Portada
Presentación
Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega
Bitácora bifronte
Ricardo Venegas
Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova
Barroco y tabula rasa o de la poesía poblana actual
Ricardo Yáñez entrevista con Alejandro Palma
Caras vemos,
sueños no sabemos
Emiliano Becerril
Dos prendas
Leandro Arellano
Un sueño de manos rojas
Bram Stoker
Kennedy Toole,
el infeliz burlón
Ricardo Guzmán Wolffer
Columnas:
Galería
Alejandro Michelena
Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía
Bemol Sostenido
Alonso Arreola
Cinexcusas
Luis Tovar
Perfiles
Enrique Héctor González
Mentiras Transparentes
Felipe Garrido
Al Vuelo
Rogelio Guedea
La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain
Cabezalcubo
Jorge Moch
Directorio
Núm. anteriores
[email protected]
|
|
RicardoVenegas
[email protected]
Ilustración de Huidobro |
Cuando un premio no lo es
Pasar a otro nivel del bosque, a cuatro patas
Ángel Cuevas
Medios informativos de Morelos denunciaron recientemente irregularidades en el Premio Iberoamericano de Poesía Carlos Pellicer 2011 otorgado a Ángel Gustavo Cuevas García por El silencio del bosque, homónimo de la novela policíaca de Tana French y de innumerables bodrios. Y no es para menos: no sólo carece de originalidad desde el título; es insultante que uno de los jurados, Alfonso D’Aquino, sea amigo del autor “galardonado”, han trabajado juntos y han editado varios libros, y además, el juez y parte coordinaba el taller literario “Poesía y silencio”, así llamado el kínder al que asistía su discípulo Ángel Cuevas, conocido por haber sido la mano derecha de Alfonso Toussaint Schneider, saqueador de la cultura en Morelos y en cuya administración se “extravió” la camisa que llevaba Emiliano Zapata el día que lo acribillaron en Chinameca (no sería extraño encontrarla en la vitrina de un Hard Rock), entre otros cuantiosos desfalcos.
Uno de los jurados era amigo del autor, otro estaba impedido, por cuestiones de salud, para emitir su decisión. ¿Estaba en plena capacidad para hacerlo y por ello lo hizo vía telefónica? Así consta en el acta del fallo, pero ¿se puede ganar un concurso con un solo voto? ¿Estará al tanto el Instituto Nacional de Bellas Artes? Lamentablemente sí.
Ángel Cuevas halló un protectorado de roedores en el Instituto de Cultura de Morelos. Su directora, Martha Corinne Ketchum Mejía, en su faceta de crítica literaria, dice sobre “el insigne bardo”: “Para leer a un poeta, tiene uno que desarroparse de todo título, profesión, estado civil, condición económica, filiación política, edad, grado académico. Sin em-bargo, esto no se puede lograr por la pura voluntad del lector… un lector común y corriente como yo ne-cesita ayuda.” Claro que la señora necesita ayuda, le urge aprender a leer, apenas sabe pronunciar su nombre. Nos quiere hacer creer que ha descubierto a un gran poeta en su lacayo y cómplice de infinitas irregularidades de su caótica y corrupta administración; con ternura, la funcionaria añade: “Nos devuelves, Ángel; nos recuerdas la capacidad de observar de manera paciente, concentrada, esa práctica ancestral de contemplar que ya se perdió.” Señora Ketchum: lo que ya perdieron es la vergüenza y la mínima noción de la palabra “honestidad”. Están en plena tarea voraz, se llevarán cuanto puedan, pillos blanquiazules, se les acaba el tiempo.
Reproduzco un fragmento del texto escrito por Arturo Gutiérrez Luna, quien indignado denuncia: “Cuando, en 2004, concursé en el premio Malcolm Lowry de ensayo, luego de que mi trabajo pasara a la etapa de finalista, a mí me ofrecieron D´Aquino y Ángel Cuevas que les diera la mitad del premio, a cambio de fallar en mi favor ” (…) “ Ahora, este enésimo fraude viene en paquetemancuerna, con los mismos personajes, con otras víctimas, pero en detrimento del prestigio de otro importante premio literario.”
|