Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Barroco y tabula rasa o de la poesía poblana actual
Ricardo Yáñez entrevista con Alejandro Palma
Caras vemos,
sueños no sabemos
Emiliano Becerril
Dos prendas
Leandro Arellano
Un sueño de manos rojas
Bram Stoker
Kennedy Toole,
el infeliz burlón
Ricardo Guzmán Wolffer
Columnas:
Galería
Alejandro Michelena
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
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Perfiles
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Mentiras Transparentes
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La Otra Escena
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Sabiduría sin fronteras
Me preguntaba el otro día por qué no podemos hablar como hablaban los antiguos. Así, de esa forma sentenciosa, aforística, en la cual prácticamente nos decían profundamente lo que era esto o aquello. Por ejemplo: el hombre débil es tal cosa y saldrá de su debilidad así y asado. O: no podrá nunca ser fuerte por esto y lo otro. Hoy siento que no nos atrevemos a decirlo por temor a que nos echen en cara un rancio relativismo. Nos viene de súbito la idea de que estamos equivocados y que, pronto, alguien nos lo reprochará. Preferimos no sentenciar, sino “dar nuestro punto de vista”. Ya no estamos seguros de nada, como esas sociedades que se quedan sin fe. No tenemos la certeza ni siquiera de aquello en lo que realmente creemos. Me preguntaba por qué incluso dudamos de eso que la experiencia y la razón nos han hecho constatar mil veces. La respuesta tal vez la tengan los que vendrán en cien o doscientos años y puedan vernos, desde aquella atalaya, con perspectiva. Dirán: era una pobre sociedad sin fe y, ciertamente, engullida por un remolino de incertidumbres. |