Directora General: Carmen Lira Saade
Director Fundador: Carlos Payán Velver
Domingo 18 de noviembre de 2012 Num: 924

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Viajero del poema
Ricardo Venegas entrevista
con Víctor Manuel Cárdenas

Los negocios son
mi problema

Cuauhtémoc Arista

Traducir un verso
de Rostand

Ricardo Bada

De Rotterdam
a Mexquititlán

Agustín Escobar Ledesma

Bulgakov y el
teatro soviético

Hugo Gutiérrez Vega

Bulgákov, el antiburócrata
Ricardo Guzmán Wolffer

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Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz
Paso a Retirarme
Ana García Bergua
Bemol Sostenido
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Cinexcusas
Luis Tovar
La Jornada Virtual
Naief Yehya
A Lápiz
Enrique López Aguilar
Artes Visuales
Germaine Gómez Haro
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Un mural en miniatura

Alejandra Atala


Un retrato para Trotsky. De los recuerdos de Josefina Albisua,
Julio Glockner,
Ediciones de Educación y Cultura,
México, 2011.

Cuánto se puede perder, del tejido de la historia y del alma, sin este nuevo libro del antropólogo Julio Glockner Rossainz. El libro es un bien elaborado marco para la miniatura que resultó el encuentro existencial de un ideólogo de primera fila, creador del Ejército Rojo, Lev Davidóvich, perseguido por su enemigo Stalin y exiliado en México, a partir del año de 1937, con la pintora poblana Josefina Albisua, recientemente fallecida,  a quien se le encomienda la hechura de un retrato de uno de los personajes fundamentales del siglo XX y quien hoy, además, nos refiere un testimonio cercano de Trotsky, a través de las evocaciones que brotan desde su memoria enamorada, en una serie de conversaciones con Glockner.

Un retrato para Trotsky… habla de la fuerza del arte, que es capaz de  abatir los muros de los perseguidos que viven pertrechados tras el miedo real y  las armas que los protegen, dejando a dos almas humanas habitar el mundo sagrado de la inocencia.

En dieciocho capítulos, el también autor de Los volcanes sagrados. Mito y rituales en el Popocatépetl y el Izztacchíualtl (1996, 2001), nos lleva, a través de una filigrana literaria, al encuentro con la historia de ambos personajes. Entra la voz narradora que describe hechos históricos muy precisos de la vida del ex bolchevique y las circunstancias que vive tanto en su país como en México. Más tarde cambia a primera persona, volviéndose él mismo, Julio Glockner, personaje, para después convertirse en la expresión que, concomitante, hilvana los recuerdos de una artista que va pintando su autobiografía hasta llegar al trabajo por encargo que la llevará al punto de convergencia con la vida del revolucionario ruso. Dice Albisua que al entregarle el retrato de Trotsky, al entonces jefe de las Islas Marías, Antonio Hidalgo, éste le dijo: “Mira nada más, yo pensé que era una viejita la que pintaba las miniaturas, nunca me imaginé encontrarme con esta sorpresa, ¡es indispensable que el viejo Trotsky te conozca!”

La trama de Un retrato para Trotsky..., tan interesante como amena, va perfilándose en una serie de cuadros bien definidos, en los que otros personajes, los más cercanos a los protagonistas Lev y Pepita, van dando en su proximidad a estas vidas, el color humano y cotidiano de la relación en ciernes; de tal modo que uno puede asomarse a las ventanas del mundo íntimo de Diego Rivera y Frida Kahlo, de André Breton y su esposa Jacqueline, de la misma Natalia Sedova, amantísima esposa de Trotsky y de su asistente Jean Van Heijenoort, otorgándonos una visión del México cardenista en el que prevalecen la cultura popular, la nacional y la revolucionaria. En Un retrato para Trotsky... es posible entender dónde está el toque y la diferencia entre un mural y una miniatura.


Por el cuerpo recuperar el alma

Antonio Soria


El cuerpo suspendido. Códigos y símbolos de la danza al principio de la modernidad ,
Fabrizio Andreella,
Traducción de Dolores Ponce,
INBA,
México, 2010.

