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 Portada 
Presentación 
Bazar de asombros 
      Hugo Gutiérrez Vega 
Entre el indio muerto 
  y el indio vivo 
  Ana Paula Pintado 
Noticias desde Gutenberg 
  José María Espinasa 
Una poeta que no 
  platica con el diablo 
  Yendi Ramos entrevista con 
  Dolores Castro 
De Ruanda a Palestina 
  y viceversa 
  Ana Valdés 
Conciencia personal 
  y colectiva 
  Ingrid Suckaer 
Ramón Pérez de Ayala: literatura, oficio y experimento 
  Xabier F. Coronado 
El Quijote, 
  las armas y las letras 
  Leandro Arellano 
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Columnas: 
        Prosa-ismos 
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        A Lápiz 
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        Artes Visuales 
		Germaine Gómez Haro 
        Cabezalcubo 
		Jorge Moch 
    
   Directorio 
     Núm. anteriores 
        [email protected]    
   
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	 Germaine Gómez Haro 
      
  Postal  desde Sicilia (I  DE II) 
  
  A Riqui Parra y Rosemarie Tasca  dʼAlmerita, mis cicerones 
  La isla de Sicilia es una  constelación formada por luminosos episodios de la historia de la civilización  occidental que, con el paso de los siglos,  han dejado huella en la inabarcable colección de excepcionales obras de  arte de todos los tiempos, dispersas a lo largo y ancho de ese mágico  territorio. La alusión a la constelación va más allá del sentido metafórico y  se inserta en el ámbito mitológico al recordar la historia de Deméter-Ceres,  diosa de la agricultura y la fecundidad, quien  enseñó a los hombres el arte de cultivar la tierra y, según la leyenda,  rogó a Zeus-Júpiter que Sicilia fuese ubicada en los cielos; de ahí la creación  de la constelación conocida como Triangulum, cuya forma de triángulo isósceles se asocia a la silueta de la isla. Cuna de  numerosos mitos de la Antigüedad clásica, recorrer Sicilia es revivir la  lucha de Ulises y Polifemo, presenciar el rapto de Perséfone-Proserpina por  Hades-Plutón, sumergirse en las aguas turquesa-cobalto en las que las Nereidas auxiliaban a los Argonautas, dejarse  llevar por el canto de las sirenas ancestrales que atestiguaron el paso de  fenicios, griegos, cartagineses, romanos, vándalos, ostrogodos, bizantinos,  árabes, normandos, aragoneses,  españoles,  piamonteses, austríacos y borbones… Sicilia es un intrincado mosaico  de fabulosas imágenes, aromas y sabores, y su pueblo –espejo de la hibridación  de tan variadas culturas– posee un talante, una personalidad y un carácter propios, ajenos al resto de la Italia  continental. Viajar por Sicilia es recorrer la historia de la civilización mediterránea resumida en sólo 25  mil 711 km² y descubrir los más alucinantes ejemplos de arqueología  grecorromana, asentamientos púnicos, ciudades medievales, arte y arquitectura  góticos, renacentistas, árabes, barrocos,  neoclásicos, que confluyen en un eclecticismo que es producto de esa  fascinante hibridez cultural.    
 
  
     
        Mosaicos romanos | 
   
 
  Sicilia cuenta con algunos de los  restos arqueológicos más preciados de la Antigüedad clásica fuera de Grecia y  Roma. En Agrigento y Selinunte se conservan de pie soberbios templos estratégicamente emplazados en lo alto de colinas que  dominan las aguas mediterráneas y que nada envidian a los más destacados  edificios de la misma Grecia, como es el caso del llamado Templo e de Selinunte, dedicado a Hera, con sus  esbeltas columnas de 10 m de altura, y que  fue reconstruido casi en su totalidad y nos da la idea de la  grandiosidad que habrá tenido esta ciudad de fusión griega y fenicia destruida por los cartagineses. Caminar entre sus escombros es igualmente disfrutable, pues  se trata de un cementerio arqueológico  poblado de restos de metopas, triglifos, capiteles y columnas de  impecable y refinada factura. 
  Otro  encuentro asombroso es el conjunto de mosaicos de la  Villa Romana del Casale, ubicada en la localidad de Piazza Armerina en el  centro de la isla, una majestuosa mansión que conserva un impresionante  conjunto de pisos recubiertos de mosaico que datan aproximadamente del siglo IV  dc, y que milagrosamente se han  conservado casi intactos, representando escenas mitológicas, eróticas,  históricas, de cacería, costumbristas, entre las que destaca el panel donde  aparecen diez muchachas en “bikini”, practicando  diversos juegos y deportes. Un desafío a la modernidad, las escenas de la también llamada Villa Erculia muestran a un tiempo una complejidad  compositiva y un refinamiento conceptual que las dota de una insólita vigencia  contemporánea. 
  
  
      
      Sátiro danzante | 
   
 
  El plato  fuerte de la cocina artística de la antigüedad grecorromana  en Sicilia fue, para quien esto escribe, la escultura  en bronce conocida como El Sátiro Danzante de Mazara del Vallo, una figura masculina de 2 m de altura que ostenta el dorso  pronunciadamente arqueado hacia atrás y el rostro en actitud de éxtasis, lo que  la asocia a los bailes orgiásticos del rito dionisíaco que se practicaban para  alcanzar el trance. Una escultura de extraordinaria belleza y elegancia, única  en su género, comparable quizás únicamente con los portentosos bronces de Riace  encontrados en Regio di Calabria. El Sátiro Danzante, atribuido a Praxíteles, es uno de los ejemplos más sobrecogedores de la excelsa calidad técnica y el alto grado de sofisticación  alcanzados por los artistas más refinados del mundo antiguo. 
  La “eterna Sicilia” inmortalizada  por el genial Giuseppe di Lampedusa es una inabarcable caja de Pandora de la  que surgirán algunas viñetas más en la siguiente entrega. 
  (Continuará)  
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