacerlo después de las minuciosas enseñanzas del Kamasutra, pero los griegos insistían: Esa postura se llama: “Con un pie en la tumba.” Se podía bromear en aquellos tiempos, pero después llegaron los conservadores (Mitsotakis y otros) y unos socialistas más chafas que don Felipe González. El país se fue hundiendo en el neoliberalismo que, acompañado de la ineptitud y de la corrupción, fue una mezcla explosiva de carácter mortífero.
Los griegos dominan el arte de renovar la esperanza y, a pesar de su proclividad por la tragedia y el desgarramiento, saben enfrentar las situaciones críticas con fuerza y entusiasmo. La última elección ganada por una interesante coalición de la izquierda encabezada por un líder joven y descorbatado, Alexis Tsipras, abre, a pesar de que las dificultades están vivas y son cada día más grandes, las puertas de esa esperanza que el pueblo griego sabe cultivar. Es claro que los patrones germanos han apretado las tuercas y exigen, como el Shylock de Shakespeare, que se pague la deuda contraída por los gobiernos ineptos y corruptos. Tsipras está proponiendo nuevas formas de pago, pidiendo plazos, insistiendo en que la operación financiera no debe afectar los aspectos sociales de la vida pública griega. En pocas palabras, no puede cumplirse la obligación contraída a costa de sacrificar los programas sociales indispensables para la sobrevivencia del pueblo griego.
Todos esperamos que la izquierda griega salga adelante y cumpla su proyecto que es, a la vez, eficiente y justiciero. Ahora más que nunca debemos poner todo el énfasis en la justicia social.
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