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Ruleta rusa, las redes imaginarias del teatro
Ruleta rusa es una obra inspirada en las proliferantes creaciones dramatúrgicas de Lola Arias, una joven dramaturga argentina que explora los vínculos en el mundo de hoy, sobre todo los que tienen que ver con sexos opuestos y todo aquello que los cruza: madres, bebés, amigos... Sus temas: la infidelidad, el tedio, la ambición, la necesidad de control y un narcisismo atroz que no les permite un arrepentimiento reconciliador.
Max Zunino es un joven director uruguayo que ha incursionado con creatividad en la TV y la publicidad con spots que no apelan a la estupidez ni al desprecio por el espectador, sino que merodean los productos y los metaforizan. Hizo un corto, Recuerdo del mar, que le ha dado celebridad porque ganó el premio al mejor cortometraje en el Festival de Cine Independiente de Barcelona. Con Sofía Espinosa (un joven animal teatral que sabe coproducir, escribir y actuar) filmó Los bañistas, su ópera prima en cine. La dirige y es coguionista con Espinosa, quien también coproduce.
Doy este contexto porque explica las relaciones que hacen posible un teatro interesante por la exploración actoral que Zunino logra con tres actores de gran energía, aunque el eje gravitacional es David Psalmón, experimentado actor, director, escritor e ideólogo que sostiene rítmica y emocionalmente a estas dos actrices (Sofía Espinosa y Nora del Cueto), que profundizan en su personaje hasta hacerlo capaz de interrogar al mundo que lo ha creado, que lo ha torcido.
Sofía Espinosa y David Psalmón |
Digo jóvenes para referir que les falta mucho camino por recorrer en la escena, pero ambas poseen rigor, experiencia y energía (Del Cueto en el montaje Aplausos, de Antón Araiza, y Espinosa en la cinta La niña en la piedra). La convicción también rige sus interpretaciones, con todo y que el texto o su adaptación no son tan convincentes como las tareas escénicas que logran mostrar que la distancia física, la que nos coloca a uno y otro lado del teléfono, está abolida por la imaginación teatral que trenza a cada pareja en ese andar a solas tan acompañado como beligerante, cuando las disoluciones todavía no ejecutan la corrosión que corta los lazos definitivamente.
“Ruleta rusa” es esa práctica que consiste en alimentar la pistola con una bala que girará al interior del cilindro y, una vez detenido éste, puede que el azar coloque la bala en la cámara que prolongará su viaje incendiario a la cabeza de un jugador, que apuesta al futuro poniendo en jaque su propia continuidad.
Ruleta rusa está hecha de historias de amor a media luz, es un viaje al monocromatismo en contraste de luces y recorte contra las ventanas del pasivo transporte varado en La Condesa, cuyas iluminaciones se oponen en contrapicada al interior de ese chorizo donde se puede compartir el molesto cigarrillo de los actores.
Me parece una voluntad cosmopolita y comunicante la de Lola Arias, al montar un texto probado en otros escenarios. Es una autora coherente, con una búsqueda clara que no está atrapada por los localismos abrumadores de bonaerenses, catalanes y madrileños. La maternidad, la melancolía, las relaciones entre madres e hijas, las parejas atravesadas por un bebé, por un hijo; los hijos atravesados por sus padres... son temas incómodos que llaman la atención.
En El amor es un francotirador, Striptease y Sueño con revólver hay una condición espiritual que coloca los problemas al límite de su tolerancia. Sin embargo, sus parejas no son la que ofreció Vicente Leñero en La mudanza, una obra que perfila un dueto que jamás imaginé pudiera conservar su vigencia temática y de composición dramática más de treinta años después. Así se anticipan las obras que llamamos clásicas.
Psalmón aquí es un actor pero sabemos de su magnetismo, su modo de hacer teatro (Teatro sin Paredes) y continuar un quehacer al que el gobierno federal le retiró el apoyo económico, a pesar de que no dejó de elaborar nuevas creaciones con una línea que ha pretendido lograr el autofinanciamiento.
Así son los lazos que se tienden entre quienes comparten una idea del teatro, del arte y la política, estableciendo vínculos fraternales que derivan en creaciones como ésta. A unas cuantas calles, en un foro totalmente opuesto al Trolebús Doble Vida (Parque España y Av. Veracruz), Psalmón dirige La Inauguración, de Vaclav Havel, con un par de actores que hacen un trabajo notable; uno de ellos es Nailea Norvind.
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