Abran estas líneas con una cita de lo que el propio Fabrizio Andreella dijo, en algún lugar, acerca de la materia de la que se ocupa este volumen: “Primero paganizada, después satanizada y finalmente secularizada, hoy la danza ya no forma parte de aquel menaje de instrumentos rituales que, en el curso de la historia, siempre buscaron unir simbólicamente cuerpos y almas, hombres y mujeres, seres divinos y vicisitudes humanas.”

Colaborador destacado de este suplemento, el ensayista Andreella, cuyo apetito intelectual hace mucho que se definió insaciable, se propone y consigue en su consistente, informadísimo, bien escrito y bien traducido texto, averiguar las causas de la pérdida arriba mencionada: en qué momento histórico, a raíz de qué gestos muchas veces dispersos o equívocos del espíritu colectivo; en función de qué necesidades, carencias e intereses psico-emocionales pero también sociológicos, la danza pudo perder –primero viendo como impávida la manera triste en que se iba desdorando– el estamento de privilegio con el que nació, hace millones de ayeres, una de las manifestaciones más elocuentemente hermosas con las que la humanidad ha contado para decir, fuerte y claro, lo que su alma tenga por decir.

Dice Andreella, en otro momento y con absoluta razón, que nuestro presente, para infortunio colectivo, “es sólo una oportunidad para el consumo inmediato”, y que el futuro sólo consta de “una tensión del deseo fragmentada por la angustia del vacío”. A partir de este concepto, con esta perspectiva crítica y lúcida, invita al lector a reflexionar en torno al “estrecho parentesco entre la danza y la vida”, con el propósito noble, trascendente a la propia danza, de ser capaces de “ver las estacadas de las demasiadas certezas con las que rodeamos nuestra existencia y nos defendemos de nuestros miedos”.

Publicada en italiano, su idioma original, en 1994, la obra que aquí se reseña es una actualización ampliamente revisada de ideas y posturas que, por lo demás, no han sufrido mayor variación; entre otras, la dicotomía o paradoja que pareciera partir en dos a la danza misma o, quizá mejor dicho, a ese idioma puro, de gramática y simbolismo propios, que denominamos “danza”.

De acuerdo con el autor, “hoy la danza vive en dos ámbitos separados e incomunicados entre sí. Por un lado, la danza y el ballet que se presentan encerrados en los teatros ante mentes sentadas que observan sin ninguna participación física. Por el otro, el baile desenfrenado de los locales nocturnos, donde los cuerpos se reducen a carne agitada que sigue un ritmo obsesivo para olvidar la mirada del alma.”

La calidad y el alcance del estudio histórico que Andreella emplea para apuntalar con firmeza una larga serie de asertos, todos ellos fuente de reflexión y análisis en torno a lo que integra el espíritu, el talante y la atmósfera de este mundo occidental –u occidentalizado– en el que nos desenvolvemos; dichos calidad y alcance, pues, moverían a más de uno a pensar que este Cuerpo suspendido es un estudio para eruditos o, todo lo más, una obra para profesionales y directamente interesados en el arte dancístico. Nada más alejado de la realidad: aquí encuentran interlocutor para un diálogo rico y enriquecedor lo mismo el erudito que el profesional, que el directamente interesado, pero también cualquier persona que sienta en sí la más pequeña necesidad de amplificar el entendimiento de su propia corporeidad, de su estar físico y las posibilidades de éste para elevarse y trascenderse –sin misticismos ni supercherías ni otras formas igual de religiosas– o, en otras palabras, para recuperarse al recuperar lo que una autora mexicana, también dulcemente victimada por la maravilla del cuerpo en movimiento, denominara el derecho a la danza.



Apalabrarse. Conversaciones con Tomás Segovia,
Varios autores,
Conaculta/Ediciones Sin Nombre,
México, 2012.

Entendido el vocablo que da título al volumen en el sentido de “establecer un compromiso, un acuerdo, un entendimiento”, así son llamadas las conversaciones que el recientemente fallecido Tomás Segovia sostuvo con un grupo de escritores, a lo largo de las dos décadas más recientes. Sabidamente reacio a la concesión de entrevistas, las palabras vertidas aquí por Segovia tienen un doble valor: ser una constatación, codificada en forma de diálogos, de sus principales preocupaciones temáticas, y tener una cercanía inusitada, que complementa la que sus muchos lectores conocen.