Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Avida dollars:
Salvador Dali
Vilma Fuentes
Contratas de sangre
Marco Antonio Campos
La hija de Chava Flores
Paula Mónaco Felipe entrevista
con María Eugenia Flores
Elegía de la novela zombificada
Ignacio Padilla
En dos salas de espera
Juan Manuel Roca
Volver al pasado: melodrama y restauración
Gustavo Ogarrio
Enrique Florescano, historiador, humanista
y maestro
Juan Ortiz Escamilla
El sentido caduco
de la actualidad
José María Espinasa
Columnas:
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Cabezalcubo
Jorge Moch
Galería
José Angel Leyva
Cinexcusas
Luis Tovar
Directorio
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Felipe Garrido
Metamorfosis
Verde y grana el reluciente damero que forma el piso. Abajo la cripta. Si alguien cruza por el presbiterio sus pasos sobre los vistosos escaques pueden contarse desde la gruta de mármol. No por el oidor, alcalde mayor, abogado... sacerdote. Gómez de Mendiola. Abogado, alcalde mayor, etcétera. También sacerdote. Francisco, como el seráfico padre. Para obispo de Guadalajara quiso promoverlo nada menos que el segundo Felipe, su Sacra y Real Majestad. Sacerdote por instrucciones suyas, se dice, pero no me consta. Una miniatura no muy visible, oscurecida por numerosos inviernos, lo recuerda piadoso, caritativo y dulce. No siempre tenía dinero el oidor, pero menesterosos siempre había, y siempre ocurría que por ahí pasaba algún alacrán. Don Francisco alargaba la mano y lo tomaba; al instante lo trocaba en una moneda de plata. Su cuerpo permanece incorrupto bajo el presbiterio de Catedral. Y dicen, yo no lo he visto, que hay alacranes que lo guardan. |