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Prometeo, de Ridley Scott:
orígenes, parricidio y el nacimiento
de un nuevo clásico (III Y ÚLTIMA)
El solitario superdotado
El androide David (Fassbender), quien tiene el mismo nombre del astronauta de 2001: Odisea del espacio y fue creado a imagen y semejanza del hombre para que sus colegas humanos lo aceptaran como uno de ellos, es uno de los cyborgs más complejos de la historia del cine; no es un villano como Ash (Ian Holm, en Alien) ni un héroe sacrificado como Bishop (Lance Henriksen en Aliens); tampoco está atormentado por una misión redentora como la de Batty, a quien no le interesa saber por qué fue creado y sólo quiere más tiempo para vivir. David obedece a Weyland y mantiene una agenda secreta que parece ser la misma que tenía Ash, mientras hace creer que sirve a la responsable de la nave, la gélida Meredith Vickers (Charlize Theron), una comandante sospechosamente similar a Ripley (Weaver). Incluso antes de convertir a Charles en un vehículo para inseminar a Elizabeth con un xenomorfo le pregunta: “¿Qué harías para obtener las respuestas que viniste a buscar?” A lo que él responde con un comprometedor: “Todo y cualquier cosa”, que puede ser imaginado como la autorización que requiere David para llevar a cabo su cruel plan. Este es un androide vanidoso que se identifica con Peter O’Toole en Lawrence de Arabia (Lean, 1962), tanto en su apariencia como en su posición como outsider, como intermediario entre culturas. Su comportamiento dual evoca a Hal 9000 de 2001: Odisea del espacio, su destreza física recuerda a la Ripley híbrida humano-xenomorfa de Alien Resurrection (Jeunet, 1997), pero además tiene una actitud de sutil desafío y desprecio que no parece ser resultado de su programación. La breve conversación que mantiene con el Ingeniero sobreviviente es un misterio y será por años motivo de debate: ¿provocó su ira deliberadamente?, ¿trató de manipularlo?, ¿fracasó? Debido a sus habilidades cognitivas, así como a su capacidad para especular, David parece ser más humano que lo humano; sin embargo, su creador y padre putativo, Weyland, declara (frente a su hija sanguínea): “David es lo más parecido a un hijo mío, pero nunca morirá y nunca tendrá un alma.” Es claro que David (que en hebreo significa el elegido de Dios) sirve como nuestro reflejo, por tanto nos obliga a preguntarnos qué es el alma, y si es ese el fuego que Prometeo robó para nosotros. La frase que David memoriza de Lawrence de Arabia es: “El truco es no darle importancia al dolor”, lo cual parece ser su estrategia para soportar su condición de esclavitud. Una secuencia muy reveladora del carácter de este androide es aquella en que lo vemos hablando con pantallas, recorriendo la nave mientras todos duermen, andando en bicicleta, comiendo (¿necesita un androide comer o beber?) y anotando canastas imposibles que nadie va a celebrar. Estos actos juguetones y gratuitos no parecen ser producto de una mente robotizada.
Preguntas y secuelas
Esta es una saga extremadamente ambiciosa, construida a partir de mensajes a través del tiempo; desde los grabados hechos por civilizaciones antiguas hasta la despedida de la bitácora de Shaw, pasando por el llamado de auxilio al que responde el Nostromo, son mensajes en una botella tirados al infinito océano cósmico. Prometeo, como el monstruo de Frankenstein, por momentos parece un collage fílmico, un metafilme compuesto de una diversidad de imágenes cinematográficas, homenajes, citas, paráfrasis y contrapuntos que van desde Kubrick hasta la pornografía tentacular japonesa. Esta es una cinta compleja, filme rompecabezas que exige verse varias veces y para el que Scott y sus guionistas Damon Lindelof y Jon Spaihts han inventado un universo amplio y deliberadamente han dejado docenas de hilos sueltos para extender las posibilidades narrativas y de la imaginación. El simple hecho de que Scott haya reclutado a Guy Pearce para interpretar a Weyland (en vez de haber elegido a un actor anciano) y que esté circulando en YouTube el video de la conferencia de Pearce, en el papel de un Peter Weyland joven en un futuro foro ted, nos anuncia que este personaje tomará mayor relevancia en los episodios posteriores.
Preguntas proverbiales
En sus orígenes Alien era un filme en el que el mal radicaba en una gigantesca corporación que explotaba minas en la galaxia, producía armas y sacrificaba a quien le estorbara. Ahora el enfoque ha cambiado y los intereses corporativos parecen superfluos comparados con la necesidad de responder a las preguntas esenciales: ¿qué somos, de dónde venimos y por qué estamos aquí? Scott y sus guionistas aventuran una narrativa que juega con esas preguntas, pero responderlas no es su tarea; nadie que no sea un dogmático, un demagogo o un profeta puede atreverse a responderlas.
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