Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 29 de julio de 2012 Num: 908

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Entre el indio muerto
y el indio vivo

Ana Paula Pintado

Noticias desde Gutenberg
José María Espinasa

Una poeta que no
platica con el diablo

Yendi Ramos entrevista con
Dolores Castro

De Ruanda a Palestina
y viceversa

Ana Valdés

Conciencia personal
y colectiva

Ingrid Suckaer

Ramón Pérez de Ayala: literatura, oficio y experimento
Xabier F. Coronado

El Quijote,
las armas y las letras

Leandro Arellano

Leer

Columnas:
Prosa-ismos
Orlando Ortiz

Paso a Retirarme
Ana García Bergua

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

La Jornada Virtual
Naief Yehya

A Lápiz
Enrique López Aguilar

Artes Visuales
Germaine Gómez Haro

Cabezalcubo
Jorge Moch


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Luis Tovar
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Guanajuato xv (I DE III)

A tres lustros de su primera edición, entonces con el afortunado patronímico “Expresión en Corto”, el hoy Festival Internacional de Cine de Guanajuato –GIFF, por las siglas en inglés de Guanajuato International Film Fest– goza no sólo de una evidente consolidación sino, más allá de esa meta que tan huidiza se muestra en otros eventos de idéntica naturaleza, también disfruta la bien ganada fama de ser uno de los tres eventos cinematográficos de-a-deveras en México, ocupante tripartita de algo así como un podio compartido con los festivales de Guadalajara y Morelia.

Desde la edición anterior en 2011, cuando se le rebautizó como GIFF, este magnífico esfuerzo de Sara Hoch y su cada vez más numeroso equipo de entusiastas dio señales claras de aquello en lo que busca convertirse: vale decir, lo que ha sido desde siempre más lo que en aras de crecimiento y diversificación sea positivo incorporarle. En otras palabras pensar en Guanajuato, en el mes de julio y cinematográficamente hablando, no ha dejado y con seguridad no dejará de significar  “cortometrajes”,  pero este segundo año de incluir secciones de largometraje de ficción en competencia –una internacional y otra local, ambas para operaprimistas– pone de manifiesto que el GIFF no nació ni será jamás coto privado del cortometraje.

No obstante todo lo anterior y no obstante la presencia de notables filmes de largo aliento en la sección internacional –verbigracia Beasts of the Southern Wild, de la que se hablará bastante dentro de poco tiempo en México, y aquí en próxima entrega–, este sumaverbos razona que la verdadera médula del festival ha de seguir siendo ese género noble, difícil y siempre potencialmente exquisito llamado cortometraje. Consecuentemente, de algunos cortos han de referirse, con la brevedad que impone lo escueto del espacio, las siguientes líneas.


Beasts of the Southern Wild

Desolación temprana

No solamente la ya referida Beasts of the Southern Wild sino también buen número de los cortometrajes que conformaron la sección internacional de ficción, tienen como protagonistas a menores de edad y, como rasgo en común, entre otros y claramente la desolación, manifiesta y resuelta en toda suerte de situaciones conflictivas. Una buena muestra es uno de los ganadores, Rotkop (Bélgica, 2012), codirigido por los hermanos Jan y Raf Roosens. La traducción literal del título es “idiota” y correspondería a la manera en la cual es motejado Olli, el protagonista, un chico a punto de cumplir años. Desde luego que no se trata de ningún idiota; es sólo que sin amigos ni interlocutores, con un padre que ni está presente ni es aludido ni, aparentemente, necesitado para cosa alguna –por cierto, rasgo que Rotkop comparte con otras historias provenientes de muy diferentes latitudes–, Olli vive en silencio la inminencia de sus dieciséis, y en silencio también se enfrenta a la soledad a la que lo obligan su carácter reservado, la reclusión de su madre, enferma de cáncer, en un hospital, así como el particular y poco comedido estilo que pueden tener los adolescentes para relacionarse con sus coetáneos. Dieciocho minutos de narración bien sostenida, una solución dramática que se vale de la contención para lograr tanto empatía como eficiencia, para una pieza breve de alcance largo.

Menos afortunado que el anterior pero sin que eso signifique “malo” ni “fallido”,  Henley (EU, 2011) es la historia de un niño así llamado que vive a la vera de una carretera rural poco transitada, únicamente en compañía de su padre, un hombre cuya actitud le ameritaría quizá referencias al autismo, ya que no es sino Henley quien va y viene, del pequeño hotel desvencijado donde viven él y su padre a la carretera donde, para matar el aburrimiento, deja comida en medio de la carretera y aguarda la llegada del próximo animal que las eventuales llantas de algún automóvil ha de matar, para que él incorpore el dato al puntual registro que lleva.

Más afortunado es el personaje homónimo de la coproducción danesa-neozalandesa Brainy (2011), otro niño, éste de unos diez o doce años, que ha perdido a su abuelo, al que amaba, que vive en un ambiente rural, rodeado de unos cuantos vecinos solamente, y en compañía de una madre alcohólica incapaz de la menor comunicación con él. El de Brainy es un viaje psicológico que ha de llevarlo del pensamiento mágico al realismo, tránsito experimentado primero con dolor y más tarde aliviado por el bálsamo infrecuente de la solidaridad traducida en amor, o puede que al revés.

(Continuará)