Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
El tiempo de Mark Strand
José María Espinasa
Política y vida
Blanche Petrich entrevista
con Porfirio Muñoz Ledo
Abbey, el rebelde
Ricardo Guzmán Wolffer
El gatopardismo
de la existencia
Xabier F. Coronado
El gatopardo,
de Visconti
Marco Antonio Campos
Rafael Ramírez Heredia. Cuando el duende baja
José Ángel Leyva
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Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
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Las Rayas de la Cebra
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Cabezalcubo
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Diario mínimo
No hay que aferrarnos a terminar lo que empezamos, no hay que morir en ese intento, como mueren los hurones que quieren cruzar el caudaloso río o los pajarillos que apenas aprendiendo a volar pretenden taladrar el cielo. La vida es como las páginas de un diario que, a veces, nos alude, pero que no termina. Que a veces nos elude, y no termina. Por eso hay que dejar ciertas cosas a medio terminar, olvidadas tal como empezaron, dejarlas sobre la mesa o el escritorio o tal vez durante la noche a la intemperie como para incitarlas a que continúen sin nosotros, como para que nos den la espalda y emprendan su propia retirada, sin nosotros. Porque finalmente la vida también continúa a pesar nuestro, que quedamos inconclusos en parques y atardeceres, en amores y en olvidos, en países inhóspitos y bajo lluvias lejanísimas, siempre a medio terminar, precisamente como el diario que, un buen día, el día menos pensado, a saber, ya no tendrá ni una sola página más con nuestro nombre. |