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Los negocios son mi problema*
Raymond Chandler. Foto: Ralph Crane |
Cuauhtémoc Arista
En agosto pasado se propagó en los periódicos europeos y en internet una noticia divertida: “El escritor irlandés John Banville escribirá una novela protagonizada por el detective Philip Marlowe por encargo de los herederos de Raymond Chandler”, decía más o menos en todos los medios, que la reprodujeron hasta septiembre.
Como se sabe, Banville pertenece al exclusivo grupo de los novelistas serios de fama mundial, igual que su “hermano oscuro” Benjamin Black al excluyente gremio de los redactores de historias policíacas o “negras” (toda violencia es social). El experimento de pedirle un Marlowe suena pertinente y divertido, por más que esté destinado al fracaso, pues el detective es un puñado de palabras, la velocidad y la espiral irónica de Chandler, que no pueden reintegrarse a partir de su genoma estilístico.
Esto lo comprobó heroicamente Robert B. Parker al concluir en 1989 –también por encargo de los consabidos herederos de Chandler– la novela Poodle Springs que el maestro dejó a medias, y lo confirmó al pergeñar otra novela con su Marlowe para aprovechar el envión (Perchance to Dream, 1991).
Doctor en Letras (grado que consiguió con su tesis sobre Chandler), autor de buenísimas frases y creador de una legión de personajes novelescos con gran éxito entre el díscolo público del género, Parker pagó su osadía con el olvido.
Muchos autores recorrieron ese camino, autorizados o no por los herederos. Unos obtuvieron un detective Frankenstein, otros una gabardina, un revólver y un sombrero.
Así que lo menos objetable de la noticia es la elección de Banville para multiplicar a Marlowe, solitario por definición. De hecho, Chandler dejó las claves para fabricarlo al final de su ensayo “El sencillo arte de matar”, de 1950: “Debe ser un hombre completo y un hombre común… un hombre de honor por instinto, sin pensarlo y por cierto que sin decirlo… Es un hombre relativamente pobre, porque de lo contrario no sería detective… No acepta con deshonestidad el dinero de nadie, ni la insolencia de nadie sin la correspondiente y desapasionada venganza.”
En la espera del cover que interpretará Benjamin Black el próximo año, escritores y blogueros reprodujeron la nota de agencias y mencionaron a los herederos de Chandler para que el autor irlandés no apareciera como un plagiario. ¿Pero quiénes son tales herederos?
En una nota que publicó el periódico inglés The Guardian el 11 de febrero de 2005, Jane Martinson informó que la compañía de medios Chorion compró los derechos de todas las obras de ficción de Raymond Chandler (siete novelas completas y veinticuatro relatos) por una “millonaria suma no revelada”.
La empresa se ufanó de sus planes para explotar sus nuevos bienes en los mercados estadunidenses de películas, televisión, multimedia y publicidad. Chorion posee también las almas de Simenon y Agatha Christie, aunque su fuerte son creaciones menores, muy conocidas en el Reino Unido.
La firma aclaró que la transacción también fue conveniente para los herederos, ya que se creó la nueva empresa Raymond Chandler LTD., con sede en Londres, en la cual Chorion apuesta el setenta y cinco por ciento del capital y el resto se queda en manos de los anteriores titulares de los derechos intelectuales.
Es decir, en el encargo a Banville no entró en juego la herencia del escritor, sino que ésta se transformó en una propiedad corporativa, que –salvo la mejor opinión de los expertos– usualmente rige durante más tiempo (hasta 120 años en Estados Unidos). Como una buena noticia para los consumidores del chocolate Marlowe, Chorion anunció que ofrecerá nuevas presentaciones en películas. Por lo visto, también lo relanzarán envuelto en obras literarias actuales y de calidad.
No es un procedimiento ilegal ni injusto, excepto para lectores retrógrados que lamentan la industrialización del fenómeno literario. Un libro de ficción se concibe por encargo; se publica en editoriales pertenecientes a consorcios internacionales que, ante el menor riesgo financiero en cualquier país, desmantelan su capricho editorial; se difunde mediante una red de críticos afines a los grupos editores y cuya opinión tiende a ser unánime; se publicita mediante la simple reproducción de un boletín de prensa y se compra en el nicho predestinado para él en librerías atestadas de obras de autoayuda y new age.
Ahora Banville tiene la misión de crear su entretenida o decepcionante versión de Philip Marlowe con la única colaboración de Black y de Chandler, no del mercado. Habrá que leerla.
*Un famoso relato de Chandler se titula “Los problemas son mi negocio”.
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